Revelaciones

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Jackson

Conduzco como un loco hasta el río.
Ni siquiera sé si Quinn ha estado siguiéndome, aunque imagino que si.
Debe temer mi reacción.
Yo mismo temo como vaya a reaccionar cuando la vea.

Y llego.
Antes de haberme mentalizado.
Todo a mi alrededor se detiene.
Nada me importa.
Nada que no sea el pequeño cuerpo tendido sobre el suelo.

Caigo de rodillas a su lado.
No me atrevo a mirarla a la cara.
Si lo hago, todo habrá terminado.

Cojo sus manos que yacen quietas sobre su vientre y están heladas.
A pesar del calor de setiembre, el agua está fría.

No me detengo a pensar porque vino al río.
Ni porque se metió en el agua.
No me importa.
Solo quiero que respire.

Mis ojos vagan por su cuerpo, hasta que inevitablemente, me detengo en su rostro.

Su pelo largo está completamente pegado a su rostro.
Algunas ramitas y hojas han quedado pegadas entre sus mechones.

Sus ojos yacen cerrados y por mas que grito que despierte, no los abre.

Sus labios, tan cálidos que me parecieron, están ahora fríos.

Desesperado, trato de darle aire.
Quizá aún tengo una oportunidad.
Quizá no la he perdido.
No puedo perderla.
No puedo porque yo...

****

Piiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Sacudo la cabeza de un lado al otro cuando escucho la tetera hervir.
Apago el fuego y con cuidado retiro la tetera y lleno de agua las dos tazas que tenía preparadas de antes.

Me dirijo al salón con cierto temor, y respiro aliviado cuando veo a Aurora en el mismo sitio donde la dejé.

No ha sido más que mi imaginación jugándome una mala pasada.

-¿Que ha pasado, cariño?
-La chica...
Cuando veo lágrimas deslizándose por su rostro pienso lo peor.
-Sabes que puedes contarme lo que sea. Estoy aquí contigo.
-Está a salvo. El que la salvó va a traerla está noche. A medianoche.
-¿Como sabes eso? ¿Te llamó?
Ella niega con la cabeza y sé que tiene que ver con su don.
La atraigo hacia mis brazos, feliz de sentir el calor de su cuerpo, su corazón latir y su respiración acompasarse con la mía.

Nunca había sentido un miedo tan grande como para paralizarme, como para volverme loco.
Ahora sé que mi mayor miedo, la madre de todas mis pesadillas, es perder para siempre a esta mujer.

Poco importa si la conocí hace tres días, una semana o cien años.
Cuando llegó a mi ya era mía.
Como ella dijo, mis sueños la trajeron hasta mi.

Si he aprendido algo de esa maldita imagen que tuve, fue que estoy jodidamente enamorado de Aurora.

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Moniiiiii, ya puedes respirar otra vez.
Jajjajajja.

Persiguiendo un sueño (Serie Love 10) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora