Capítulo 34: 29 de septiembre de 2004

1.1K 104 324
                                    

Parte I

8:45 a.m. No tienes idea de cuánto odio los límites de tiempo. Una hora final, una sola oportunidad, una jugada donde todo llega a su fin... Es como contar con una única flecha y estar obligada a dar en el blanco. Sabes a lo que me refiero, ¿no es cierto? Hablo de esos momentos decisivos, momentos donde no hay espacio para fallas ni para errores, donde vacilar no está permitido ni mucho menos concederte unos segundos para pensar en tus opciones. Es todo o nada. Es el instante antes de la victoria o el instante antes de la derrota y, quizás, la peor parte no es saber que se trata del final, sino recordar que no tienes ni la menor noción de lo que ocurrirá una vez todo haya terminado.

Estaba ansiosa, me sentía con las piernas débiles y con un nudo en la garganta. Mi cordura estaba al borde del colapso y mi mente estaba tan angustiada por el futuro que lo único que podía hacer era continuar repitiéndome las mismas tres preguntas: ¿Qué pasará si no lo consigo? ¿Cómo demonios haría para lidiar con la culpa si, al final de las cosas, era solamente por mí que la vida de Lukas no volvía a ser como antes? ¿Cómo diablos soportaría perder a la única persona que, durante meses, había luchado por recuperar?

Mis pensamientos eran un caos y, créeme, esta vez no se trataba de una mera exageración.

— ¡Te dije que no te alejaras, Lukas!

—Perdón, perdón —se apresuró en regresar a mi lado, apartando la vista de aquella vitrina de postres—, es que no he desayunado nada, Yvonne.

Lo sujeté del brazo para mirarle el reloj de muñeca.

«8:45 de la mañana»

—Agh, lo olvidé por completo... Lo siento mucho, Lukas, no me había dado cuenta de la hora.

—Perdonarte sería mucho más fácil si estuvieras usando algún tipo de postre como chantaje.

—Debí suponerlo.

—Tal vez un panqué de chocolate amargo o un pan de canela con helado de... No, espera, ¡ya sé! Fresas con crema chantilly sobre una rebanada de pastel de queso.

—Tienes hambre, ya entendí. Pero si paramos en alguna cafetería, tendrás que prometerme que comerás lo más rápido que puedas.

El tiempo se agotaba y estaba consciente de que no había forma de ponerlo en pausa. Las pocas horas que todavía me quedaban antes del amanecer del 30 de septiembre parecían un chiste comparadas con la idea de perder a mi compañero. Por eso me obligaba a mí misma a recorrer las calles de Frankfurt aún sin contar siquiera con una pista acerca del doceavo.

Tendrás que estar de acuerdo conmigo cuando digo que el medallón puede ser demasiado cínico cuando así se lo propone. Tan solo échele un vistazo al verso que la "amable y piadosa" reliquia decidió dejar a su guardiana como muestra de su leal afecto:

💢 El fin llegará a ti 💢

Sin ubicación, sin metáforas, sin acertijos escondidos. Cinco simples palabras que, a mi parecer, no significaban absolutamente nada. Vamos, ¿qué clase de desafío era ese? ¿Una broma de mal gusto?

—Vale, lo prometo —Lukas me dedicó una media sonrisa, completamente entusiasmado con la idea de recibir un postre como desayuno—. No tengo ningún problema con eso. 

Si su alegría no se había extinguido todavía era solo porque desconocía todo aquello que en realidad pasaba por mi cabeza. Me restaban menos de veinticuatro horas para encontrar al último de los Lukas o, de lo contrario, el plazo de un año llegaría a su fin y las circunstancias comenzarían a adquirir tintes de verdadera catástrofe.

Mi secreto es inhumanoWhere stories live. Discover now