Capítulo 32:La decisión del mago

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Sin saber cómo desperté al lado de Je'Lad.
Era incapaz de recordar nada de la noche anterior, pero la sequedad de mi garganta y mi migraña eran un par de pistas claras. En cuanto reaccioné lo primero que hice fue tocar el hombro desnudo de la chica. El tacto de su cuerpo tibio bajo las sábanas era una auténtica delicia. No me sorprendí al notar que yo también estaba desnudo.

La débil luz que se filtraba por las cortinas indicaba que no debía de ser más de media mañana. Sabia que estábamos en su habitación y no en la mia por, entre cosas, el largo pelo castaño de su compañera, dormida de espaldas a mi en la cama de enfrente. Je’Lad continuaba dormida, respirando de forma rítmica y profunda. Estaba irresistible.
Al decidí coger mis ropas, salir de allí y hablar luego con ella. Escurriendome poco a poco para no despertarla, salí de bajo las sábanas y empecé a recoger mi ropa del suelo intentando hacer el menor ruido posible. Justo cuando iba a ponerme los pantalones me fijé en que su compañera se había despertado. La chica me miraba fijamente, aunque al ver que me había dado cuenta de su mirada echó la vista a un lado. Sin perder ni un segundo más me puse mi ropa interior.

-¿A donde vas?-susurró con curiosidad.
Creía recordar haberme cruzado con ella la última vez que estuve allí, pero no conseguía recordar su nombre.

-Eh....-no sabia que contestar. Ni siquiera estaba seguro de porqué estaba actuando así.
-No deberías hacerlo. Irte sin avisar, digo. Je'Lad se enfadara contigo...otra vez más.
-¿Y que debería hacer?-pregunté irritado.

-¿Traerle flores?¿Recitarle lo maravillosa que es? No se que haceis los Selki en estos casos.

-¿Y un Monardo?-insistí.

-Tampoco lo sé-confesó-. Quiero mucho a Je’Lad, pero no todos somos como ella.
Vista la poca colaboración de la chica me vestí y cogí mis botas sin llegar a ponermelas, ya que prefería amortiguar el sonido de mis pisadas hasta salir de la habitación. Había avanzado sólo unos pocos pasos cuando volví atrás.
-Eh, eh tú. Despierta-zarandee a la chica.
-Vete ya-susurró-. No quiero ningún problema.  Y me llamo Sary, zoquete. Sary’Ashad. Deja de llamarme“tú”.
-Si, oye, necesito que me respondas a algo más-dije de inmediato. En ese momento pocas cosas podían importarme menos que el nombre de esa chica-. ¿Qué pasó anoche entre Je'Lad y yo?
Sary alzó una ceja, cómo creyendo que le tomaba el pelo.
-Quiero decir, ¿solo estuvimos en la cama o…?
-Sé lo que quieres decir-cortó-. Estamos hablando de Je’Lad. ¿Tú que crees? Aún no me puedo creer que pudiera dormir con todos aquellos gemidos.
-Esta bien, gracias por ayudarme-dije avergonzado.
Con las cosas más claras pero con la cabeza más confundida aún, salí de la habitación, cerré la puerta con cuidado y me senté en suelo para calzarme mis botas. Los pasadizos estaban completamente desiertos; la mayoría de los estudiantes estaban durmiendo aún, y los pocos despiertos seguramente estarían en la Cantina. Aún así no quería correr el riesgo de que nadie me viera allí -si bien posiblemente mucha gente debió verme con la chica por la noche-, por lo que en cuanto estuve salí de allí. Ya en el patio negro de piedra negra respiré profundamente el aire fresco de la mañana y alcé la mirada hacía un limpio e intenso cielo azul.

-Buenos días Balwind. Qué curioso, ¿verdad? Esta ya debe ser la segunda vez que nos encontramos junto a la fuente.

-Tenía entendido que estabas de viaje.

El Capanegra Knox apartó la mirada del horizonte y volvió la mirada hacía mí.

-Y así ha sido. Un viaje bastante provechoso, cabe decir. Tengo entendido que tus entrenamientos con lord Korver también han sido muy fructíferos.

-Perdí en semifinales del torneo-confesé. En cualquier caso yo estaba seguro de que él ya lo sabía.

-Siempre habrá alguien más fuerte que tú. No desmerezcas tus méritos por algo así.

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuroWhere stories live. Discover now