CAPÍTULO 25

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- Voy a pasar esta semana que viene en casa de una amiga del instituto.

- ¿No tienes clase? - pregunta John.

- Sí, pero me ha dicho que sus padres van a estar fuera por cosas de trabajo y que no quiere quedarse sola en casa los siete días.

- ¿Cómo se llama?

- Jennifer.

- ¿Y no sería más lógico que ella viniera aquí?

- No veo el porqué. Además, así podrás estar tranquilo sin tener que cuidarme y cualquier día puedes traer a tu novio - añado guiñándole un ojo.

- No sé yo... - duda.

- No te preocupes, ya sé yo por ti - me apresuro a decir -. Cojo mi mochila y me marcho.

- ¿Tan convencida estabas de que iba a ceder?

- Siempre lo haces, hoy no iba a ser una excepción.

- ¿A que te quedas en casa por bocazas? - me amenaza.

- Vale, vale. Está bien. Olvida lo que he dicho - subo corriendo a mi habitación a recoger mis cosas y bajo otra vez -. Adiós, nos vemos el próximo domingo - le estampo un beso en la mejilla y salgo por la puerta.

Llego hasta un parque y me siento en un banco a esperar. Precisamente, es Jennifer la que no está en casa. Aunque no mentí acerca de los padres. Los tres se han ido de viaje a las Maldivas durante una semana. Nick me ha pedido que le soltara esa trola a mi hermano para que me dejara ir a su casa. No por nada, sino que a las cinco de la mañana sale el avión hacia Alaska. ¿Estoy nerviosa? Sí. ¿Me siento a punto de vomitar de lo revuelto que tengo el estómago? Puede. Pero intento ser optimista y confío en la experiencia de Nick y su equipo. Él me ha pedido también que quedásemos antes para repasar el plan. El chirrido de los frenos de un coche interrumpe mis pensamientos. Me levanto como un resorte y entro en él.

- ¿Ha sido fácil convencerlo? - me saluda.

- Pan comido.

- Bien, vamos - y arranca el coche.

- Por cierto, hemos visto el vídeo de tu padre y lo hemos estudiado, pero no encontramos nada fuera de lugar.

- Ya me lo esperaba.

El trayecto transcurre en silencio oyéndose únicamente la música de la radio. Después de 17 minutos de camino, Nick conduce por el garaje de su edificio y aparca en su plaza. Subimos en el ascensor hasta la 3ª planta, piso B. La entrada se encuentra en penumbra por que la luz que entra por la ventana empieza a ser escasa. Cuando le da al interruptor, las bombillas iluminan el acogedor salón. Dos sofás colocados en ángulo recto, una mesita de cristal encima de una enorme alfombra en el centro, un mueble con estanterías repletas de libros y objetos personales varios más una televisión en el medio son los elementos que lo componen. A mi derecha hay una pared con armarios empotrados para los abrigos. Siguiendo en la misma dirección, hay una pequeña cocina con varios platos apilados en el fregadero y una isla en el centro para las comidas.

- Creo que el arte de fregar todavía no lo has puesto en práctica. - añado, haciéndole sonrojar.

- He estado muy liado últimamente.

- Seguro que sí.

Nos adentramos por un largo pasillo donde se dejan ver cuatro puertas: dos darán a la habitación de ambos hermanos respectivamente, otra a la de los padres y la última, al baño. Entramos en la que se encuentra más alejada. Las paredes azul claro están adornadas con cuadros de paisajes polares, montañosos o de animales.

Zona de guerra (Nick Robinson)Where stories live. Discover now