Capítulo Cuarenta y Uno

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—Entonces, ¿tienes veinticinco años? —me pregunta una de las doctoras de la directiva que nos acompaña en la cena.

—Veintiséis —la corrijo, intentando no pensar mucho en mi fallida fiesta de cumpleaños.

—Eres muy joven para tener todo el éxito que posees. Debes de estar muy orgullosa de ti misma —dice la doctora sonriéndome amablemente.

—Mis padres eran mucho más jóvenes que yo cuando iniciaron con la compañía. Supongo que es algo de familia —digo, intentando sentirme más cómoda con todo esto.

—Conocí a Charles y Angeline hace unos años, coincidimos en una cena benéfica y me pareció muy interesante todo el trabajo que hacen en su empresa. Es algo realmente bueno que sean ustedes lo que ayuden al hospital en esta nueva etapa.

—Haremos lo mejor que podamos —contesto, esta vez intentando mantenerme calmada.

Quiero irme, hay algo en todo esto que me desanima. No entiendo si es la situación, la compañía o solo yo, pero no es el lugar en el que quiero pasar la noche.

Por suerte nuestra, o mía, la cena culmina, y Tom y yo podemos volver al hotel sin nada más que nos entretenga.

— ¿Qué te ocurre, Phoe? Has estado algo distante toda la noche.

—Nada, solo un poco cansada.

Tom no dice nada más hasta que llegamos al hotel y me desea buenas noches cuando estamos frente a nuestras habitaciones.

No quiero pensar en que me sucede realmente algo, se que solo es mi cerebro funcionando. Se que todo se debe a lo que Tom me ha dicho antes, sobre Blake, y mi promesa a mi misma de no volver a ser como antes, de cambiar.

Quiero cambiar.

Me pongo el pijama lo más rápido que puedo, y me meto dentro de la cama. Mantengo los ojos cerrados por horas, pero el sueño simplemente no llega. Mi cabeza da vueltas y las ideas hacen que no pueda descansar.

Recuerdo que Theo tiene un método muy efectivo para cuando ocurren estas cosas.

Música.

Tomo mi teléfono y elijo algo que escuchar. Pongo lo primero que aparece en la pantalla y me dejo llevar por las melodías del piano, y antes de siquiera darme cuenta, ya estoy dormida.


Durante el vuelo de regreso, mi cabeza comienza a formular más de lo que debe. Estoy cansada y quiero dormir por horas, pero el avión no es tan cómodo como para conciliar el sueño y cuando aterrizamos en Nueva York mi cabeza está completamente en otra parte.

— ¿Theo? ¿Qué haces aquí?

—Estábamos en la ciudad y mamá me ha dicho que volvían hoy, así que me ofrecí a venir por ustedes. ¿Están listo?

Mi hermano guarda las maletas en la parte trasera y subimos en silencio.

Hay algo en el ambiente que me causa un dolor de cabeza inimaginable. El frío del invierno comienza a golpear cada vez más fuerte y se abría su paso a través de los huesos como dagas sumamente afiladas.

— ¿Qué tienes Phoe? —pregunta Theo, mirándome rápidamente antes de volver su vista a la carretera.

—Frío —digo sin más. Él se quita su abrigo y me lo da junto a una sonrisa. Le agradezco y me lo coloco amortiguando el dolor de las pequeñas navajas en mis brazos.

— ¿Cómo estuvo Washington?

—Bien, bastante movido —Tom responde, haciendo que sienta un poco más de calma. Le agradezco mentalmente por el hecho de que se él el que responda.

Phoebe, Schlesinger IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora