Capítulo 10

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—¡Harper!

Maldición. Justo lo que necesitaba. Su hermanito sobreprotector uniendo fuerzas con sus dos compañeros sobreprotectores. En ese momento se dio cuenta que estaba desnuda. Y unos pasos sonaban en las escaleras. Se puso la primera cosa que encontró —la camisa de Jonas— y lanzó dos pares de vaqueros sobre la cama.

No esperó para ver si ellos se habían vestido antes de abrir bruscamente la puerta, esperando encontrar a Dane en el pasillo. Sin suerte. Estaba al otro lado de umbral, con el puño levantado para tocar, su cara de un rojo furioso. Él estiró la mano y la sujetó con fuerza.

—Gracias a Dios —refunfuñó—. ¿Estás bien?

—Desde luego. —Se liberó de su agarre y frunció el ceño—. ¿Qué pasa?

Él negó con la cabeza, mirando por encima de ella y viendo a Mick y Jonas, quienes, notó cuando se giró, esperaban vestidos con solo vaqueros. Sintió un poder incrementarse, notó que era el de su querido hermano y lo golpeó directamente en el pecho para llamar su atención. Él se frotó el punto donde lo había golpeado, mirándola hacia abajo con una expresión sorprendida. De acuerdo, tal vez lo había golpeado más fuerte de lo que había pensado, pero... Le pinchó el pecho.

—Están prohibidos.

—¿Seguro, hermanita?

Lo sonrió tensamente.

—Míos.

Se sorprendió a sí misma por su vehemencia. Podría acostumbrarse a estas cosas de hombres lobo, donde la posesividad no era considerada una falla en el carácter. Mirando sobre el hombro notó la sonrisa aprobadora de Mick. Eso tampoco estuvo mal. Empujó a Dane fuera de la entrada, hacia las escaleras.

—Creí que ibas a cenar.

—Me distraje.

Eso fue casi un gruñido, pero la ira en su tono era real, lo llevó a la cocina, abrió el refrigerador y sacó cuatro cervezas todavía unidas en el anillo de plástico. No debería darle una cerveza a su hermanito menor de edad, pero reconoció la mirada en sus ojos. Sabía que había tenido una visión que lo había asustado y todavía lo tenía atrapado. Negó con la cabeza por la mueca desaprobatoria de Jonas cuando le tendió la cerveza a Dane. Demonios, a los dieciocho él era más grande que la mayoría de los treintañeros que conocía. Lo arrastró hacia una silla.

—Dime.

Él se sentó, silencioso, su nuez subiendo y bajando mientras se controlaba. Entonces abrió la cerveza y tomó un gran trago.

—¿Dane?

—Él viene.

—Pero ya sabías eso, ¿verdad? —le dijo suavemente.

Eso era por lo que él se había quedado en los alrededores cuando era tan peligroso para un brujo quedarse en territorio de hombres lobo.

Sus ojos estaban atormentados.

—Esta vez va a matarte —susurró.

Ella reprimió su reacción inmediata. Se encargaría del terror más tarde. Tomando la mano de su hermano, se concentró en su cara, enfocó su poder en su voz. Convincente. Segura.

—No, no lo hará. De ningún modo Mick y Jonas dejarán que eso pase.

—Harper.

—No —dijo bruscamente—. Eres bueno, pero eres joven. No tienes un control perfecto. Lo sabes.

Por millonésima vez en su vida deseó que fuera un don, una carga que pudiera quitarle a su hermanito.

La mesa era grande y redonda, probablemente capaz de acomodar a ocho hombres. Impresionante, considerando el tamaño de la mayor parte de los hombres en Redhawke. Se sentó junto a Dane con Jonas del otro lado y Mick tomó una silla detrás de ella.

Luna Hechizada •  ...A la de dos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora