Jamás se me ocurrió que tener a alguien entre tus brazos y oír su respiración sería lo más relajante del mundo. No había pensado en muchas cosas hasta que apareció Kalinda e hizo que mirara la vida de otro modo. Tenerla ahora conmigo, descansando sin sobresaltos,... es lo único que deseo tener toda mi vida. Quiero la oportunidad de estar con ella muchísimo tiempo más. Hasta he pensado en... en... incluso he imaginado como sería formar una familia juntos. Por supuesto que no se lo diré. Es demasiado joven todavía como para pensar en algo así, y dentro de todo yo también lo soy. Además no me siento preparado para ser un padre, tengo varios pendientes que resolver antes de volcarme al mundo de la paternidad. De momento me conformaré con molestar a Irene para que me haga tío, con ese rol si puedo cumplir.
Y hablando de mi hermana... uno de mis pendientes es con ella. Si no hablo ahora no me atreveré a hacerlo después. A pesar de todo lo que ha hecho por mí no le he agradecido, ni una sola vez, y me siento una basura por eso. Sin embargo, estoy seguro de que sabe que daría la vida por ella.
De igual forma, de la suposición a la afirmación hay un largo camino, por lo tanto iré a hablarle. Aunque sean las tres de la madrugada aproximadamente, no me importa.
Contemplo la tranquilidad con la que mi novia duerme y la verdad me da bastante pena dejarla. Quisiera envolverla más entre mis brazos y llenar de pequeños besos su hermoso rostro. Dirijo mi mirada hacia la puerta y la observo varios minutos tratando de decidir qué hacer. Por un lado es muy tarde, y por otro he reunido el valor que necesito para llevar a cabo mi idea. Tardaré mucho en volver a sentirme así, confiado y con la sensibilidad a flor de piel.
Vuelvo la vista a Kalinda y deposito un rápido beso en sus labios antes de levantarme con cuidado para que no se despierte. Me aseguro de que este bien protegida del frio y le doy otro beso, esta vez en la frente. Podría mirarla por horas y creo que no me aburriría.
Maldición. Que cursi ha sonado eso. Pasar tanto tiempo con ella y escucharla hablar sobre las novelas románticas que lee me está afectando.
Sin detenerme a meditar las palabras que diré abro la puerta de mi habitación y la cierro despacio tras de mí. El pasillo se encuentra sumido en un gran silencio. Se escucha música en el exterior a lo lejos, de seguro alguno de esos vecinos universitarios está dando una fiesta. Antes solía asistir para matar el rato... y tal vez para hacer una que otra apuesta.
Sacudo la cabeza para quitarme ese recuerdo, no es momento de escarbar en ese pasado.
Inhalo profundo para luego soltar el aire de repente, mis manos comienzan a fastidiar por el sudor pero no le tomo importancia. Miro a la derecha y camino en diagonal hasta la puerta violeta adornada con frases motivadoras. La verdad no sabría decir cuando las colocó, sólo sé que una mañana me percaté de que ahí estaban. Estoy a unos centímetros de tocar cuando me detengo. Pensándolo bien... Cedric odia que lo molesten cuando duerme, o cuando está teniendo acción. Descarto lo último ya que no se oye nada y si así fuera el caso no me inmuto. Es más, será divertido verlos avergonzados. En especial a mi queridísima hermana. Con la idea en mente de sorprenderlos para luego burlarme toco la puerta, sin ser brusco. No quiero interrumpir el sueño de Kalinda.
Me apoyo en el marco mirando en dirección a la ventana, hay un árbol que tapa la vista. Tendremos que podarlo en vacaciones y ya que estamos repintar la sala, arreglar el garaje que es una autentica pocilga en la cual podríamos criar cerdos, aunque no es mala idea, se lo comentaré a Irene a ver qué le parece.
― ¿Declan, estás bien? ―su voz somnolienta me toma desprevenido, me doy la vuelta y la veo sonreír―. ¿Interrumpí tus pensamientos impuros con Kalinda? ―pregunta risueña.
También me sorprende ese comentario y trato de defenderme pero no puedo. Las palabras no salen, se me ocurren tantas explicaciones pero es como si pelearan entre sí y se impiden el paso unas con otras. Y para rematar creo que me he...
― ¡Oh, mi Dios! ―Irene se acerca tanto a mi cara que me intimida. ¿De verdad soy yo en estos momentos? ―. ¡Mi hermanito está sonrojado! ―apenas finalizó la oración cubrí su boca. Creo que la ha escuchado la mitad del barrio, incluso los universitarios le han bajado la música para oír lo que ha dicho.
― ¿No puedes ser más discreta?
― ¿No puedes estar tu menos rojo? ―inquiere quitando mi mano de su boca y sigue examinándome―. Nunca creí decir esto pero te ves ad...
― No lo digas. ―le advierto sintiendo como mis músculos se tensan―. Y no, ni siquiera Kalinda me lo ha dicho y no tiene porqué. ―me adelanto a responder su pregunta.
― No es malo ser adorable, Declan. ―me mira apenada, su mirada decae por el recuerdo.
― Es malo cuando eso atrae memorias que quieres olvidar.
― Bien sabes, y estoy segura de que Kalinda también te lo ha dicho, que del pasado no podrás escapar. ―da un paso hacia mí y extiende sus brazos―. Sólo no te aferres a él, no dejes que te carcoma y nuble tu felicidad actual. Sólo... no lo repitas.
Esta escena, ella abriendo sus brazos para que yo me acerque a abrazarla... me hace sentir inferior, vulnerable... vuelvo a ser aquel chico que corría a buscar a su hermana cuando algo iba mal, el chico que no tenía miedo de llorar y que alguien lo viera, el chico que admiraba a su hermana mayor por todo el esfuerzo que ponía en criarlo y darle un buen bienestar. Sigo siendo aquel chico, muy dentro de mí sigo necesitando mucho de ella aunque me empeñé en creer lo contrario.
― Declan, ¿me dejarás así toda la noche? ―me mira enarcando una ceja y posterior a eso me saca la lengua. Algunas cosas nunca cambiaran. Me fundo en el abrazo de manera brusca pero no me reclama, sólo se dedica a calmarme en un completo silencio, las palabras no son necesarias. Sin embargo, para mi si lo son, por eso no lo pienso dos veces y lo suelto:
― Irene... te amo, hermana.
Transcurren como dos minutos sin una respuesta por su parte hasta que oigo su risa, y seguido a eso unos sollozos, me abraza más fuerte y murmura en mi oído:
― Te amo, cariño. Hagas lo que hagas siempre te amaré, Declan.
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La chica común y el boxeador imponente.
RomanceElla tiene dieciséis años. Él tiene veinte. Ella jamás se ha metido en problemas. Él vive para eso. Ella se asusta con mucha facilidad. Él piensa que eso es patético. Ella no quiere enamorarse. Él desconoce ese sentimiento. Kalinda necesita a...