Capítulo Quince

19.8K 1K 52
                                    

Cuando la maternidad empieza a ocupar una parte grande de tu vida, todos tus sentidos se intensifican; podes estar haciendo algo que incluya tu suma concentración pero siempre vas a estar con la mitad de tu cabeza pensando en tu hijo, incluso cuando dormís. No había sido una noche complicada, Elián solo se levantó una vez y era porque tenía hambre lo que se solucionó con una mamadera y cambio de pañal.

Cuando decidí que ya era suficiente tiempo en la cama, me levanté para hacer el desayuno. Hacía mucho no mimaba de mi novio y quería compensar los momentos tensos que estábamos teniendo. Desde que nos mudamos, no pudimos tener ningún tipo de contacto, mi trabajo y Elián complicaba todo así que merecía mi atención por lo menos unas horas.

Saqué las galletitas que acababa de hornear y las puse en un plato para que se enfríen. Caminé hasta uno de los muebles para sacar la pava y llenarla agua para calentarla en la hornalla, sentí unos brazos rodear mi cintura. Sonreí.

—Buenos días, mi amor —susurró en mi oído acariciándome la cintura mientas se apretaba más contra mí. Mordí mi labio antes de contestarle.

—Buenos días.

—¿Y ese olor? —murmuró apoyando su mentón en mi hombro, después de besar mi mejilla.

—Hice galletitas.

—Mm, que rico...

—¿Cómo amaneciste?

—Viéndote a vos así..., mucho mejor —hice una mueca para contener mis ganas de contestarle. Sabía que no se estaba refiriendo a estar usando solo una remera de él y mi tanga, sino al acto.

—¿Y Elián?

—Sigue dormido ¿Podemos aprovechar para un rapidito no?

Mi respuesta fue darme la vuelta para besarlo. Rodeé mis brazos en su cuello mientras él dirigió su mano a mi culo para apretarme más contra él. Gemí sintiéndolo. Me acarició a medida que me encargaba de llevar mis manos de sus brazos a su pecho, traía solo un pantalón de dormir por lo que pude tocar su piel. Sus manos pasaron por mi remera levantándola un poco para sacarla, recién me despertaba así que no había una existencia de corpiño.

Procedió a bajar sus besos hacia mi cuello y después a los pechos, los besó mordiéndolos un poco, jadeé. Saqué su pantalón rápidamente y él gustoso continuó con el mío, solo una prenda nos separaba. Se restregó llevándome al colapso, hacía un poco más de una semana que no tenía sexo lo necesitaba demasiado. Saqué su boxer con desesperación y forcé nuestro encuentro. Me ahogué en un gemido.

—Uff... ¡Si!

—Como te extrañaba preciosa —jadeó comenzando a moverse más rápido. Sujetó la pierna que había levantado para tener más acceso y se hundió aún más, me agarré fuerte de la mesada para estabilizarme —¿Vos me extrañaste?

—Mucho..., seguí así.

—¿Así? —me preguntó bombeando más fuerte.

—¡Sí! Por dios..., me encanta.

El orgasmo no tardó en llegar haciéndome sentir mucho más relajada, él tampoco duró. No me separé porque tenía la intención de continuar con mi sesión de besos mañaneros, lo había extrañado.

—Te amo hermosa.

¡Maa!

—Uf, se despertó —bufó separándose.

—La pava, sacala —besé cortamente sus labios— . Ahora vengo.

Subí rápido para buscar a mi hijo, no sin antes pasar por el baño y lavarme las manos, me sentía sucia para tocarlo. Cuando me vio balbuceó e intentó levantarse ya lo lograba sosteniéndose de la madera. Lo halagué diciendo que pronto podía caminar y me sonrió, estaba segura que me entendió. Bajé con él y me dirigí a la cocina, Luciano estaba mirando el noticiero de la mañana mientras tomaba un mate.

El Impulso de la OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora