Capítulo 4

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  Harper corrió, cortando por el sendero bien marcado en el bosque para ahorrar tiempo. Por desgracia estaba oscuro y no se dio cuenta de las zarzas hasta que estuvo metida hasta los muslos. Se le pegaron a los tejanos mientras ella se abría paso, cortándole la piel. Picaba, pero finalmente se liberó y vio la luz de su porche trasero. 

Atravesó la casa directamente hacia al baño, donde se sacó los pantalones y se miró las piernas, luchando por contener un sollozo. Ya era malo tener que enfrentarse a su padre y haber perdido a su hermano de nuevo. Por algún motivo, la sangre cayéndole por los gemelos y los muslos le hacía querer soltar un berrido. Lo achacaba a los efectos postergados de la adrenalina. Le temblaban las manos, el corazón le latía con fuerza. Al menos su cuerpo y mente habían esperado a romperse hasta después de la confrontación con su padre. 

Después de varias respiraciones profundas y sintiéndose un poquito más controlada, abrió la ducha y entró, ignorando la llamada en su puerta de entrada.Probablemente sería Jonas haciendo una comprobación, aunque odiara ese trabajo. O tal vez fuera Mick, que la miraría con deseo y compasión pero no haría ni un movimiento para consolarla. 

Bajo el agua ardiente, rápidamente se lavó el cabello y se puso acondicionador,luego usó la esponja y el jabón para lavarse suavemente las piernas. Se pondría alguna crema antibiótica cuando saliera. Había visto algo en el armario de la cocina donde al parecer Liza guardaba su kit de primeros auxilios. Por lo que había visto,probablemente Liza no sería la única que necesitara asistencia para sus heridas después de una pelea. Harper nunca la había visto luchar y esperaba no tener que hacerlo, pero había oído historias y no había duda de la fuerza que irradiaba. 

Apagó el agua. Se secó con una toalla y se enrolló el cuerpo con otra esponjosa antes de salir al pasillo. Los arañazos picaban. La crema haría que picaran más, pero también había una botella de ron en la cocina. Un trago sonaba ideal para calmar su dolido corazón. 

Sin encender la luz del pasillo o siquiera mirar al salón al pasar por ahí, fue directa a por un vaso y la botella. Había suficiente luz de luna brillando para ver, así que se puso un dedo de bebida y se lo tragó antes de servirse otro. Entonces rebuscó en el armario donde estaban las cosas de primeros auxilios, pero tuvo que darle un golpecito a la luz al no poder ver dentro del espacio oscuro. Encontró la crema antibiótica y una caja con vendas auto adhesivas y se llevó ambas cosas a la mesa antes de coger su bebida. 

—¿Qué coño te ha pasado? 

Por poco se le cayó la bebida. Con el corazón a cien, puso el vaso en la encimera y se giró lentamente. Debería haber sabido que Jonas no se iría cuando no contestó a la puerta. Su mirada la recorrió posesivamente, y de repente fue consciente de que estaba de pie con sólo una toalla. No estaba segura de si era por la mortificación o por la lujuria, pero un sofocón le recorrió la garganta y la cara. Ropas. Necesitaba ropas ya. Antes de poder pasar junto a él, Mick apartó a Jonas. Caminó directo hacia ella y cayó sobre una rodilla para examinarle suavemente las piernas con sus manos. 

—¿Qué te has hecho, corazón? 

Le costó un poco encontrarse la voz. Su toque era profesional, pero a su cuerpo no parecía importarle y no podía apartar de su cabeza la imagen de Jonas y él teniendo sexo. Alzó la mirada con una sexy sonrisa y ella gimió. Era un lobo, por supuesto podría oler su excitación. Levantándose, la tomó de la mano y tiró de ella hacia la mesa. La levantó para sentarla encima, fue hacia el armario y volvió con una botella de peróxido y una bolsa de bolas de algodón. 

Apartó una silla y la puso frente a ella, le cogió los pies, los apoyó en el borde y los sujetó con sus muslos. Humedeció uno de los algodones y luego lo dirigió a su pierna. Retirarla era algo innato, y no paró hasta que su gruñido bajo llenó la habitación. 

Luna Hechizada •  ...A la de dos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora