Declan:

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Me sorprendo al escuchar el tono de su voz. Es... impresionante. Jamás creí que pudiera lograrlo. Me refiero a hablar así, por supuesto.
Sin embargo, su confianza no dura mucho ya que el miedo vuelve a apoderarse de su mirada y mira indecisa la puerta.
Cuando estoy a punto de preguntar que hará ella toma mi mano con fuerza y sin detenernos abre la puerta y nos dirige rápida y sigilosamente a las escaleras.
Bajamos sin hacer mucho ruido y al encontrarnos a metros de la salida, Kalinda se detiene en seco. Sin darme tiempo a procesar el cambio choco con ella pero no parece importarle. Se aleja de mi para ir a la sala y vuelve al cabo de unos pocos segundos. Me dedica una tímida sonrisa y tomando nuevamente mi mano se asegura que no halla nadie cerca.
Salimos de su casa y nos apresuramos a llegar hasta la vereda en donde sin dudas celebra y pienso que su corazón vuelve a latir con normalidad.

— ¿Feliz? —no puedo evitar la pregunta, aunque la respuesta sea evidente.

— Mucho. —sonríe con más naturalidad y suspira aliviada— Por favor, a la próxima trata de irte cuando veas la oportunidad. —dice en un tono bajo observando por un instante mis ojos.

— ¿Estás insinuando que puedo volver? —ahora yo sonrío y no se porqué. Es como... si me sintiera... ¿feliz? Oh, no. Eso no es posible.

— Yo solo digo. —se encoge de hombros con evidente incomodidad y le echa un vistazo a su casa— Imagino que Irene debe estar preocupada. —cambia de tema mientras empieza a caminar, pasa por mi lado y, por instinto, la retengo del brazo. Kalinda se asusta y es cuando recuerdo quien es: una cobarde patética. Solo eso.

— Te acompaño. —la frase escapa de mis labios antes de que pueda procesarla. ¿Por qué habría de querer estar un minuto más con ella? Diablos, ni yo me entiendo a veces.

— Eh... no es necesario. —suavemente toma mi mano y la aleja de su brazo— La tienda queda cerca. —aclara volviendo a retomar el paso. Es ahí cuando, por alguna razón, me cabreo.

— Nunca te pregunté. —me pongo a su lado— Además, Irene no me perdonaría si supiera que algo te ha pasado y yo pude evitarlo. —intento restarle importancia al asunto y hacer parecer que lo hago por mi hermana. Y es que, en realidad, es así...

Kalinda no puede decidirse entre una salsa de tomate y otra. Lleva cinco minutos en eso. Mientras ella está ahí yo cuido el carrito y cuento los diferentes tipos de cereal para hacer el tiempo más llevadero.
Aún no puedo creer lo que estoy haciendo.
— ¡Declan! —me doy vuelta al escuchar su voz y veo que tiene su celular en la mano— Te dije que estaría preocupada. —sin más palabras me entrega el móvil y me preparo para los gritos.

La chica común y el boxeador imponente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora