CAPÍTULO 37 -CIUDAD DE LA DIVERSIÓN

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Hace ya casi 5 meses, cuando viajé a Los Ángeles para presenciar el primer concierto en condiciones de Guns N' Roses, era realmente feliz y sabía a lo que iba a la ciudad. Ahora también estaba en Los Ángeles pero mi situación era bastante distinta. Había escuchado a mi corazón a la hora de elegir Los Ángeles como destino, pero no a mi cerebro. Por primera vez había confiado más en mis instintos que en la pura lógica, la cual me había mantenido a flote hasta aquel día. Parada en medio de la terminal, aún con las maletas me planteé una importante cuestión: ¿qué demonios estaba haciendo allí a las tres de la tarde sin ni siquiera haber avisado?

Hasta aquel momento no me había parado a pensar en el hecho de que no había llamado a Billy diciendo que iba y eso era un verdadero problema. ¿Y si no estaban en la ciudad? Me quedaría en la calle, en una ciudad aún desconocida para mí. Con un nudo en la garganta fui hacia una cabina telefónica al otro lado de la terminal. Saqué la libreta donde tengo apuntado el teléfono del bolso y marqué. Mis esperanzas estaban puestas en aquella llamada. Tuve que esperar unos largos y agónicos segundos a que alguien contestase pero al escuchar la voz de Duff del otro lado de la línea respiré aliviada.

—¿Hola? —preguntó el rubio.

—¿Duff? Soy Mandy.

—¡Vaya Mandy, cuánto tiempo! Te escucho muy mal, ¿dónde estás?

—En Los Ángeles, en el aeropuerto. Acabo de llegar —respondí algo mohína.

—No sabía que venías, eso sí que es una buena sorpresa —noté que a Duff le había agradado la noticia de mi llegada a la ciudad por su tono de voz mucho más sereno que el mío.

—Sí, bueno, tampoco me esperaba acabar aquí —contesté ahora sí bastante apenada.

—¿Te pasa algo? Ya sé, voy ahora mismo allí, ¿sí? Así que espérame fuera y hablamos.

Antes de que me pudiera despedir del rubio ya me había colgado. Al menos ya no estaba sola, Duff venía de camino. Aunque a él le conozco de mi anterior visita a la ciudad se ve a la legua que es un buen chico y que se puede confiar en él. Tal vez lo que necesitaba era hablar con él, contarle mis penas. A lo mejor él me puede ayudar o aunque sea puede escuchar, cualquiera de las dos opciones me vale pero lo que necesitaba en ese momento era sacar todo lo que me oprimía por dentro, toda la rabia y el odio contenidos. Tomé mis maletas y salí de la terminal para sentarme en un banco en la calle para esperar a la llegada de Duff.

En menos de quince minutos el rubio alto llegó en su camioneta negra. Venía solo y nada más verme vino a abrazarme. Sin tan siquiera mediar palabra, tomó mis maletas y subimos al vehículo. No parecía querer hablar hasta llegar al piso pues noté que al mirar mi mano y ver que allí faltaba el anillo que marcaba mi compromiso con Evan supo que lo mejor sería esperar a estar en un sitio tranquilo para hablar largo y distendido sobre el asunto.

Al llegar al apartamento, subimos las escaleras y Duff abrió la puerta. Allí nos topamos con una grata sorpresa pues Erin y Steven estaban siendo... como decirlo... ¿muy cariñosos en el sofá? Al escuchar la puerta abierta y vernos entrar los dos jóvenes se incorporaron algo avergonzados pues Steven estaba en ropa interior y los pantalones de Erin estaban tirados junto al felpudo. No pude evitar reír al verles tan incómodos, desde esta mañana no había sonreído y al menos ahora había conseguido ocultar mi cara de pena durante al menos unos pocos segundos. Duff les miró y seguidamente les riñó.

—¿O sea que no os queríais venir a por Mandy para hacer guarradas en el sofá? ¡Vaya dos!

—Vamos Duff, hacen bien, que disfruten mientras puedan —les guiñé el ojo sonriendo.

Erin se vistió rápidamente y vino a abrazarme. Steven también se vistió y esperó a que Erin me soltase para hacer lo mismo.

—Vamos Mandy, siéntate, tenemos que hablar —pronunció Erin.

It's So Izzy |Guns N' Roses|Where stories live. Discover now