Capítulo 9

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Harper lo estaba esperando. Había ido a ver a Mick como le habían dicho. Como una buena niña. La hacía cabrearse estar lejos del yugo de su padre para acabar siguiendo las órdenes de otro hombre. Así que se quedó por ahí unos minutos hasta que la brillante mirada de Mick regresó a su trabajo y entonces se escabulló.

Lo que fue sorprendentemente más difícil de lo que sonaba. Le gustaba observarlo. Jonas la había enviado a donde Mick unas cuantas veces así que había tenido tiempo de observarle con sus pacientes. Con algunos era amable y suave, su voz ligera y calmante. Con otros era un Alfa tan implacable como Jonas, apabullando a los soldados hasta que permitían que se les examinara.

Se fue a su casa, sabiendo que al final Jonas iría a buscarla allí. Si no tenía cuidado él la mangonearía y como, quien sabe por qué, se sentía segura con él, lo obedecería. Lo haría ciegamente, sin explicaciones por su parte, y sabía que eso estaba mal. No se suponía que él la mantuviera a oscuras. No sabría explicar cómo lo sabía, pero lo hacía.

¿Y qué lo lograría? ¿Qué podría desequilibrarlo lo suficiente como para que se abriera? ¿Para mecerlo lo bastante como para que la tomara en serio? Suspirando, caminó a su habitación. Encontró su bolsa y la echó sobre la cama. No podía pensar en nada. Él era tan... Jonas. Una inamovible fuerza de la naturaleza.

¿Cómo diantre lo manejaba Mick? Frunció el ceño mientras revisaba su vestidor y empezó a descolgar algunas cosas de las perchas. Dejó las cosas que Liza y otras mujeres de la manada le habían dado. Cuando ya estuvo todo, fue a la cómoda e hizo lo mismo.

Entonces comprendió que Mick tampoco manejaba mucho más a Jonas que ella. ¿Cuántas veces lo había visto a él y a Jonas interactuar y nada excepto frustración y tristeza en los ojos de Mick cuando Jonas se daba la vuelta? Respirando profundamente, dejó de empacar y se sentó en la cama, golpeada por la nueva comprensión. Ella no era el problema. Mick no era el problema.

Jonas, por otro lado... apreciaba que fuera un macho dominante. Diablos, le gustaba. Pero incluso un macho dominante tenía que soltarse con la gente que amaba, ¿verdad? Caleb y Zach no parecían tener ese problema con Liza.

Metió el resto de sus cosas en la maleta y abrió la puerta de atrás. De acuerdo, Liza no parecía tener el mismo problema con sus compañeros, pero eso no significaba que siempre hubiera sido así, ¿no? Dejando la bolsa justo en la entrada de la cocina, dio un paso afuera, retrocedió y echó la cabeza hacia atrás para disfrutar del sol de la tarde antes de que anocheciera. Necesitaba consejo, y no se imaginaba a nadie mejor que su prima para que se lo diera.

Cuando subió las escaleras de la casa del Alfa no sintió a Liza dentro. Dudó, pero llamó igualmente. Se habría girado, rendido sin respuesta cuando se abrió la puerta con un abrupto "¿Sí?"

—Zach. ¿Está Liza por ahí? —¿Por qué preguntaba? Ya sabía la respuesta.

—Lo siento, pequeña. Estoy solo yo. —Él le sonrió amablemente y abrió la puerta de par en par—. Entra. ¿Quieres una cerveza? En algún sitio son ya las cinco de la tarde, ¿verdad?

Ella se rió.

—Sí, lo es. Y sí, quiero una.

Lo siguió a la cocina y se sentó en la larga mesa cuando él se lo indicó. Un segundo más tarde le alargaba una Coors Light fría.

—¿Qué te trae por aquí?

Ella se encogió de hombros. Él era macho y enorme y superaba en rango a Jonas. La asustaba tanto como la confortaba. Sus manos cubrieron las de ella.

—¿Harper?

—No sé lo que estoy haciendo —confesó con un susurro suave—. Pensaba que era sólo yo, pero creo que tiene que ser igual de malo con Mick.

Luna Hechizada •  ...A la de dos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora