Irene:

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Declan ha salido temprano por la mañana. Aún estoy molesta por su comportamiento de ayer. No tenía por qué ser grosero con Kalinda. A ésta se la veía muy incómoda. Sobre todo al final cuando Declan hizo el comentario de su vida perfecta. Honestamente me sorprendió que haya respondido ante eso. Creí que guardaría silencio como lo hizo en todo el camino. Aunque, por otro lado, el que haya aclarado la duda de mi hermano de manera desinteresada me hizo sonreír por dentro.

Pensaba visitar a Kalinda y recompensarla por lo sucedido la noche anterior, pero olvidé el pequeño detalle de que a pesar de tener dos autos en casa mi hermano me prohíbe usar el suyo (razón por la cual siempre trae las llaves consigo) y él se ha llevado la camioneta. No hay un vehículo disponible y el tomar un taxi no es una opción. Al menos para mí.
— ¿Qué sucede? —pego el grito en el cielo al oírlo. Jamás me he acostumbrado al hecho de que Cedric prácticamente vive en nuestra casa. Ha sido el mejor amigo de mi hermano desde que tengo memoria. Se conocieron en primaria y desde entonces nunca se separaron. Por lo general, es Cedric quien saca a mi hermano de grandes problemas, dejándome a mí los pequeños dolores de cabeza. Los cuales aun así, al juntarlos se transforman en uno solo y realmente insoportable.
— ¿Tienes tu auto? —esquivo su pregunta, y a él mismo ya que no trae una remera puesta y se me dificulta no bajar la vista hacia su torso bien trabajado. A pesar de ser un buen amigo de mi hermano, en realidad Cedric es de mi edad, un año mayor.
— No. —sujeta mi muñeca y busca mi mirada— ¿Desde cuándo tan esquiva? —quiere saber a la vez que se acerca peligrosamente a mis labios.
— Aléjate, Cedric. —ordeno. Eso no puede suceder, no de nuevo. Tengo ya mucho de qué preocuparme con mi hermano, no necesito un novio del mismo calibre.
— ¿Te das cuenta que somos dos enamorados que no están juntos? —inquiere deshaciendo su agarre y apoyándose en el sillón. Su vista clavada en el suelo—. Si no fuera por Declan… —se calla. Sabe que no puede hablar de él ya que además de ser mi hermano, es su mejor amigo. Y creo que a pesar de todo él valora mucho su amistad.
— No se trata de… —guardo silencio y pienso bien mis palabras— Tú eres… muy parecido a él. —murmuro por lo bajo.
— ¿También soy un dolor de cabeza para ti? —quiere saber, ha abandonado su puesto y se dirige a la puerta.
— No. —niego— Es solo que… —no sé qué decir— Me gustas… pero no estoy segura de que sea buena idea… estar juntos. —termino la oración mirando un punto contrario a la puerta.
— Lo que en verdad quieres decir es que no te interesa salir con un delincuente. —dice calmado— Lo que buscas en tu vida es estabilidad, una que tu hermano no te da y seguramente yo tampoco te daré. —al pronunciar esto último lo oigo dolido.
— Cedric. —no es la primera vez que tocamos el tema, pero presiento que se dará por cerrado luego de esto.
— Me gustas, Irene. —confiesa. Por primera vez esas palabras, y no otras, salen de su boca. Maldito idiota…— Y aunque jamás estemos juntos de la forma que quiero, seguiré estando a tu lado si me necesitas. —exclama para posteriormente salir de la casa.
Ahora más que nunca necesito a Kalinda.

La chica común y el boxeador imponente.Where stories live. Discover now