CAPÍTULO FINAL

369 27 12
                                    

Parpadeo varias veces para que mis ojos se adapten a la repentina claridad. Me doy cuenta de que estoy tumbada y una manta me cubre hasta por debajo del pecho. Noto una presión en el dedo índice de la mano derecha y escucho un pitido constante cerca de mi cabeza. La imagen borrosa se vuelve nítida en un lapso de dos minutos. Distingo un par de tubos fluorescentes colocados paralelamente en el techo y que son los que me irradian haces de luz directamente a los ojos. Puntitos luminosos bailan en el espacio. Un dolor punzante me martillea la pared interna del cráneo. Arrugo el entrecejo. Suelto un gruñido.

- Ya se ha despertado - anuncia una voz a mi lado.

Giro la cabeza en esa dirección y el rostro de mi madre rellena mi campo de visión. Quiero preguntarle qué hace aquí y por qué no está con mi tía, pero no consigo articular palabra. Una mano se posa en su hombro y la cara de mi padre aparece junto a ella. No sé si se ve reflejada mi cara de sorpresa en estos momentos. Quiero saltar de donde sea que estoy acostada y colgarme en su cuello para no soltarlo nunca más.

- Hola, cariño. - Su voz grave se abre paso por mi oído reconfortándome como siempre lo suele hacer.

- ¿Cómo es que estás aquí?¿Dónde estamos?¿Estoy muerta? - Recupero la capacidad de hablar, aunque con un tono ronco impropio en mí.

- Cielo, ¿pero qué estás diciendo?¿Muerta?¿Por qué ibas a estarlo? - responde mi madre con preguntas, que no hacen sino confundirme más -. Estás en una habitación de hospital recuperándote de un golpe de calor y una inflamación en las vías respiratorias.

- ¿Golpe de calor?¡Pero si me han disparado! - Esta situación empieza a irritarme-. Papá estaba secuestrado por una psicópata que quería fabricar un arma nuclear para vendérsela a no sé quién y provocar una guerra. Y Nick y yo fuimos a... - El recuerdo de Nick, desplomado en el suelo, sin vida, acude a mi mente y hace que me broten nuevas nuevas lágrimas. La cara de mis padres es un cuadro. Deben pensar que su hija se ha vuelto loca.

- Jesús, Melissa. ¿De qué hablas?¿Por qué lloras?¿Te duele algo?¿Quieres que avise a la doctora?¡Doctora!

- Mamá, cállate. No llames a nadie. Estoy bien - la corto con la voz entrecortada.

- Por supuesto que no lo estás. Y menos después de la película que nos acabas de contar. Ahora mismo voy a llamar a la doctora y...

- ¡Mamá! - grito, estresada. Mi madre se calla y mi padre le pone una mano en el brazo indicándole que se calme -. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

- Dos días - responde mi padre.

¡Dos días! Todavía no distingo lo que es real de lo que no. Tal vez al final el resto del equipo de Nick consiguió escapar y pidieron refuerzos, liberaron a mi padre, encerraron a la sucia rata de cloaca que es Dorian, me trajeron al hospital - aunque no entiendo cómo sobreviví a la herida de bala todo el tiempo que debieron tardar en encontrarme -, contactaron con mi madre y le contaron la trola del golpe de calor y la inflamación para que se quedara más tranquila. Aun así, le veo lagunas a mi hipótesis.

- No te preocupes, cariño. Hablaremos con la doctora para ver si ya te pueden dar el alta y nos vamos a casa - insiste mi madre.

- ¿Dónde está John? - pregunto.

- Ha tenido que ir a clase. Pero ya se ha pasado varias veces a visitarte.

- Por cierto - comienza a decir mi padre -, hay dos personas fuera que quieren verte. - Enarco las cejas -. Luego nos vemos.

Mis padres se levantan cogidos de la mano y salen de la habitación. Antes de que se cierre la puerta por inercia veo cómo intercambian unas palabras con alguien fuera de mi alcance visual. La puerta finalmente se cierra y me quedo sola. Aunque no por mucho tiempo. Un segundo después se abre y Jennifer irrumpe en la estancia como un huracán y rebosante de buen humor. Por detrás de ella y sin tanto entusiasmo aparece la última persona que me habría imaginado que estaría. Con su melena castaña indomable y una sonrisa de medio lado sin enseñar los dientes arrebatadora, Nick camina posterior a su hermana por el liso y brillante suelo de hospital acercándose más y más a mi cama. No doy crédito. Al primer instante el corazón me da un vuelco y el incesante pitido de la máquina que me mide las pulsaciones se acelera hasta hacerse insoportablemente ruidoso. El impulso de saltar de la cama y correr a abrazarle y besarle cada centímetro es demasiado fuerte, pero siento mis extremidades adormecidas y no se mueven un milímetro. Ver a alguien morir y después materializarse ante tus ojos es un choque emocional muy duro y como para volverte completamente loco. Al principio pienso que estoy soñando y que en realidad sigo inconsciente, tirada en el frío suelo del laboratorio en Alaska junto al cadáver de la única persona que he amado en toda mi vida. Pero pronto Jennifer me deja claro que esto es real pellizcándome sin darse cuenta por la emoción.

Zona de guerra (Nick Robinson)Where stories live. Discover now