CAPÍTULO 1

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–¡Cadavérica! ¿Dónde estás?

–Otra vez no, por favor... – me digo mientras sujeto la puerta del baño con fuerza.

–Sabes que no puedes esconderte de nosotras, ¡Desteñida! – Tamara y su grupo de amigas vuelven a la carga. Llevan meses haciéndome la vida imposible y por más que me quejo en dirección, nadie le pone remedio. La única respuesta que obtengo es que ignore sus burlas y no les preste atención. Como si eso sirviera de algo.

– ¡Dejadme en paz! – Grito.

–Lo sabía. Está aquí – oigo a una de ellas murmurar – Es tan tonta que siempre se esconde en el mismo sitio. Apuesto a que está detrás de esta puerta – Un fuerte golpe me sobresalta. – ¿A que sí?

– ¿Por qué me hacéis esto? – pregunto impotente.

– ¿Veis? – Risas – Lo que os decía. Es tan predecible que apesta.

–No entiendo vuestra actitud. Yo jamás os he molestado...

–Claro que lo haces – no me deja terminar – Eres nauseabunda. Tu simple aspecto ya es una molestia visual para todos nosotros. Vuelve a tu planeta, marciano.

–Si tanto os disgusto, tiene fácil solución. Mirad para otro lado.

–La única manera de no mirarte es que no vuelvas por aquí. Eres horrenda.

Inspiro profundamente tratando de sujetar mis lágrimas. Cada vez se me hace más difícil aguantar esta presión. Allá donde voy siempre es lo mismo. Hoy es Tamara, pero en los anteriores centros lo fueron, Rebeca, Alberto, el Perillas, Javito... y una infinidad de personas más de las que ya no recuerdo su nombre.

–Vamos a sacar al monstruo de su cueva – Oigo como rasgan lo que parece un papel y segundos después percibo olor a quemado. Mis sospechas se confirman cuando una de ellas empuja un folio en llamas por debajo de la puerta y el baño se llena de humo.

Intento apagarlo rápidamente usando mis pies y antes de conseguirlo,  noto un repentino dolor en el brazo. Algo me está quemando. Con rapidez sacudo lo que me causa el daño, miro hacia arriba buscando la causa y veo venir hacia mí varias hojas más en llamas.

– ¡Estáis locas! – Una bola de papel roza mi cabello dejando caer uno de mis blancos mechones al suelo – ¡PARAD! – grito nerviosa mientras cubro mi pelo. – ¡PARAD! – Toso e intento abrir la puerta pero ellas lo impiden.

– ¿Ahora sí quieres salir? – Ríen – Deberías darnos las gracias. Estamos ayudándote con tu asquerosa piel. Seguro que después de esto toma un poco de color y no pareces tan desteñida... – Mientras termina la frase, oigo el timbre y respiro aliviada. Deben irse. Ahora solo tengo que esperar a que todos entren en clase para volver al aula.

Tres minutos después y cuando todo está tranquilo, salgo de allí y me dirijo hacia el laboratorio. Hoy haremos algunas pruebas en él y quiero verlas desde el principio. Adoro mi carrera, pero me está costando mucho avanzar y no porque no me guste estudiar. Al contrario, siempre me refugio en los libros. El problema viene porque tengo que estar más centrada en esquivar gomas de borrar y lápices afilados que en las explicaciones del profesor. Si esta situación ya de por sí es difícil, los minutos de descanso entre clase y clase son aun peores. A veces finjo ir al baño como hice hoy y no salgo hasta que vuelve a sonar la campana. Hago cualquier cosa por evitar a mis compañeros pero al final es inútil.  Todos parecen encontrar en humillarme un gracioso entretenimiento y me han convertido en su diversión.

Mi vida social está siendo muy difícil debido a mi aspecto. Desde que recuerdo, siempre tuve serios problemas de aceptación en el colegio, y con los años, lejos de solucionarse han ido empeorando. He cambiado de centro en varias ocasiones con la esperanza de hacer amistades y empezar de nuevo, pero todo vuelve a lo mismo a las pocas semanas. Comienza burlándose de mí el graciosillo de clase, y a los pocos días le siguen el juego los demás. Por culpa de esta situación, soy incapaz de centrarme y fracaso.

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