Una mujer rota

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....

Lejos, a unos quilómetros de ese rancho que ya conocemos, una mujer despierta desorientada. De nuevo.

No sabe donde está, y el miedo la paraliza.
Un miedo al que ya está acostumbrada.

Bajo ella, un mullido colchón calma su dolorido cuerpo.
Al lado de la cama, sobre la mesita de noche había un vaso con agua.

Sentía la garganta reseca pero...

Se hizo un ovillo en la cama, rodeando sus piernas con sus entumecidos brazos.
No confiaba.
Ya no más.

Le había dado todo a un hombre que no lo merecía.
Su confianza, su amor, su cuerpo y él había destrozado todo eso.

Puso las manos sobre su vientre.
Un vientre que ya no albergaba vida.
Él se lo arrebató también.

Las esperanzas de haber muerto con su bebé desaparecieron al fijarse más en lo que la rodeaba.

A través de la sucia ventana, el sol se ponía tras una enorme montaña.

La puerta que había en el lado opuesto se abrió con un chirrido que le congeló todo el cuerpo.

Instintivamente salió de la cama y se acurrucó en un rincón, esperando los golpes.

Todo lo que escuchó fue una maldición y un golpe seco.
Luego, inmediatamente después, sintió unos brazos rodeándola y llevándola de nuevo a la cama.

-¡Suéltame, suéltame! Por favor, no me hieras.- suplicó
-No voy a herirte, nena.
Un escalofrío la recorrió al escuchar la frialdad en su voz.
Una enorme mano le recorrió la espalda de arriba abajo, tratando de relajarla.
Eso era impensable.
Relajarse significaba no estar preparada si algo ocurría.
Y siempre ocurría algo.

-Estás a salvo. Nada ni nadie volverá a herirte.
Ella negó repetidamente con la cabeza.
No le creía.
-Dime como te llamas, nena. Necesito saber como dirigirme a ti.

Ella quedó en silencio.
Y él esperó. Pacientemente. Por lo menos durante unos minutos.
Después de ese tiempo, la cogió por la barbilla y la obligó a enfrentarse a su mirada.
-Te hice una pregunta simple. Dame tu nombre.
Aterrorizada físicamente y atrapada en la profundidad y frialdad de sus ojos, se encontró respondiendo.
-Meghan.

Sorprendida al ver como una autentica y sincera sonrisa cruzaba la cara de él y le cambiaba completamente el rostro, no reaccionó cuando él poso suavemente los labios sobre los de ella.
-Puedes llamarme Hugo. Voy a ponerte a salvo. Te llevaré a un sitio en el que cuidarán de ti y te recuperarás. Estoy seguro.
-¿Y a donde irás tu?
-En cuanto estés a salvo, iré a por el hijo de puta de te hizo esto y lo mataré.

Ojala supiera porque, sin más, dejó de temerle.

Persiguiendo un sueño (Serie Love 10) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora