Capítulo 28: La Generación Dorada

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 -Voy a entrar-dije de inmediato.
Jeremy se abalanzó sobre mí, mientras que a Bill casi le da un ataque de corazón.

-¡No puedes hacer eso! Puedes meterte en graves problemas por ello-dijo nervioso Jeremy.

-No te preocupes, se como tratar con esta clase de gente. Lo único que hay que hacer es repetir “señor” cada tres palabras y ya se creen que estas en sus manos. Además, yo tengo una invitación-confesé.

-Si, claro, y yo soy el rey de Gea-rió el chico-. De verdad Balwind, no es buena idea…

-No dire nada de vosotros, no te preocupes-dije quitándomelo de encima. Y aquello fue suficiente, puesto que ninguno de los dos intentó pararme de nuevo. La gente siempre deja de preocuparse por los demás en cuanto sabe que su culo esta a salvo.

Entré en el edificio de Aulas y pase por los corredores hasta llegar a la sala. En la puerta había dos alumnos Caparoja con cara de malas pulgas.

-¿Qué quieres?-dijo uno de ellos con dureza-. No puedes pasar por aquí.

-Me llamo Balwind, y Etzio Kosta me ha invitado a la reunión.

El chico me miró de arriba a abajo, y luego miró a su compañero.

-No te creo-dijo el otro-. Vete.

-Se está celebrando una reunión de la Generación Dorada a la cuál estoy invitado-insistí-. Etzio fue quién me invitó, pero también conozco a Marion Culbert y ha Tyreke Belard-dije probando suerte.

Aquellos nombres les cogieron por sorpresa. Pero los de la Generación Dorada no eran tontos, así que los guardias que habían escogido no eran simples matones.

-Dinos a qué casa perteneces y preguntaremos por ti-aseguró el más alto. Por su tono pude ver que casi parecía estar convencido de que realmente yo estaba invitado. Maldita sea, ¿porque Etzio no me había dado una nota firmada?

-No pertenezco a ninguna casa-confesé. No se me ocurria nada más que decir, y de haber tardado en contestar habrían sospechado de mi. Y lo peor de todo era que no estaba mintiendo-. Pero Etzio quería que viniera, eso es todo.
El chico se cruzó de brazos, pero el otro se removió incómodo, como sopesando si echarme de una patada de allí o abrirme la puerta. Si se equivocaba era seguro que cualquier mínima relación con el grupo iba a romperse de inmediato.

Y entonces el chico abrió la puerta un poco.

-De Etzio me lo espero todo-se justificó a su compañero. Ambos parecían muy nerviosos, pero aún así me dejaron pasar. Que situación más absurda.

Al entrar me chocó la mezcla de olores de la sala. Había velas aromaticas por todos lados, que junto al olor de la comida y los perfumes de los reunidos daban paso a una mezcla nauseabunda. La sala también estaba llena de humo azulado de las pipas que algunos de ellos estaban fumando, lo que en conjunto curiosamente me recordó enormemente al antiguo prostíbulo de Sonia. La mayoría de estudiantes estaban enfrascados en alegres conversaciones, por lo que no se dieron cuenta de mi presencia. Otros como lady Colette me miraban entre sorprendidos y enfadados.
Marion palideció al verme.

-¡Balwind, amigo mío!-exclamó Etzio al darse cuenta de mi presencia. El Leridian iba vestido ostentosamente, con ropas de color verde oscuro y delgados ribetes de color negro de seda.  Las conversaciones se cortaron de inmediato. Hice una cuenta rápida y vi que no debía haber más de una docena de alumnos, lo cual era más de lo que yo esperaba. Más de veinticuatro ojos juzgando todo mi ser nada solo por mi presencia-. Toma asiento, aquí a mi lado-ofreció, colocando él mismo una de las sillas pegadas a la pared.

Rodeé nervioso la mesa y me senté bajo la incómoda mirada de todas aquellas personas. En cada respaldo había una bandera rectangular con el símbolo de la casa a que pertenecía cada uno de ellos. Excepto en mi silla, claro. Algunos asistentes parecían estar muy enfadados de que estuviera allí, pero otros no podían ocultar su risita.

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora