Capítulo 35: 29 de septiembre de 2004

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Parte II

Está claro que hay muchas cosas que todavía ignoras. Algunas de ellas seguramente ya te habrán pasado por la cabeza, tal vez porque, de algún modo u otro, todo parecía indicar que en algún momento sucederían. Sin embargo, hay otras que en verdad dudo que hayas tenido la capacidad de intuir, esperar o, incluso, de imaginar. ¿Por qué digo algo como esto? Bien, porque asimilar lo que ocurrió ni siquiera fue sencillo para mí, en especial después de haber notado que doce desafíos no bastarían ni de chiste para solucionar aquello que desde un inicio traté de evitar.

Pero volvamos a centrarnos en la versión cronológicamente ordenada de esta historia, ¿te parece?

Lo cierto es que haber confesado mis errores frente a la única persona que siempre tuve miedo de decepcionar fue liberador, en parte porque ni siquiera tuve que hacer un esfuerzo para que él aceptara creer en cada una de mis palabras. No cualquiera se atrevería a seguir caminando junto a alguien que estuvo a punto de arruinarle la vida, pero lo más curioso del asunto es que Lukas parece estar dispuesto a confiar ciegamente en mí, incluso después de todo lo ocurrido. Todavía no tengo muy claro qué diablos hice para que me otorgara esa clase de confianza, pero independientemente de la respuesta, estaba tan agradecida con él que, mientras nos limitábamos a recorrer las orillas del río Main, no podía dejar de pensar en cuál sería el mejor modo de compensárselo. Postres, libros, fresas o pinturas... Realmente me parecían poca cosa comparado con el sentimiento que deseaba transmitirle.

Hay un detalle aquí que es importante especificar: sí, tal vez mi compañero no tuvo inconvenientes para aceptar mi versión de la historia —y tampoco dio la impresión de estar molesto conmigo cuando le hablé sobre cada una de mis imprudencias—, pero eso no cancelaba el hecho de que continuara luciendo como un chico totalmente desorientado. A juzgar por la forma en que fruncía la boca, casi podía apostar que se hallaba mucho más confundido de lo que se encontraba en un principio.

—Oye... ¿Estás bien, Lukas?

Mantuvo la vista clavada en la superficie del pavimento.

— ¿Lukas?

Tuve que sujetarlo de la mano con más fuerza para asegurarme de llamar su atención.

—Oye, compañero, ¿está todo en orden?

— ¿Está todo en orden?

—Me refiero a que si está todo bien —reiteré.

—Ah, eso. Es solo que... Creo que es mucha información, Yvonne.

«Sí, lo sé»

—Puedes preguntarme lo que sea, ¿sabes?

—No tengo tantas dudas como tal vez lo parece.

— ¿Y por qué estás tan preocupado entonces?

—Porque... —lo vi clavar la mirada en el símbolo que llevaba marcado en la muñeca—. Dijiste que esto era un rastreador.

—Uno que no funciona cuando estás cerca del medallón.

—Sí, pero... Si las personas que hace un año entraron en mi casa estaban buscándome a mí, no crees que todavía estén tratando de encontrarme, ¿o sí?

—El medallón se aseguró de que las SS nunca supieran de tu identidad, así que no creo que le otorguen importancia a un viejo reporte de información confidencial.

De acuerdo, pausa. Trataré de explicártelo tal como yo lo entendí:

Al parecer, parte de los cambios que la reliquia había hecho a la cronología original consistieron en evitar la intromisión de las SS y, por supuesto, borrar todo rastro de mi estúpido plan como "ladrona de bebés". Así que, en resumen, la nueva cronología ha quedado reparada de la siguiente manera: las SS nunca descubrieron que el usuario del computador se trataba de mi compañero, yo jamás me encontré con aquel grupo de guardias dentro de la mansión y nadie nunca fue capturado durante aquella mañana del veintinueve de septiembre. ¿Lo tienes más claro ahora? Es justo por eso que estar en su habitación era la última memoria que Lukas creía recordar, pues el medallón lo sacó de aquel sitio justo antes de que las cosas se convirtieran en el completo caos que tú y yo conocemos ya.

Mi secreto es inhumanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora