Aquel momento había sido el más feliz de su vida y, sin embargo, la persona más querida no podía estar con él compartiendo su felicidad. Cuando salió del hospital, fue a visitar a su padre a la clínica con Elena. Ambos le dieron la noticia de que el caso del secuestro de Elena y de los crímenes del Asesino de las Flores finalmente se había cerrado. Owen Stan había llorado al oír las novedades y ambos lloraron con él.

«Ha terminado; todo ha terminado.» Las palabras de su padre se le quedaron grabadas durante días. Era así, costaba creerlo, pero sus vidas habían recobrado la calma que les había sido arrebatada como consecuencia de la enferma obsesión de un hombre.

Atravesó la terraza y se paró detrás de ella. Aspiró el aroma a gardenias que emanaba su cabello suelto y estiró la mano. Le acarició el cuello y percibió cómo Elena se estremecía con aquel contacto. Se dio media vuelta y, cuando ella clavó sus ojos castaños en los suyos, el corazón comenzó a latirle furioso contra las costillas. Él exhaló un lento suspiro.

—Estás más bella que de costumbre esta tarde —le susurró y se acercó a ella. Elena le sonrió y le acarició el rostro con el dorso de la mano.

—¿Te he dicho últimamente lo mucho que te amo? —Él miró su reloj.

—No en las últimas tres horas —respondió y se hizo el ofendido. Ella se pegó a su cuerpo y se puso de puntillas para llegar a su oreja.

—Te amo, detective.

—Repítelo. —Sus manos comenzaron a descender por la espalda de Elena.

—Te amo. —Su voz se perdió en medio de los besos que él le daba. De repente, ella lo separó y le puso ambas manos sobre el pecho. —Todavía no hemos hablado de la luna de miel, detective —le reprochó y frunció el ceño.

Sebastian sabía que aquel había sido un asunto pendiente. Sobre todo, porque después de la boda improvisada, Elena se había tenido que ocupar de los preparativos del lanzamiento de «Art & Pleasure». El proyecto había terminado y había sido un éxito, y Elena solo había conseguido más proyectos que habían cargado su agenda casi por completo.

—Eso tiene solución —dijo con aire misterioso.

—Apuesto a que sí —respondió ella y bajó la mirada. Su olfato policial le decía que Elena también le estaba ocultando algo.

—¿Qué te traes entre manos, Elena? —Ella le sonrió, lo tomó del brazo y lo arrastró fuera de la terraza.

—¿Adónde me llevas?

—Tú solo déjate llevar.

Salieron del loft y subieron al piso superior. Sebastian sabía a donde iban, pero no sabía lo que ella estaba planeando.

Entraron al taller a toda prisa y Sebastian no encontró nada fuera de lo normal, solo pinturas cubiertas y otras a medio terminar.

—¿Hay algo que yo debería ver? —preguntó intrigado. Elena le tomó la mano y lo condujo hacia el bastidor que daba a la ventana.

—Cierra los ojos —le pidió. Sebastian sonrió, le estaba gustando aquel juego. Dejó que ella lo condujera mientras él procuraba mantener sus ojos cerrados y no hacer trampa. Cuando se detuvieron supo que estaba delante del lienzo en el que Elena había estado trabajando y que se había empeñado en ocultar. —Puedes abrirlos... —Los párpados de Sebastian se alzaron lentamente y, poco a poco, la imagen que Elena había cuidado con tanto recelo durante aquellos meses ya no era un misterio para él. —¿Te gusta? —preguntó ella y se paró al lado del bastidor.

Sebastian no respondió. La emoción le había hecho un nudo en la garganta.

Era él. Era él y su barco.

Una Obsesión Mortal » Sebastian Stan - Adaptada (EDITANDO) Where stories live. Discover now