«CAPÍTULO DIECISIETE»

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Capítulo Diecisiete.

Pacifica rio con fuerza viendo a la castaña que tenía en frente. ¡Era una tramposa! Y de eso no cabía duda. Agarró las cartas que tenía en las manos y se las tiró todas en la cara ganándose una queja de Mabel.

—¡Oye! ¡Qué grosera!

—La grosera eres tú por hacer trampa.

—¡No he hecho trampa!

La rubia la miró indignada y negó arreglándose el cabello lentamente.

—¿Te atreves a mentirle a tu novia?

Mabel gateó hacia ella y rozó sus narices relamiendo sus labios.

—No te estoy mintiendo, tú eres una picona que busca cualquier excusa cuando le ganan.

La chica la miró mal y tomó a la castaña del cuello para que ambas caigan a la cama, una encima de otra. Rieron un rato hasta que Mabel se apoyó en las palmas de sus manos para alzar la cabeza y mirar a la chica que la traía completamente loca.

Se acercó a ella y empezó a besarla lentamente. Besarla ahora era mucho más reconfortante que antes ya que ambas eran novias y no tenían ninguna vergüenza de decirlo, Mabel realmente se sentía orgullosa de eso. Había valido la pena todo el sacrificio que había hecho para estar con ella. Al fin eran felices y ahora nadie se encontraba en su contra. Bueno... por lo menos nadie que les importe a ellas.

Sus besos empezaron a bajar hasta el cuello de la chica; pero la mano de la rubia en su frente, empujándola para que se separara, la detuvo.

La castaña bufó y la miró.

—¿Qué sucede ahora?

—... Es que.

—Pacifica, no vas a quedar embarazada—se burló.

—¡Eso ya lo sé! ¿Me crees estúpida? —Su novia puso una mano en su mentón—. ¡Agh! No respondas, Pines.

—Oye... no eres virgen—la rubia se sonrojó—. ¿A qué le temes? ¡Llevamos tres meses juntas!

—Sí, sí. Es obvio que sé eso. Lo que pasa es que... esto es nuevo.

—Confía en mi ¿Si? Yo sé que te va a encantar y si no... puedes pegarme el resto de mi vida.

—Que tentador.

Ambas rieron roncamente y Mabel tomó la iniciativa de apegar sus cuerpos por fin, le susurraba palabras bonitas para que se sintiera tranquila. Pacifica empezó a respirar cada vez más agitada.

Eso era buena señal.

Ok, Mabel—se alentó mentalmente—. No seas brutal.

La castaña suspiró un poco nerviosa, lo había hecho antes...

Pero sabemos muy bien que hay una gran diferencia en tener sexo y hacer el amor.

Subió sus manos hasta llegar a sus pechos, colocó sus palmas sobre estos y empezó a moverlos de manera circular repetitivas veces. No dejaba de mirarla, quería ver cualquier expresión que tuviera la rubia.

Esta se retorció un poco debajo de ella y empezó a jadear por lo bajo. Siempre había creído que sus pechos eran muy sensibles.

Su playera morada fue retirada dejando ver un lindo bracier blanco con encaje.

—Qué lindo, pero creo que no voy a necesitarlo ahora~—se burló pasando sus manos por su espalda para desabrocharlo y deshacerse de él.

Y suspiro salió de los labios de la contraria y ocultó su rostro bajo su flequillo.

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