CAPÍTULO 18

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El silencio se asienta en la habitación y todos me miran expectantes aguardando a que diga algo o reaccione de alguna forma.

- ¿Cuándo sale el próximo avión a Alaska? - digo con la mirada puesta un punto fijo.

- Para el carro, amiga. No puedes hacer eso. No puedes decidir así como así meterte de lleno en la boca del lobo. Esta misión hay que planificarla muy bien - replica Judit.

- Mi padre está solo con ese hombre en un lugar bajo tierra perdido de la mano de Dios. No espero que entiendas el porqué necesito ir allí lo antes posible - suelto ya de pie y encarándome a ella.

- Judit tiene razón. Esa fortaleza debe estar protegida por sistemas de altísima seguridad y el plan de acción tenemos que estudiarlo detalladamente. El más pequeño desliz y estamos muertos. Además, no estás preparada para ir aún - le apoya Nick.

- ¿Me estás diciendo con eso que no voy a acompañaros? Porque si es así te diré que... - no puedo seguir hablando, ya que me tapa la boca con su mano.

- Estoy diciendo que necesitamos mínimo un mes para estar completamente listos.

- ¿Un mes? Debes de estar de broma. En ese tiempo mi padre puede estar muerto, si no lo está ya - digo después de apartar su mano.

- Eso no va a pasar - me responde.

- ¡Tú no sabes eso! - grito enfadada. 

Giro sobre mis talones y voy directa hacia la puerta con paso firme quitándome de en medio una silla, haciendo que ésta caiga al suelo estrepitosamente. El portazo que doy resuena por todo el pasillo. Dos segundos más tarde escucho la puerta abrirse y cerrarse de nuevo.

- ¡Melissa, espera! - llama Nick. 

Me freno en seco y pongo los brazos en jarras.

- ¿Qué?

- Escúchame, ¿vale? No lo des todo por perdido. Te prometí que lo íbamos a encontrar y lo hemos hecho-

- Pero ahora queda lo más importante: traerlo de vuelta. Y no me puedes prometer eso.

- ¡Claro que puedo!

- ¡No! No puedes - insisto remarcando cada palabra golpeándole con las manos en el pecho. Las putas lágrimas luchan otra vez por salir y no consigo retenerlas. Nick me envuelve con sus brazos igual que la noche en la que todo empezó. Yo lloro en silencio mientras él me acaricia la espalda en un intento de consolarme.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? - pregunto casi en un susurro.

- Tú vas a seguir con los entrenamientos. Vamos, te llevo a casa.

- No puedo ir a casa. Debería estar en clase.

- ¿Y quieres ir?

- No.

- Me lo imaginaba. Vamos.

- ¿Adónde?

- ¿Te gusta el café?

- No mucho - desconozco el motivo de la pregunta.

- ¿Y el cacao?

- Sí, eso sí.

- Conozco un sitio donde hacen uno buenísimo.

- Vale.


Quince minutos más tarde, Nick aparca con agilidad entre dos coches enfrente de la cafetería.

- Espera aquí. Será un minuto - me dice cuando ya estamos en la acera. 

Él entra en el establecimiento y una brisa de aire fresco me congela la cara. Me ciño bien el jersey para que el frío no se me cuele hasta la barriga. Nick no se demora mucho y en poco rato sale con dos vasos para llevar en las manos.

- Toma. Aviso que quema.

Cojo el que me ofrece y agradezco el calorcito que desprende y que me calienta las manos. Nick echa a caminar calle abajo y yo le sigo sin saber muy bien a dónde vamos.

Después de un buen trecho, llegamos hasta la entrada de un parque natural. Nos sentamos en uno de los bancos que se encuentran en un descampado rodeado de árboles. El césped está muy bien cuidado y se ven ancianos pasear por los senderos y algunos perros jugar con sus dueños. Doy un sorbo a mi chocolate y me limpio el bigote que me ha quedado con la lengua.

- Bonito, ¿verdad? - señala Nick.

- Sí, mucho.

- Yo venía a jugar con mi hermana y mi padre a aquí cuando era pequeño.

Asiento con la cabeza y doy otro trago.

- ¿Puedo preguntarte algo? - le pido.

- Claro.

- ¿Quién es la chica de la foto que está pegada en la tapa de la caja que está guardada en el armario del gimnasio?

Nick se atraganta con su chocolate. Desde luego no se esperaba que esa fuera muy pregunta. Tarda un rato en responderme.

- ¿Cómo sabes lo de la caja?

- El día que llegaste tarde estuve investigando.

- No sabía que fueras tan cotilla. 

- ¿Estás enfadado?

- No. Pero prefiero que no lo vuelvas a hacer. ¿Lo prometes?

- Prometido.

Espero.

- ¿Me lo vas a decir?

- ¿El qué?

- La chica - pongo los ojos en blanco.

- ¿Tanto te importa?

- Sí, sino no te hubiera preguntado.

Nick suspira.

- Está bien. Se llama Bella, aunque supongo que tú eso ya lo sabes si abriste la caja. Estuvimos saliendo durante un par de años - este último dato me pone un poco celosa. Soy imbécil, lo sé - Formaba parte del equipo. Hacía muy bien su trabajo - se detiene.

- ¿Y qué le pasó?

- Murió de cáncer el año pasado.

- Lo siento muchísimo - bajo la mirada hasta el suelo. Odio estas situaciones.

- No pasa nada. Lo tengo superado.


El tiempo pasa rápido cuando te lo estás pasando bien. Ya es la hora de comer y Nick para el coche delante de mi casa.

- Hoy no vengas a entrenar. Descansa.

- Vale. Gracias por el chocolate.

- De nada.

Me desabrocho el cinturón y antes de que me vaya, Nick pasa su mano por detrás de mi cabeza y me besa. Es un beso suave y dulce que significa "hasta mañana".

Zona de guerra (Nick Robinson)Where stories live. Discover now