—Ya, y no sabes lo orgullosa que estoy de ti.

—Y yo de ti. De tu gran trabajo... —entonces una bombilla se encendió en su cabeza— ¿Te acuerdas de cuando nos intercambiábamos? —puso sonrisa pícara.

—No vas a ir a sacar fotos a ninguna chica —zanjó el tema sin empezarlo, y Alex abrió la boca totalmente sorprendida.

—¡Deja de leerme la mente!

—Eres muy predecible —rio la pequeña.

—Hola, Alex —saludaron tras Lexa, y Alex sonrió—. ¿Por qué siempre que hacéis Skype estás desnuda? ¿Es un tipo de rollo entre gemelas?

—No estoy desnuda, Clarke —se levantó de la silla, tan solo iba con el pantalón y el sujetador; y se giró para buscar la camiseta que llevaría esa noche—. Estoy arreglándome para ir de fiesta, a ver si cazo unas buenas presas.

—De una en una, Woods —habló Lexa.

—De las que quieran en las que quieran, Woods —contestó en mismo tono, y escuchó la risa ronca de Clarke—. ¿Y Juno? —preguntó, volviéndose a sentar en la silla. A ella sí que la echaba de menos.

—Está dormida —sonrió la rubia, sentándose sobre el regazo de Lexa, y Alex se alegró al ver esa imagen tan doméstica y tan real—. Siempre pregunta por ti antes de dormir, está loca por verte.

—Y yo por verla a ella —suspiró, mirándose las manos, sintiéndose mal por estar perdiéndose cada nuevo paso de su sobrina—. Bueno, mujeres, os dejo a solas —cambió de tema para no centrarse demasiado en sus pensamientos—. Voy a terminar de arreglarme y... ¡a descubrir la ciudad!

—Alex —la llamó Lexa antes de que apagase nada, y Alex empezó a imitarla con voz aguda, burlándose de ella.

—"Llámame cuando llegues a casa, por favor. No quiero que te secuestren y te violen horriblemente en un parking entre tres tíos con pecho peludo. Ah, si llevas a una mujer que tenga buenos melones, sácale una foto para que yo la vea también..."

—¿Qué es eso de los melones? —preguntó Clarke, girando el rostro rápidamente hacia Lexa, que la miró con odio.

—Ya sabes lo idiota que es.

—Alexa Woods... —empezó la rubia, pero Alex se despedía con la mano y una gran sonrisa en el rostro antes de dar al botón de colgar la video llamada.

Suspiró, quedándose seria, antes de levantarse y dirigirse al baño para retocarse un poco. Aunque intentaba no serlo, se dio cuenta desde que se fue a realizar el doctorado a Princeton, era un poco dependiente de las personas; y era lo que más le costaba de vivir tan lejos de su otra mitad, que siempre había sido su hermana.

Menos al comienzo de todo, que su otra mitad fue alguien ajeno a su familia.

X X X

Las luces parpadeantes, la música retumbando en sus oídos, el olor a alcohol y sudor mezclado con otros más agradables, como podían ser el de chicas que llevaban unos perfumes cojonudos, le hacía disfrutar al máximo de esas situaciones donde el objetivo claro era llevarse a alguien a la cama. Mínimo.

Empezó a recorrer el local, estaba sedienta, no iba a negarlo. El sexo siempre había sido su hobbie, y no lo ocultaba porque lo necesitaba. Había mujeres que estaban muy buenas en aquel local, Paula no había elegido mal del todo. Y estar en un sitio de costa implicaba que hacía más calor, por lo tanto, esos cuerpos del deseo estaban bronceados y llevaban poca ropa.

—¿Encuentras alguna? —hablaron a su oído, era Paula.

—Lo malo de los locales donde existe la heterosexualidad es la dificultad de encontrar a alguien que no lo sea —contestó experta en la materia.

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