Capítulo 3: No la cagues, Alex.

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—No recuerdo nada de eso —negó rápidamente, aunque reconocía que sí lo pensaba a veces.

—Yo sí lo recuerdo, y sé que te gustaría volver a sentir lo que viviste años atrás. Así que mi consejo es este —hizo una pausa corta y dramática—: no la cagues, Alex.

"No la cagues, Alex". Apuntado. Ahora se quedó en silencio ella, pensativa. No, no quería hacer las cosas mal, esta vez estaba ilusionada y parecía de verdad. Se despidió de su hermana y le prometió que esa noche estaría disponible para hacer Skype con Juno.

Se sentó en el coche y activó el manos-libres, arrancando el coche para charlar con Avery mientras volvía a casa. Estuvo a punto de cortar la llamada, cuando escuchó su voz.

—Ya pensaba que me habías dado otro número —comentó divertida.

—Lo siento, Alex, casi siempre tengo el móvil lejos de mí. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, algo cansada ahora, pero al menos ya vuelvo a casa —sonrió al escucharla reír—. Tú has dormido bien, ¿verdad? Que suerte tenéis los alumnos, no lo sabéis bien.

—Anoche tuve el último turno, así que he aprovechado toda la mañana para hacerlo —se burló, y ambas se quedaron en silencio unos segundos. Se armó de valor y dijo la próxima frase, tamborileando en el volante con el pulgar mientras esperaba en un semáforo.

—Tengo ganas de verte.

—¿Eres de las enamoradizas dependientes? —interrogó— Porque entonces sigo teniendo una visión equivocada de ti, Alex.

—No —dijo tras soltar una carcajada—, pero me muero un poco por poder besarte otra vez, maldita. Quizás mañana deje de llevar el traje de tortuga... —bromeó, como si aún fuese disfrazada, y Avery volvió a reír.

—¿Me propones algo, Alex? —el tono coqueto que usó le hizo mantener la sonrisa.

—¿Te apetece mañana cenar conmigo?

—¿Invitas tú?

—Te invito a lo que quieras, puede que incluso a mi casa si consigues impresionarme.

—Y ahí está: mi visión real de Alexa.

—Ver una película, Avery. Para ver una película. Mis intenciones son buenas —intentó sonar inocente.

—Vale, acepto.

—Te recojo cuando salga del trabajo, mañana tengo que quedarme por la tarde también, pero a las ocho seguro que he salido.

—Te esperaré fuera de la residencia a las ocho y media.

—Perfecto —dio por zanjada la quedada.

—Perfecto —sonrió, y su voz le indicaba que ella también lo hacía.

—Hablamos, Ave. Hasta mañana.

No sabía por qué exactamente, pero creía firmemente en que, si se había vuelto a encontrar con ella, era una señal. Una señal que se alimentaba también de lo que estaba sintiendo en esos momentos y de las ganas que tenía de fundir sus labios con los suyos otra vez. De volver a experimentar ese sentimiento que quedó muy aparcado en el pasado.

X X X

Se giró, completamente vestida, y sonrió nada más vio el rostro de Raven observándola orgullosa. Dejó que le colocase bien el cuello de la chaqueta de vestir que le había comprado ella misma para la ocasión mientras la miraba fijamente, perdiéndose en esa sonrisa permanente que decoraba su rostro.

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