Capítulo 15: El precio del conocimiento

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Tras los nervios y la emoción del primer día, llegó un corto período de aburrimiento.

A esas alturas ya habíamos aceptado que nada podíamos hacer para cambiar algunas de nuestras absurdas respuestas, que tan brillantes no habían parecido en su momento. Extraoficialmente no había ningún limite de plazas para la Academia, pero un mal examen podía acarrear una matrícula de entrada astronómica, incluso para familias adineradas y de gran poder. De hecho, para ingresar en los Caparoja incluso un buen examen podía traer consigo una gran tasa, puesto que era la rama con más solicitudes. En cambio, alguien con un examen casi nulo -que consistía en un mínimo de veinticinco preguntas bien contestadas- realizado para ingresar en los Capaazules podía tener la misma tasa que el mejor de los Caparoja. Un hecho totalmente injusto, si, pero no uno por el cual yo iba a quejarme.
Pero la rama con pero acogida era la alquimia. Solo los últimos días, cuando entrar en la mayoría de las otras ramas era un imposible los pretendientes a la Academia se animaban a ingresar en la alquimia. Y aún así siempre era una de las ramas menos pobladas.

Pero como todo, aquello tenía una explicación. Para los nobles y comerciantes por regla general no era realmente un problema pagar de más. Muchos nobles se encargaban de pagar la matrícula de uno de los familiares de uno de sus caballeros, o enviaban allí a familiares que podían significar una molestia o carga. Incluso se había vuelto tradicional que dos casas se pusieran de acuerdo en enviar a sus hijos el mismo año y en la misma rama para que así pudiera nacer una amistad entre ellos. También era costumbre en algunos pueblos que la aldea reuniera el máximo de dinero para enviar a uno de los niños a la Academia. En lugares tan pequeños como esos era fácil distinguir una actitud y mirada espabilada ante una mirada perezosa y estúpida.
Pero nosotros no teníamos esa suerte. Si bien Owen nos había hecho entrega de una tablilla por valor de cinco dramines de mitrilo era difícil que aquello fuera suficiente para pagar la cuota de entrada de todos nosotros.

Para no pensar en todo ello y pasar los largos días nos entreteníamos simplemente paseando por las calles de la ciudadela. Las tabernas estaban sin habitaciones libres, dado que cada vez llegaban más y más opositores a mago.

Eso provocaba algunas escenas graciosas, como algunos nobles subidos de humos peleando en duelo por alquilar una habitación cochambrosa en el peor de los hostales, o simples carreteros que se habían hecho de oro vendiendo su habitación a un rico comerciante. También aparecían muchos carros que iban y volvían directamente de Waltz. Siempre que salíamos a pasear estaba atento por si veía a Reks, pero algo me decía que no vería al joven mago hasta pasado un tiempo.
Otros nobles levantaron enormes pabellones en los campos de alrededor, con sus escudos y emblemas en alto, como si una parodia de ejercito se tratara.

 -Ese hombre nos lleva siguiendo desde que llegamos aquí-dijo la tercera noche Nolan mientras cenábamos en la taberna.

 -Yo también me había fijado-aseguró Johan.
 -¿A que os referís?-pregunté. Yo no había notado nada, y por las caras de Nime y Kachess daba por sentado que ellos tampoco.

 -Aquél que está sentado en la esquina. El del anillo de oro en su mano izquierda-dijo Nolan. Cogió su jarra de cerveza y bebió exageradamente, señalando ligeramente con la cabeza en dirección hacía el hombre. La taberna siempre estaba abarrotada, pero esa noche la gente incluso bebía y hablaba de pie entre las mesas, por lo que era difícil ver hacía donde Nolan señalaba.

 -¿Seguro?¿Aquél chico tan feo?-preguntó Nime tras obsérvalo con disimulo.-No veo que interés puede tener en nosotros.

 -Pues nos lleva siguiendo desde que Owen y Mia se marcharon-aseguró Nolan-. Al principio no le dí importancia, pero pronto me dí cuenta que fuéramos donde fuéramos siempre se encontraba a unos metros de nosotros. No creo que sea una simple casualidad.
 -Tampoco creo que sea alguien peligroso. Fíjate, ni siquiera trata de ocultar su identidad como mago-razonó Kachess al ver la capa de color rojo del mago.
Mientras observábamos a nuestro supuesto perseguidor otro mago con grandes ojeras y aspecto cenizo se sentó a su lado. Ambos empezaron a charlar tranquilamente y el nuevo comensal pidió una ración de cena.
 -Definitivamente no parece alguien peligroso-insistió Kachess.

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuroWhere stories live. Discover now