Capítulo 5: 16 de septiembre del 2003

13.7K 272 126
                                    

Todavía recuerdo lo que pasó ayer. ¡Qué desgracia! Lukas saber jugar cartas mucho mejor de lo que imaginaba.

«Vaya suerte la mía»

No pude dormir durante la noche. Pensar demasiado... ¿Te ha pasado a ti? Una voz en tu cabeza continúa hablando mientras intentas cerrar los ojos, valiéndose de la memoria para desarrollar cientos de opciones y escenarios diferentes. Bueno, fue exactamente lo que me ocurrió ayer, aunque en esta ocasión, fue un único recuerdo el culpable de mi insomnio:

"Lukas y yo sentados a la mesa de aquel salón de arte. Discutíamos acerca de sus métodos 'aceptables' para hacer trampa. Sus múltiples intentos por persuadirme fueron inútiles, en especial porque estaba totalmente decidida a no dejarme llevar por su montón de excusas y sus poco argumentados pretextos.

—Mejor solo acepta que perdiste y ya.

—Estoy segura de que el comodín era el número tres, ¿entiendes? —Puse mis naipes sobre la mesa para hacerle notar que mi juego se había basado en tal suposición—. No el número dos.

—Nunca dijiste que habíamos cambiado de comodín.

—No hace falta decirlo, Lukas, las rondas siempre cambian y lo sabes. Así es el juego.

—Pues yo nunca he jugado con esa regla.

Se inclinó hacia mí para reunir el resto de las cartas, pero por alguna extraña razón, que me tocara la mano de manera accidental fue lo que, así de la nada, me hizo sentir sumamente nerviosa."

El porqué todavía me parece algo incomprensible, quiero decir, nunca antes me había pasado que la cercanía de una persona me hiciera sentir tan...

— ¡Thomas! —Fue un grito inesperado lo que me obligó a despegar la vista de mi diario—. ¡Thomas!

Era la voz de mamá. Wilhelmine la trajo devuelta ayer por la noche, después de que el doctor le hubiera recetado un par de pastillas para la fiebre, otras para el dolor abdominal y, en adición, un curioso fármaco de gotas que tenía la supuesta función de parar sus náuseas. Sea como sea, empiezo a creer que la medicina no está surtiendo mucho efecto.

— ¡Thomas!

Me apresuré en levantarme de la cama, corriendo a través del pasillo que conectaba mi habitación con el cuarto de mamá. Entré a ciegas, incluso sin haberme preocupado por encender la luz, pues distinguir su silueta moviéndose con desesperación entre las sábanas me pareció lo suficientemente alarmante como para molestarme en buscar el interruptor.

— ¡Thomas! ¡Quédate aquí! —Murmuraba frases que carecían de sentido mientras continuaba gritando, a todo volumen, el nombre de papá—. No lo lastimen... Por favor, solo estaba en su despacho, ¡por favor!

— ¿Mamá?

— ¡No era un mal hombre! ¡No estaba haciendo nada malo!

—Oye, mamá —tuve que sentarme a la orilla de su cama para hablarle más de cerca—, todo está bien, ¿entiendes?

—No, nada está bien, nada está...

—Tienes que despertar, mamá.

—No estaba haciendo nada malo, ¿oíste?

— ¡Mamá!

No lo pensé demasiado antes de sujetarla de ambos antebrazos. No solo bastó para que abriera los ojos, sino también para que se sobresaltara del susto.

— ¡Demonios! ¿Quién está...?

—Solo soy yo mamá.

—Cielos, Yvonne... ¡Casi me das un infarto, cariño!

Mi secreto es inhumanoWhere stories live. Discover now