Capítulo Veinte

20.8K 1K 31
                                    

Ivanna no podía con su emoción y me estaba poniendo de nerviosa. No quise arreglarme demasiado pero sí lo suficiente para estar presentable, no tendría que haber tardado tanto pero su insistencia me hizo hacerlo. Cuando escuchamos la bocina del auto –que confirmé que fue de él segundos después por su mensaje–, indudablemente chilló de la emoción llamando la atención de nuestros hijos. Sin decir mucho más me despedí apurada para que no pueda decirme nada desubicado, como ya me lo veía venir.

No dudé en pasar primero por mi habitación para saludar a mi hijo ya plácidamente dormido. Sonreí acariciando su rostro, por suerte no se inmutó.

—Hola ¿Cómo estás?

—Todo bien, mejor.

—Me alegro, en serio ¿Y Elián?

—Durmiendo por suerte. Hoy a la tarde no durmió siesta así que palmó al toque.

—Salís más tranquila entonces...

—Sí, ni te imaginas.

Llegamos al restaurante y nos hicieron pasar, él ya había hecho una reserva, me pareció raro porque hacía menos de una hora le había confirmado asistencia; me pregunté si ya lo hizo desde antes.

Toda la incómodidad de las primeras veces ya no estaba, nunca habíamos tenido la oportunidad de hablar de nosotros en un ámbito que no sea profesional o en la cama. Me contó que su papá se llamaba Hugo y era un muy buen arquitecto, también que tenían propiedades en el norte del país donde se exportaban lacteos, algo que me sorprendió.

—Es más la empresa familiar, era de mi abuelo y meten mano todos mis tíos prácticamente..., mi viejo no se quiso meter ahí así que solo recibe lo que le corresponde.

—¿Y eso te pasó a vos?

—¿En qué sentido?

—Digo, por lo que me estás contando tenías salida tanto de parte de tu papá como de tu familia en general y sin embargo...

—Sí, parte de lo que ya te expliqué la otra vez; era pendejo, quería llevarme el mundo por delante y tener independencia. Además se puede decir que soy un poco orgulloso, no me gusta que hagan las cosas por mi..., prefiero ganarmelas.

Un poco conmocionada, asentí. Lo entendía porque siempre me pasó lo mismo aunque decirle que no a pertenecer a la empresa familiar era una estupidez a mi parecer, pero no se lo cuestioné. Cada cual con sus decisiones ¿No?

—Ella es Inés, la luz de mis ojos.

Me dijo mostrándome a su sobrina, estábamos hablando de su hermana mayor y su hija, que también era su ahijada. Ella era hermosa, tenía una sonrisa sin dientes y sus ojos iguales a los de él que combinaba con un pelo rubio alborotado.

—Es hermosa.

—Sí y la de al lado es Barbara, mí hermana —asentí por obviedad, era igual a Elías.

—Así que estás en contacto con bebés...

—Sip y ahora la novia de un amigo está embarazada, uno ya se casó y otro tiene un hijo.

—¿Sos el soltero del grupo?

—Na, está Gonza pero es un tiro al aire..., él es mi mejor amigo de toda la vida.

—Te entiendo, el día que él tenga un hijo va a ser la luz de tus ojos, te lo aseguro.

—Sí, también sé lo que es mirar a un bebé y que sus ojos brillen más que cualquier cosa... —confesó con una sonrisa bobalicona. Tragué en seco provocando que aclare su garganta—. Perdón, no me malinterpretes.

El Impulso de la OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora