Capítulo 3

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El motor hizo un rugido cuando cambié la marcha. Iba sobre el límite de velocidad, y con la música demasiado alta para ser permitido, pero valía un demonio. La música ayudaba a callar las miles de voces que me decían que me devolviera y arrastrara a Dereck por todo el lugar como si fuera un trapo de piso.

Era un imbécil. Se creía que porque fuera mi mejor amigo tenía derecho sobre mí, que podría manejarme a su antojo y luego dejarme tirado por esos estúpidos lameculos. Estaba harto, harto de que me viera como una manera de llegar a chicas y ligárselas como si nada.

Aparqué al lado de la carretera. Una bicicleta se encontraba un poco más atrás que mi coche, pero no le presté mucha atención. Quería despejar mi mente, calmar la sensación de ahogo que estaba sufriendo en este momento.

Me adentré al pequeño bosque, buscando la señal del camino correcto. Al final logré encontrarla; la flecha que había tallado en el cedro todavía se encontraba allí, como un vivo recuerdo de lo que había pasado unos años atrás.

Un escalofrío recorrió mi espalda, centrándome en el presente. Seguí caminando hacia el frente y luego de contar diez arbustos, giré hacia la izquierda.

Y ahí estaba. El pequeño estanque con nenúfares descansando sobre el agua mansa color cielo. Y en el extremo alejado, la caseta de pesca en la que Jacob y yo...

Mis pensamientos fueron interrumpidos bruscamente por la visión de una persona allí, sentada en el borde del lago, con los zapatos al lado de su mochila, chapoteando con sus pies, alterando la tranquilidad en un radio alrededor suyo.

Abrí mi boca, tratando de contener las ganas de gritarle a quien fuera que sea que quitara su sucio culo de mi santuario.

Podían quitarme cualquier cosa, menos esto. Atesoraba este lugar entre mi corazón, y le tenía una adoración casi extraña. Pero aquí habían sucedido tantas cosas, había conocido a la única persona que lograba entenderme a un nivel emocional, que era literalmente una violación ver a este idiota sentado aquí como si le valiera un bledo todo aquello.

—¡Hey, tú! ¡Hazme un favor y quita tu sucio trasero de mi lago!—grité lo más fuerte que pude.

La persona no se movió. Siguió moviendo los pies en el agua, como si tuviera que ponerle atención a cada círculo que salía alrededor de sus pies.

Al acercarme un poco, logré ver el cable blanco de unos audífonos sobresaliendo de su camisa color ne...

Esperen.

Reconocía esa camisa. Justamente la había visto hace una hora, cuando Connor Franta me había arrinconado en el baño.

¡Santa mierda!

Pegué un grito al cielo tan fuerte, que Connor se sobresaltó y calló al agua con un sonido sordo. Unas cuantas aves salieron de los árboles, sobresaltadas ante la interrupción de su pacífico hábitat.

—¿¡Qué mierda te sucede?! ¿¡Acaso eres imbécil, o qué?!—Connor me gritó mientras apartaba su cabello mojado de sus ojos.

Arqueé las cejas, soltando una carcajada.

—Al menos no soy un imbécil mojado como tú.

Él rodó los ojos, y sostuvo el puente de su nariz entre los dedos, tratando de contener su ataque nervioso.

—Mira.—sus ojos verdes perforaron mi ser mientras trepaba hacia el muelle.—Estaba tratando de meditar hasta que

babe; tronnorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora