«CAPÍTULO OCHO»

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Capítulo Ocho.

Pacifica salió al patio de la escuela mientras lamia su paleta de sabor fresa. Buscó por todo lugar a la castaña, al encontrarla, tragó saliva y se acercó lentamente hacia ella.

—¿Quieres conocer lo que es verdadera diversión? —preguntó con una sonrisa de lado y una ceja enarcada.

Un gran grito salió de su garganta al sentir como aquel juego caía hacia el suelo, la chica se agarró con fuerza del cinturón, que la sujetaba, y cerró los ojos. Por otro lado Mabel reía a carcajadas con los brazos elevados y con todos los cabellos en la cara.

—¡M-Mabel! —apretó el fierro de seguridad.

—¡Solo alza los brazos!

La castaña tomó ambas manos de la rubia y las soltó de aquel fierro para tirarlas hacia arriba. Pacifica sintió como todo el aire le caía a la cara y la despeinaba, abrió un ojo y luego el otro. Todo se movía con tanta rapidez.

Una sonrisa se formó en su rostro.

Luego soltó una risita.

Y luego una carcajada.

Disfrutó el juego y cada momento que pasaba en él, las vueltas toscas y la velocidad. Era divertido, lo admitía. Se sentía realmente... realmente bien.

Al terminar el juego la chica salió disparada y se agachó para besar su mano y tocar el suelo.

—Nunca te había amado tanto, amigo.

—¿Acaso no te gustó?

—¿Bromeas? —La rubia alzó la mirada—. ¡Me encantó! ¡Vamos a otro!

Mabel sonrió y extendió su mano hacia la rubia, la chica la miró unos segundos y la tomó para levantarse.

—¿Nunca habías venido a un parque de diversiones? —preguntó la castaña caminando hacia el siguiente juego.

—Mis padres dicen que son para pobres—viró los ojos mientras estiraba sus brazos—. Y aparte de que sería mal visto de que alguien me viera en un "lugar de mala muerte".

—Eso me dolió.

Pacifica rio.

—Pero ya estas acostumbrada ¿O no? —la miró.

—Déjame responderte con algo—acto seguido la castaña le sacó ambos dedos medios a la rubia.

Pacifica abrió la boca hasta el suelo y rio por lo hecho. Empujó a la Pines y cruzó sus brazos mientras miraba hacia otro lado.

—¡Eres una grosera!

—Una grosera la cual está pagando toda tu estancia aquí—ambas rieron—. Antes de subir al siguiente juego... no he comido nada así que me compraré una banderilla.

—¿Una bande-qué? —pero la castaña ya se había ido.

Pacifica suspiró y se sentó en una de las banquetas que estaban frente de las carpas de comida. Miró a la castaña de arriba abajo y una sonrisa se formó en su rostro, el rosa era su color. Incluso le quedaba mejor que a ella.

—No... a nadie le queda mejor el rosa que a mí—hizo una mueca y rio con fuerza al darse cuenta de la tontería que había dicho.

Pasó su mirada hacia el suelo e hizo una mueca. La estaba pasando tan bien que se había olvidado de su objetivo.

¿Cómo hacer sentir mal a Mabel después de haberla hecho pasar un día tan lindo?

—Tal vez podría...

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