Capítulo 16: 12 de junio de 2004

10.2K 343 171
                                    

Han pasado seis semanas, cuarenta y dos días, mil ocho horas, sesenta mil cuatrocientos ochenta minutos o tres millones seiscientos veintiocho mil ochocientos segundos desde la última vez que escribí para ti. Vaya dato curioso, ¿eh? Realmente me da la impresión de que el tiempo en el presente transcurre demasiado lento en comparación con lo rápido que suele percibirse en el pasado.

Si bien es cierto que ajustarme a las rutinas poco flexibles de Lukas no me parece algo tan complicado, debo confesar que la monotonía de la vida humana es una condición a la que todavía no logro acostumbrarme del todo. Sabes de lo que hablo, ¿no? Me refiero a esas actividades kilométricas que parecen nunca terminar: despertar temprano por la mañana, desayunar en la barra del hotel, asegurar nuestra llegada al colegio, impartir las clases de italiano, comer en la cafetería, visitar la biblioteca escolar, utilizar las horas para planificar los programas de aprendizaje, calificar trabajos y tareas, volver caminando hasta las puertas del hotel, separar la ropa de lavandería, cenar los sobrantes del mediodía, tomar un baño y ponerme la ropa de dormir para, finalmente, dejarme caer sobre las sábanas del colchón. Las horas siempre eran iguales, lo habían sido desde hace semanas, pero cuando esa tarde mis ojos se toparon con el mensaje que iluminaba el centro del rubí, ya nada volvió a ser lo mismo de antes. Y, esta vez, no se trata de una mera exageración.

«Al parecer, los gatos negros sí son de mal augurio»

Por alguna razón, creía que el medallón jamás podría ser tan cruel como para permitir que algo malo le sucediera a Lukas. Después de todo lo ocurrido, pensé que era solamente yo quien se jugaba la vida cada vez que uno de sus desafíos me exigía actuar con rapidez, visitar sitios peligrosos o burlar la vigilancia de algún establecimiento de poco renombre. Pero arriesgar la seguridad de un pequeñito de diez años... Yo nunca imaginé que el medallón sería capaz de algo como eso.

Si hubiera prestado más atención a las palabras del noveno desafío, si me hubiera obligado a entender cada una de las extrañas peculiaridades de Lukas, o si tan solo hubiera tardado menos tiempo en abordar los vagones del tren, quizás habría encontrado la forma de evitar el trauma que mi querido compañero presenta ahora.

¿Culpa? Ja, ojalá fuera solo eso. Créeme: la sensación es mil veces peor.

💢#10: Hay poco tiempo y solo dos maneras de actuar: correr y de sus enemigos apartar, o tardar y aceptar que pronto desaparecerá. Donde todo comenzó es donde este desafío terminará.💢

Sabía exactamente a dónde ir. Era la primera vez que una simple lectura parecía ser suficiente para descifrar el acertijo: la frase "donde todo comenzó" no podía hacer referencia a ningún otro lugar además de la casa de la familia Diederich. Era obvio para mí; esa mansión era la cuna de mis desastres, era la causa de todos y cada uno de mis errores y era el único sitio en donde todos los puntos de partida parecían coincidir. Era la respuesta correcta, estaba tan segura de eso que ni siquiera lo pensé dos veces antes de salir de la habitación y pedirle a Lukas que se limitara a seguir cada uno de mis pasos.

Pensé que bastaría con darme prisa para cumplir con las órdenes del medallón, y esa fue una equivocación. Creí que caminar hasta la segunda estación más cercana sería más razonable que visitar una plataforma atiborrada de personas, y esa fue mi ruina. Las decisiones que tomamos definen nuestras posibilidades, pero ¿cómo iba yo a saber que las circunstancias del décimo desafío dependían por entero de nuestro tiempo de traslado?

— ¿A dónde vamos? —Era la tercera vez que Lukas me hacía esa pregunta.

—La curiosidad mató al gato.

«Pero la satisfacción de lo que vio lo revivió» agregó una voz en mi cabeza.

—No entiendo, Yvonne... Yo no soy un gato.

Mi tiempo es inestableWhere stories live. Discover now