Capítulo 1: Confesión de amor

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Su vista había empeorado durante el año anterior a entrar en la universidad, sobre todo por la cantidad indecente de horas que se pasaba delante del ordenador, pero siempre encontraba algún pretexto para posponer la temida cita con el oculista.

Sin embargo, después de que el mes pasado se metiera en el coche de un desconocido por confundirlo con el de su madre hizo que ya no se pudiese refugiar en ninguna excusa para evitar ir a ver a un profesional.

Changkyun seguía pensando que los dos coches eran prácticamente idénticos...

—Yo de ti me las pondría —le aconsejó Hyunwoo sin moverse de su cómodo sitio: parecía un espectador de un circo que estaba a punto de presenciar cómo un león se iba a echar encima de su víctima.

El menor tragó saliva y miró asustado a Kihyun, el cual se acercaba peligrosamente hacia él hasta casi acorralarle contra la pared, sosteniendo las gafas en el aire con un semblante siniestro. Cuando quería, su amigo podía dar miedo de verdad.

—Te vas a poner las gafas —siseó amenazante. Era más una orden que una petición—, y me vas a ayudar a seguir practicando para la obra de este viernes, ¿de acuerdo? —añadió con una sonrisa muy falsa.

—¿Y... y qué hay de Hyunwoo? Él podría ayudarte... —La voz de Changkyun se fue apagando cuando se dio cuenta de la poca consistencia de su propia sugerencia: todos sabían que ensayar una obra de teatro con su grande amigo sería como intentar dialogar con una piedra. Incluso la piedra tendría más elocuencia.

A Changkyun no le quedó más opción que resignarse y ponerse los grandes lentes, no sin antes maldecir internamente al bajito dictador; aunque era mejor no hacer comentarios en voz alta sobre su altura: primero porque no es que fuese mucho más alto que él como para poder burlarse, pero la razón principal que le llevó a guardarse sus pensamientos fue que no quería acabar bajo tierra.

Y necesitaba seguir vivo para su recital de piano de mañana.

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Changkyun salió discretamente fuera del aula de primer curso cuando sonó el timbre que indicaba que las clases de tarde se habían acabado.

El pequeño chico se sentía exhausto: haberse pasado toda la mañana sometido a la tiranía de Kihyun no ayudó a que pudiese mantenerse despierto y atender a la lección de economía.

La idea de volver a la residencia del campus y así recuperar horas de sueño resultaba muy tentadora, pero para su desgracia, apenas había practicado para su concierto del día siguiente. En momentos como este, Changkyun se arrepentía de haberse unido al club de música.

Últimamente, el chico prefería quedarse en su habitación jugando a algún videojuego o leer un libro antes que tocar el piano.

Eso antes no era así.

A pesar de que le impusieron desde pequeño tocar ese instrumento, Changkyun siempre disfrutó de las melodías que sus dedos eran capaces de crear con tan solo pulsar unas teclas.

Aunque eso no cambiaba el hecho de que, a su parecer, él era un pianista bastante mediocre; el haber asistido a conciertos profesionales había bastado para minar su confianza en sus propias habilidades. Changkyun se contentaba con estar en el punto medio: no se le daba mal, pero tampoco era ningún Beethoven.

Sin embargo, últimamente había perdido la motivación. El piano le dejaba un sentimiento agridulce; ya no sentía lo mismo al tocarlo que años atrás, como si su música estuviese vacía. Simplemente ya no era lo mismo.

Con un suspiro, el muchacho se dirigió al salón de actos de la facultad. Al entrar en la enorme estancia, caminó sobre la alfombra roja desgastada del pasillo que atravesaba el lugar por el centro, con muchas filas de butacas a los lados.

A dos notas de tu corazón [WonKyun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora