Capítulo 3. Conociendo a su enemigo

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3. Conociendo a su enemigo

—¡Uff! —Los golpes en los costados lo estaban dejando sin respiración. Notaba la hinchazón de un ojo y como la sangre de su labio partido escurría por su barbilla.

—Muchacho, podemos estar así toda la tarde, tú decides. Te lo pregunto una última vez. ¿Quién te envía? —La figura de un hombre vestido con ricas ropas clavó un intenso escrutinio sobre su prisionero. Su pelo rubio lo tenía pegado a la cara, apenas veía a través de él, sin embargo no pensaba achantarse, más bien todo lo contrario sus penetrantes ojos azules lo seguían con descaro. Era soberbio y estaba acostumbrado a la pelea.

—Tu madre —Y lo escupió a la cara. Como resultado de su insolencia, recibió otro puñetazo directo a su mentón que desplazó su cabeza con violencia hacia detrás. Gotas de sudor y sangre salieron despedidas y salpicaron a su interlocutor. No hizo más que aumentar la furia interior, se giró con insolencia y desafió a su carcelero. Era un provocador nato. El hombretón vaciló unos segundos y buscó la aprobación de su señor. La naturaleza quiso favorecer a ese ser inmundo de una constitución fuerte, sin embargo no fue dotado de gran cerebro, no había más que ver su rostro para darse cuenta de ello, sobre todo en aquellos diminutos ojillos marrones que reflejaban el grado de estupidez supina que habitaba en su interior. Cada vez que se sorbía los mocos de su nariz de porreta, arqueaba sus cejas pobladas y descuidas. Unas arruguillas se formaban en una frente despejada de pelo ralo y negro. Sus movimientos a pesar de su fuerza ruda, le conferían un aire de torpeza, que si bien Ekaitz no hubiese estado atado, lo habría reducido en un segundo con su destreza.

—Lo vas a dejar inconsciente, Whuiza. No quiero lo mates. —El que acaba de hablar era su señor, Don Thomas Beauchene, dominaba las tierras alteas de la Isla Cancoa. Era un territorio costero que miraba hacia el continente Shastanio de dónde él había venido. Estaban situados en un lugar estratégico para interceptar cualquier nave que quisiese acercarse a la Isla, ya que la zona oriental se había encargado la propia naturaleza de hacerla inabordable. Pronunciados acantilados de costa rocosa y fuerte oleaje eran bien conocidos por cualquier capitán que se jactase de ser un lobo de mar. Ningún barco en su sano juicio trataría de abordar por allí. No era el caso de Ekaitz, temerario por naturaleza y metódico estratega.

—Bien, veo no quieres hablar. Te dejaremos otro rato en esta celda mugrienta y asquerosa a ver si te despejas y para cuando regresemos, espero estés más colaborador. —El caballero hizo una señal a su carcelero y el tal Whuiza lo cogió de los pelos con regocijo y le echó un cubo de agua helada por la cabeza. Ekaitz sacó su lengua para refrescarse y como un perro sediento, se relamió las pocas gotas que escurrían cerca de la comisura de sus labios. Oyó una risa hueca.

—No eres más que una rata asquerosa salida de un agujero apestoso.

Los dos hombres por fin trabaron la puerta y lo dejaron solo. Esperó unos minutos más y fue entonces cuando se dedicó como un poseso a deshacer las ataduras con cuidado de no alertar al vigía. Mientras era apaleado, su cerebro maquinó a toda prisa y consiguió aflojar un poco la cuerda, ninguno reparó en ese detalle gracias al balanceo de su cuerpo con cada golpe. Por fin, un tirón más y se liberó. Lo primero que hizo fue mirar a través de la ventana, daba a un respiradero que ascendía hasta la calle, era un tragaluz. Estaba en la parte baja de la fortaleza.

Perfecto.

Se sacó una daga de sus botas y esbozó una sonrisa cínica. Se detuvo a pensar en lo estúpidos que habían sido en no haberle cacheado para asegurarse que no portaba ninguna arma más. Y ese craso error por parte de sus enemigos les iba a costar muy caro. Golpeó fuerte la puerta. Al otro lado habían dejado a un guardia. Tenía que actuar muy rápido si quería escapar de allí. Nada. Volvió a golpear y escuchó de nuevo. Nada, el soldado ni se inmutaba. Furioso, golpeó sin parar hasta que escuchó un gruñido al otro lado.

Navegando En Tierra De NadieWhere stories live. Discover now