Capítulo 3: El Extraño Caso de la Orina Insonora

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El lugar estaba más limpio de lo que esperaba. Era un bonito departamento, con un living amplio que a la vez hacía de comedor diario. La cocina era pequeña pero no parecía incómoda. Aunque en realidad no tenía mucha idea de si sería incomoda o no, pues el único que era capaz de cocinar algo y no reducir el lugar a cenizas en el proceso era Levi.
Sonará incorrecto, pero probablemente es al que más extrañé de todos mis hermanos. Y para los que piensen que soy superficial es porque seguramente nunca han probado sus tartas de manzana.
Justo atrás de la cocina había una mesa de comedor gigante, con ocho sillas de rústica madera oscura, seis a los costados y dos en las cabeceras. 

En el centro del living había dos sillones que al ponerlos juntos formaban una especie de 'L'. Parecían de lo más cómodo, aunque el color marrón sufrido que tenían seguramente podría contar muchísimas historias si pudiese hablar.
Había una tele enorme en frente de estos sillones, debajo, una mesa de café tapadísima de vasos usados. Al lado de esta pequeña sala de estar, había un enorme arco que daba a un pasillo con cuatro puertas, lo que yo creí, eran las habitaciones.

Pero lo más fascinante de todo probablemente era la vista. Desde un enorme ventanal se podía ver casi toda la ciudad, una vista tan impactante que casi hacia que valiera la pena subir todas esas escaleras. Casi, pues eran muchas y mi mejor virtud nunca fueron los deportes.

Después de tanto admirar mi nueva casa me di cuenta de que estaba sola. No había nadie, ni siquiera Dallas había subido la primer caja. No debí dejarlo solo, iba a tomarle una eternidad.
Cuando me di cuenta tenía urgencia por ir al baño. Tres horas de viaje sin parar no habían hecho nada bueno a mi vejiga. Dejé la pesada mochila en el sofá y sentí como mi espalda se aliviaba al soltar tanto peso.
Probablemente abrí todas las puertas entre una y dos veces del corredor hasta darme cuenta de que el baño no estaba en el pasillo, sino en frente de este, justo al lado de la cocina. Muy conveniente.

Abrí la puerta de un empujón y sin pensármelo dos veces, pero tuve que parar en medio del camino porque algo pareció golpearla y gritarme de vuelta.

- ¡Jamie te dije treinta mil veces que toques la puta puerta antes de entrar! ¡Yo meo en silencio, hombre, más respeto por mi orina!

Cerré la puerta de un portazo. Esa voz no me sonaba para nada conocida, áspera como piedra y sin embargo joven y decidida. Me imaginé que sería el amigo de Jamie, salvo que hubiese más sorpresas en la casa de las que no estaba enterada.

- Perdón, lo siento, juro no haber visto nada. Dejaré tu orina en paz.


Al rato la puerta se abrió y del baño emergió una figura alta y esbelta. Un chico de cabello castaño oscuro, ojos casi negros y ropa manchada y estropeada.

El chico se pasó el reverso de su mano por su nariz, como si le picase.

- Lamento lo que pasó. - Dijo con los ojos asustados y la cabeza gacha. - No sabía que llegarías tan pronto, y como no escuché la puerta de entrada, pues...

- No hay problema. Soy Delilah, Lila, encantada de conocerte... eh...

-¡Nico! - Gritó casi interrumpiéndome. - Soy Nico, gusto en verte Lila.

Silencio incómodo.

-Así que eres hermana de los chicos, ¿no? La única mujer Evans de la familia por lo que sé.

Solté un risita nerviosa, esto era peor que ir a un exámen sin estudiar.

-La única mujer Evans de la familia, eso es correcto.

Nico aplaudió a la nada misma, el ambiente estaba tenso.

-Puedo mostrarte la casa si quieres, estamos algo apretados de momento pero parece que los chicos te tienen bastante cariño porque te guardaron la habitación más grande para ti sola.

¿Mis hermanos? ¿Siendo caballeros? Esto sí que era algo nuevo para mí, quizá y con un poco de suerte habían cambiado en este último tiempo.

-Sígueme al pasillo, el baño ya lo conociste.

Amor se escribe con 'A' mayúsculaWhere stories live. Discover now