XVI

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El hombre arrojó la bandeja por el aire cuando vio aquella pistola a tan solo unos milímetros de su cabeza. Los brazos rígidos de Sebastian seguían sosteniendo con fuerza la 9 milímetros.

—¿Quién es usted? ¿Dónde está Elena? —El intruso intentó balbucear algunas palabras pero estaba demasiado asustado como para decir algo. —¡Hable, demonios! —Dio un paso hacia adelante —¿Dónde está Elena?

—¡Sebastian! ¡Por Dios! ¿Qué estás haciendo? —Elena entró a la cocina en un santiamén y Sebastian la observó ponerse de pie junto al intruso que, en cualquier momento, terminaría por mojarse los pantalones. —Brandon, ¿estás bien?

—¿Conoces a este tipo? —preguntó Sebastian casi gritando.

—¡Por supuesto que lo conozco! —Ayudó a Brandon a sentarse. Estaba pálido y le temblaban las piernas. —Es Brandon Tanner, trabaja conmigo en la editorial. —Sebastian escuchó su explicación pero todavía seguía apuntándole con su arma.

—¿Podrías...?

—Ah, sí, lo siento. —Guardó la pistola en la cartuchera que colgaba de su pecho y volvió a mirar al hombre que segundos antes había estado a punto de matar. —Lo siento, amigo. —Brandon apenas pudo asentir. Elena tenía una mano encima de su hombro y la otra le rodeaba un brazo.

—¡Casi lo matas del susto! —exclamó Elena. Estaba, sin duda, reprochándole su actitud.

—Ya me he disculpado, pero debes entender que no estoy acostumbrado a llegar a mi casa y encontrarme con un desconocido que se pasea por mi cocina —le dijo con ironía. Elena lamentó entonces haberle hablado de aquel modo. Después de todo, no era más que su culpa; si ella le hubiese avisado de que Brandon trabajaría con ella allí, aquel desagradable incidente nunca habría ocurrido.

—Tienes razón, ha sido culpa mía —reconoció por fin. —Debería haberte comentado que Brandon vendría.

—Deberías haberlo hecho, sí. —Extendió la mano hacia el tal Brandon. —Soy el detective Sebastian Stan. —Brandon dudó un segundo y retribuyó su saludo.

—Brandon Tanner —dijo e intentó recobrar la calma. —¿Es usted policía? —preguntó contrariado.

—Así es. —Entrecerró los ojos y miró a Elena. —¿Qué ha pensado cuando me ha visto apuntarle con mi pistola?

—En realidad, no he podido pensar mucho. Elena me había dicho que compartía la vivienda con un amigo; nunca me mencionó que fuera policía. —«¿Amigo?» ¿Por qué Elena se había inventado aquella mentira? Entonces recordó su renuencia a que subiera con ella cuando la había acompañado a la editorial; seguramente no quería ser vista con él. No quería que alguien pensara, tal vez, lo que no era o hiciera demasiadas preguntas. Comprendía, tal vez a su pesar, que esa persona era Brandon Tanner y que Elena debía tener un motivo muy importante para haberse inventado que eran amigos y no mencionar el hecho de que él era policía. —¿Qué sucede aquí, Elena? —preguntó Brandon.

—Lo mismo quisiera saber yo —agregó Sebastian. Elena sintió que aquella situación se le estaba yendo de las manos pero si había alguien que necesitaba sus explicaciones ese era Brandon y no Sebastian.

—Brandon, te contaré la verdad. —Se mordió el labio inferior. —Perdóname por haberte engañado pero no quería involucrarte.

—¡Por Dios, Elena! ¡Me estás asustando! —Apretó la mano que aún seguía rodeando su brazo bajo la atenta mirada de Sebastian.

—Vamos al salón te contaré todo con calma. —Le dirigió una mirada a la bandeja que estaba tirada en el suelo y luego miró a Sebastian. —¿Te molestaría preparar un poco de café? —Sebastian estuvo a punto de decir algo pero Elena se aferró al brazo de Brandon y salió de la cocina con él. Un cuarto de hora después Brandon seguía más consternado que al principio al escuchar lo que Elena tenía que decirle. —Le pedí a Jennie que no te comentara nada, creía que podría mantenerte fuera de todo este asunto. —Esbozó una tenue sonrisa. Sebastian, sentado sobre la mesa de billar, los observaba con atención mientras hablaban.

Una Obsesión Mortal » Sebastian Stan - Adaptada (EDITANDO) Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu