Capítulo 1

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El ruido de las cajas me despertó. Había mucho ajetreo por la calle, camiones llevándose pertenencias e incluso parte del amueblado. Hoy todo el planeta se mudaba. ¿A dónde? Esa era mi mayor inquietud. Sólo nos habían dicho que, debido a "problemas medioambientales" todos los seres humanos deben evacuar la Tierra. Básicamente, porque no habíamos sabido cuidarla. El calentamiento global había llegado a puntos extremos, a tal punto en el qué la única solución para que el ser humano puediera seguir viviendo era cambiar de hábitat.

Todavía no se había decidió a qué lugar nos iban a llevar, solo sabía que iba a ser como "un crucero espacial".

Mis hermanos preparaban su equipaje sin preocupación alguna. Tal vez era su ignorancia lo que les hacía ser tan despreocupados.

— ¡Dios! ¡Dios! ¿Os lo podéis creer? ¡En menos de 10 horas estaremos fuera de la Tierra! ¡De la atmósfera! — Mi madre vivía en un mar de nervios. Embalaba cajas y luego las abría para comprobar si todo estaba en orden. No soportaba la idea de dejar todos sus recuerdos (incluida su casa), en un planeta que seguramente no volvería a pisar.

— La verdad es que yo tampoco me lo creo...Que bajo hemos caído. Teníamos un precioso planeta con increíbles ecosistemas, ¿y qué hemos hecho? acabar con todo aquello. No hay ningún astro que sea como la Tierra. Lo más probable es que nos dejen vagando por el vacío dentro de esas naves tan enormes que han construido. — Dijo mi padre.

— Un grupo de jóvenes han organizado una "última despedida" a la Tierra, creo que la organizan tres horas antes de la embarcación. ¿Os gustaría ir? Tal vez sea una buena forma de decir adiós. — Dijo mi madre.

Adiós. Esa palabra hacía eco en mi mente como un balón que no deja de botar.

— Mamá, ¿veremos marcianos en el espacio? — Ivy, mi hermana de 11 años. La chica de mis dos hermanos gemelos. Una auténtica delicia de persona. — ¡Me encantaría hacerles una foto!

— Oh, cielo. Si vemos marcianos, no te preocupes ¡tendré la cámara lista! — Mi madre le acariciabq el pelo mientras lo decía, con un tono protector. — ¿Has hecho ya tu equipaje?

— Por supuesto. Troy metió algunas de sus cosas en mi caja porque decía en las suyas no cabía. ¡Espero que no haya metido sus horrorosos calzoncillos!

Todos reímos a carcajadas. Más tarde, mis padres salieron de casa para ir a buscar a mis abuelos. Al ser familiares, debían estar en el mismo compartimento de la nave que nosotros.

Hacía calor, como de normal. Un calor al que no me terminaba de acostumbrar, aunque ya hubiera nacido con él. Ambos polos se habían derretido y la temperatura media del planeta se había elevado considerablemente. Ésta era una de las razones por las que nos querían sacar de ahí cuanto antes.

El sonido del timbre interrumpió mis pensamientos.

— ¿Contesto yo? — Preguntó Ivy.

— No, mejor abro yo. — Fui directa a la puerta, y sin tan siquiera mirar por la mirilla. Pude detectar a mi vecino Sean, de mi misma edad. Habíamos ido juntos a clase en el colegio.

Abrí la puerta y le saludé, y él me sonrío simpáticamente.

— ¡Hola Beth! — Él me había puesto el apodo de "Beth", ya que según él "era mucho más amigable llamarme Beth que Lisbeth". — Me pasaba por aquí para ver como vais con la mudanza.

— Bien, supongo. — Siempre había creído que Sean me quería (o eso me habían dicho), pero ninguno de los dos habíamos mencionado ese tema jamás, además tampoco estaba muy segura de si quería ser siquiera su amiga.  — Lo único difícil será adaptarse a las nuevas condiciones de vida, pero, por lo demás, estamos bien.

Intenté sonreírle, para no parecer tan fría con él (cosa que siempre hacía, no sé bien por qué).

— Bien, bien, me alegro. — Durante unos minutos, parecía haberse quedado en blanco — Beth... ¿crees que nos pondrán cerca en la nave? Ya sabes...si nuestros compartimentos estarán cerca. — Parecía nervioso. ¿Qué estaba insinuando? ¿Él quería estar cerca de ?

— No lo sé, Sean. Supongo que no...En una sola nave van a vivir muchísimas personas...Además, creo que ordenan los compartimentos por familias, tú eres Mallard mientras yo soy Carrington... - Intentaba ser sincera con él, pero me dolía la idea de quitarle sus ilusiones.

— Oh cierto. — Podía notar la tristeza en su mirada, aunque intentara más tarde ocultarla con una leve risa. — Que tonto, no había caído en eso. Bueno Beth, ¡ya nos veremos! — Se fue dando pasos muy rápidos, como si quisiera irse cuanto antes. ¿Quizá Sean Mallard no quería que le viera sonrojarse?

En cuanto le perdí de vista, cerré la puerta. Me sentía mal, bastante mal, pero... ¿Qué sentido tiene crearle ilusiones falsas para luego toparse con la dura realidad? En ese sentido, le había ayudado a no decepcionarse.

— ¿Quién era? — Preguntó mi hermano Troy comiendo una chocolatina. ¡Siempre tan glotón!

— Sean. — Le dije lo más rápido posible, intentado evitar sus comentarios. — Por cierto, deberías dejar de comer eso. -— Dije señalando la chocolatina. -— ¿Sabes lo qué lleva eso? Me apuesto una pierna a que lleva más productos químicos que chocolate.

— Lisbeth, deja que disfrute de mis últimos tentempiés terrestres. - Dijo acompañado de una pícara sonrisa. - Y sobre lo de Sean... ¿Es que no se cansa nunca ese chico de intentar ligar contigo?

Iba a responderle, cuando un importante aviso en la televisión captó nuestra atención.

"¡Queridos conciudadanos! Como bien sabéis, dentro de unas horas, evacuaremos nuestro querido planeta Tierra. Tan solo queríamos anunciaros de que lo tenemos todo bajo control, no nos faltará nunca nada. En nuestras naves tendremos hospitales, restaurantes, compartimentos para cada familia, gimnasios, piscinas... ¡y mucho más! Además, la comida nunca nos faltará ¡eso lo podéis tener por asegurada! No os vamos a desvelar más cosas... ¡el resto de las sorpresas las descubriréis cuando estéis a bordo!"

Fin de la emisión.

¿Sorpresas? ¿Qué clase de sorpresas?

— ¡Ya hemos llegado! — Anunció mi madre mientras abría la puerta — Niños, saludad a los abuelos.

— ¡Abuela! ¡Abuelo! — Gritaron mis hermanos al unísono. Quizá el hecho de ser gemelos les hacía ser tan coordinados.

Saludé a mis abuelos. Como siempre, sus diferentes puntos de vista me dejó perpleja.

— ¡La sociedad se va a hacer puñetas! — Gritó mi abuelo enfadado — ¡Ojalá nos muramos todos cuando traspasemos la atmósfera!

— ¡Papá! -— Chilló mi madre muy enfadada — ¿Cómo se te ocurre decir esas barbaridades?

 — Porque tengo razón, no aguantaremos mucho vagando por el espacio sin nuestra amada capa gaseosa. -— Se quejó. -— No quiero pasar los pocos días que me quedan en una nave espacial.

-— Este mundo ya no está hecho para nosotros. Es mejor dejar paso a nuevas alternativas. -— Dijo mi madre con tono sereno, intentando tranquilizar a mi abuelo.

La frase que dijo mi madre se quedó fija en mi mente. "Este mundo ya no está hecho para nosotros".

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