Termino algunos prácticos que he estado acumulando y ahora a ultimo momento los hago. Siempre me sucede lo mismo, y aun así, no aprendo. Soy terca, ¿qué puedo decir? Y perezosa, eso también me juega en contra.
—Kalinda, una amiga tuya te espera abajo. —anuncia— Se ve horrible. —agrega Leeroy a lo que frunzo el ceño.
— No digas eso. —lo regaño levantando mi cuerpo de la cama. Mi espalda... duele, maldición—. ¿De casualidad es Irene? —pregunto al pasar a su lado.
— Puede ser. —dice volviendo a su cueva.
Bajo de dos en dos los escalones, casi me mato en los últimos por pisar mal, y veo a una Irene a punto de largar todo lo que tiene. Lágrimas, gritos, palabras, no lo sé. Algo va a ocurrir.
— ¿Qué suc…? —callo de repente cuando se lanza a mis brazos, su cabeza descansa en mi hombro y siento éste empapado en segundos—. Llora lo que quieras y luego dime que ocurre.
Sobo su espalda esperando a que se calme un poco. Me gustaría moverme hasta un lugar más privado, como mi habitación, pero temo interrumpir el llanto de Irene; el cual creo es muy importante ya que necesita dejar salir todo lo que tiene dentro.
Leeroy aparece unos instantes en escena, nos mira extrañado y sigue camino a la cocina.
Debe pensar que estamos chifladas.—Ella volvió. —sorbe los mocos— La bruja maldita del cuento apareció y amenaza nuestras vidas por su codicia. —comenta apretando con fuerza mi brazo, clavando sus uñas. Habrá marcas después.
— ¿Quién es "ella"? —pregunto confundida, desplazando nuestros cuerpos hacia el inicio de la escalera.
— Mi madre, si es que puede llamarse a si a la mujer que te abandona para conseguir la fortuna de un excéntrico millonario. —explica sollozando.
— Con lo que me cuentas, imagino una historia que no me gustaría leer...ni presenciar. —hago el comentario sin poder evitarlo.
— Opino lo mismo. —sonríe con la tristeza reflejada en su mirada, se separa de mí y examina su alrededor.
— Además de Leeroy, estamos solas. —le digo señalando la dirección de mi cuarto—. Supongo que no le has dicho nada a Declan. —adivino dirigiéndonos allá.
— Mi hermano sufrió demasiado en su infancia, yo también, sí, pero él absorbió mucho los problemas y hasta el día de hoy los tiene muy presente. —se detiene a mitad de camino ya que su celular suena—. Es Cedric.
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La chica común y el boxeador imponente.
العاطفيةElla tiene dieciséis años. Él tiene veinte. Ella jamás se ha metido en problemas. Él vive para eso. Ella se asusta con mucha facilidad. Él piensa que eso es patético. Ella no quiere enamorarse. Él desconoce ese sentimiento. Kalinda necesita a...