Capítulo 31: El Festival de la Unión

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El día del torneo el Coliseo estaba abarrotado.
Algunos alumnos habían madrugado y tenían preparados vistosos tenderetes para vender comida y bebida de todo tipo. Para animar el ambiente los alumnos del maestro superior Capaverde Lunt habían preparado un amplio recital de canciones, pasando desde la inocente y alegre La fuente del gato y el soldado hasta la atronadora y épica Los cantos de Lorelas el Gladyr. El Festival de la Unión era algo que se celebraba en todos los reinos aliados desde el día mismo día en que los sabios consiguieron que por primera vez en la historia de Gea no hubiera ni una sola batalla en sus tierras. Desde la más pequeña de las villas hasta la más grande de las capitales celebraron aquel hito casi utópico. En los suburbios también se notaba un mejor humor en la gente, y eso era todo, dado que la escasez siempre iba por encima de las trivialidades. Por suerte para nosotros, por la noche podíamos contemplar sin problema alguno varios de los trucos que los magos del norte de la ciudad realizaban para el rey y sus gentes. Si los magos de la corte hubieran querido podrían haber ocultado cualquier rastro del espectáculo, pero incluso aquello demostraba lo mucho que el torneo significaba. Con todo, era irónico que en la Academia la celebración consistiera en un torneo en el cual estudiantes de todos lados combatían entre sí.

A diferencia del primero torneo esta vez no solo participaban los alumnos de primero, sino que todos los cursos participaban, y cualquier alumno de cualquier rama podía combatir, por lo que absolutamente nadie quería perderse aquel espectáculo. Además, muchos alumnos iban motivados con la idea de alcanzar la gloria al imaginarse a sí mismos ganando a sus propios compañeros, algunos tan fuertes como el propio Gilchrist, o hasta hacía unos meses, Vincent.
Tal y como había prometido lord Korver, mis entrenamientos pasaron a ser diarios y con mucha más dureza. Gilchrist solía entrenar conmigo, pero otras veces se iba a entrenar con Tyler, su mejor amigo y antagonista a la vez, y que curiosamente se trataba de uno de los Lanson que lord Korver había mencionado la noche anterior. Las sesiones sin Gilchrist eran especialmente crueles, puesto que lord Korver no tenía ningún problema en atizarme hasta dejarme medio inconsciente en el suelo. Por ese motivo acabó llamando a Dyson, aprovechando así también para tener al Lanson bajo control. El problema era que el pequeño Caparoja llevaba años practicando la magia, por lo que su dominio era muy superior al mío. Y lo peor era que pese a su apariencia infantil nunca se dejaba nada en el tintero, siendo igual o más cruel que el maestro.

Por eso estaba convencido que yo iba a ganar.

Un entrenamiento tan duro tenía que tener su recompensa. Y yo ya lo empezaba a notar. En los entrenamientos con Darrin había dejado atrás a todos los alumnos, y sólo Nolan era capaz de seguirme el paso. Wallace y Roy Laedor eran nuestros más inmediatos perseguidores, pero ambos parecían haber aceptado que en cuestiones mágicas no eran rivales para nosotros. Así pues, cuando entré en el Coliseo mi rostro rezumaba la confianza de la que antes carecía. La arena había quedado dividida en siete carriles rectos, similar a los utilizados en las justas de caballeros. Una línea en mitad del carril divida el campo en dos zonas, una para cada luchador. Observando el resto del recinto vi que muchos Capaverde que no participaban en el torneo habían tomado posiciones en el perímetro de la arena, dispuestos a prestar sus servicios a los heridos.También había unos cuantos Capamalva con pequeños sacos y varios tónicos en sus manos, charlando tranquilamente entre ellos y los sanadores. La mayoría de Capaverda sabían hacer las pociones de elaboración más simple, pero otras eran inaccesibles para ellos.

Por supuesto los Capaazul también contabamos con nuestra representación fuera de la batalla. Saal'Mekel, una alumna de último año perteneciente al Círculo de Mia había forjado cinco pequeñas magníficos broches de calija, un diamante de color azul celeste muy difícil de moldear. Pero su mayor obra era el impactante trofeo de cuarzo blanco con unos originales grabados de colores. El trofeo iba destino para el ganador de último año, y contaba en la base con el grabado del árbol de los Capaverde, el sol de los Caparoja, la medialuna de los Capaazul y la estrella de los Capamalva. Todos los maestros le echaban una mirada a cada pocos minutos; si desde donde yo me encontraba ya era un trofeo impresionante no podía imaginar cómo debía ser visto de cerca. Detrás suyo se encontraban sentados Knox y los tres maestros superiores. Tanto el trofeo como los broches estaban colocados en una mesa en el palco principal, justo al lado del director Izuka. Detrás de él estaban sentados los cuatro maestros superiores; Datzo'Len y Daeros con gesto serio y formal, mientras que Mina y Lunt no dejaban de hablar y reír amistosamente, siempre con la alegría característica de ambos. En el palco inferior se encontraban el resto de los maestros, donde había una mezcla notable de rostros; desde el gesto de aburrimiento supremo de Holen hasta la mirada crítica de Darrin, que sentado junto al maestro Gerald le iba contando los puntos fuertes y débiles de cada uno de sus alumnos. Gerald nos había enseñado a levantar las protecciones en las clases de comunes, por lo que para él era un tema bastante interesante. De pronto sonaron varias trompetas y el director se puso en pie

Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuroWhere stories live. Discover now