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Narra Jennifer

Todavía no puedo creerlo. Estaba tan segura de que Hugo era diferente... De que él no buscaba sexo y más sexo, como la mayoría de los chicos y algunas chicas, para qué mentir. De que las cosas irían bien, y, la verdad, me duele muchísimo lo que ha hecho.

El viernes por la tarde me dijo que ya no estaba enamorado de Judith, y ahora, me lo encuentro con ella sentada encima de él, descamisada y con la falda subida, mientras lo besa.

Frustrada, doy un golpe a la pared de la parte de atrás del instituto.

¿Quién iba a decirme a mí, hace un mes, que terminaría destrozada por culpa de Hugo? Ni siquiera sabía quién era, estaba tan encerrada en mi círculo y mi mundo que pasaba a las personas por alto.

Pero él me ha enseñado a no hacerlo. A mirar siempre a mi alrededor, a prestar atención a los detalles, en fin, esas cosas.

Y quisiera que no hubiera sido así, porque el dolor que siento en el corazón no es comparable con el que me va destrozando los nudillos a cada golpe que doy.

No sé por qué lo hago, porque no me sirve para desahogarme, lo único que provocan estes puñetazos contra la pared es que me sangren las manos.

Cuando Erik fue directo hacia Hugo, intenté detenerlo, lo juro, porque no quiero que nada le haga daño, pero no lo logré y él se llevó una paliza.

Lo peor de todo, es que necesito ir a la enfermería a ver cómo está. Necesito saber de él. Esto me agobia más y me siento tan estúpida que no puedo evitar que las lágrimas resbalen por mis mejillas, o dar golpe tras golpe.

— Jen, para — me ordena Lucas, pero yo no le hago caso — ¡Jennifer, joder!

Me agarra las manos y me detiene, poniéndose frente a mí y arriesgándose a llevarse un golpe en la cara. Yo, dolida, lo miro con los ojos encharcados en agua salada y él me abraza.

— Esto es una mierda — balbuceo, mientras sigo llorando y con las manos dañadas contra el pecho de Lucas.

— Vamos, te he visto soportar cosas peores. Eres más fuerte que esto — me susurra contra la oreja —. Además, ¿en serio crees que Hugo haría eso?

— ¡Lo vi haciéndolo! — protesto.

— No. Tú viste a Judith sobre él, en sujetador. No creo que Hugo estuviera ahí consciente de lo que pasaba. Él no es así.

¿Cómo decía eso? ¡Él tardó en aceptar a Hugo! De hecho, lo hizo a regañadientes y porque yo se lo supliqué una y otra vez. ¿Y ahora lo defiende? ¿Qué es esto? ¿Una cámara oculta?

Me separo de Lucas, empujándolo lejos de mí y provocando que choque contra la pared, aunque se queda como si nada. Lo miro, entrecerrando los ojos.

— ¿Tú vas a decirme como es Hugo? ¡Si no lo soportabas!

— Eso fueron los tres primeros días, después abrí los ojos y vi a un gran chico. Que estoy seguro de que se ha enamorado de ti — me señala con el dedo índice —. Y tú te dejas engañar por una egocéntrica que, no es por mal, pero te odia porque él te prefiere a ti antes que ella, y por Jose, que ¡oh, qué sorpresa! Quiere tenerte para él solito.

Suspiro. Su discurso tiene algo de sentido, pero yo sé lo que vi y no fue eso exactamente. Lo que vi fue a un Hugo aterrorizado, mirándome con los ojos muy abiertos y a Judith medio desnuda.

— Yo sé lo que vi, Lucas.

— Cuando estás borracho también ves las cosas de otra forma, así que no te fíes tanto de lo que te dicen tus ojos.

— Pero yo no estaba ni estoy borracha — protesto, aburrida.

Lucas pone los ojos en blanco y me coge las manos, mirándolas con disgusto. Me fijo en que tengo unos cuantos cortes en los nudillos, sangrando un poco, pero no me importa mucho.

— Vete a la enfermería a que te curen esto, ya hablaremos después.

Su orden es clara y previsible, pero le hago caso, más que nada porque en la enfermería está Hugo y quiero saber si Erik le ha hecho mucho daño.

Quizás sea patética, pero no puedo evitar preocuparme por él.

Narra Hugo

— ¿Qué te ha pasado?

La voz de la enfermera es lo primero que escucho al despertar, ya que supongo que he estado inconsciente durante un rato. Me duele la cabeza de una forma inimaginable, y al intentar incorporarme un dolor punzante me recorre el abdomen.

Bueno, la realidad es que me duele todo.

— Nada. Me he hecho daño con una pared, eso es todo.

Jennifer. Es imposible para mí no reconocerla, con su voz tan cantarina y característica, como las chicas populares, como si no hubiera otra manera de definirlas a todas.

— ¡Dios mío! — la exclamación de la enfermera me hace agrandar los ojos e incorporarme como puedo — Ven conmigo, cielo.

Las veo entrar, y, en cuanto me ven, Jennifer se paraliza, mirándome con una mezcla de sentimientos en los ojos que me hace estremecer. La enfermera corre a tumbarme, diciendo que es peligroso que me levante todavía, que tengo que esperar, y eso hago.

Después se acerca a Jen y la obliga a sentarse en la silla que hay a mi lado, mientras comienza a hacerle las curas en las manos. Tiene los nudillos destrozados, sangrantes y cortados. Pero lo que más me duele, es la mirada rota que se dibuja en sus iris claros.

— Espera aquí, iré a buscar otras vendas.

Ella asiente y baja la mirada hacia el suelo. La enfermera desaparece de nuestra vista y yo me concentro en Jen.

— Deja de mirarme así, Hugo — replica, con un tono débil.

— Lo siento... — murmuro — Sólo escúchame, por favor.

Duda, pero asiente y procura que mis ojos no coincidan con los suyos, lo que me rompe el corazón. Le relato todo lo que pasó en realidad, sin prolongarme mucho y esperando a que crea en mis palabras.

Cuando me callo, me mira. Por un segundo tengo la esperanza de que me crea, porque es la verdad, pero sus ojos se entrecierran y dice:

— Tendrás que buscarte una mentira mejor.

Ella es mi problemaWhere stories live. Discover now