Dejar ir

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Sus manos temblaban y hasta sentía que en cualquier momento iba a darle un ataque de pánico, botaría el teléfono y el sonido llamaría más la atención de Yuuri. Y ya de por si el japones le estaba preguntando sobre qué era el mensaje...

Por mero impulso, sus dedos teclearon por si solos y acabó por apretar la opción de borrar la fotografía, eliminar toda la conversación que Yuuri había tenido con su madre a través de mensajes, pero cuando estuvo a punto de apretar la palabra "delete" detuvo su mano.

¿Qué estaba haciendo...? ¿No había esperado por un momento así durante mucho tiempo? Mirar la foto, verse de pequeño, ver a Yuuri, ver la plenitud que llenaba su rostro. Una plenitud que había estado esperando tanto por volver a sentir, y al fin la sentía otra vez.

Tendría que dar muchas explicaciones.

Dejando ir el aire que no sabía que contenía, Viktor dejó el teléfono del japones sobre la mesa otra vez. Mirando poco a poco como la pantalla del teléfono se apagaba por si sola y lo dejaba con el sentimiento de nerviosismo recorriendo su cuerpo.

Escuchó los pasos de Yuuri acercarse, preguntando porque estaba tan callado y cuando lo vio asomarse le sonrió como si nada sucediera y golpeó suavemente el lado vacío del sofá para que el japones ignorara la sonrisa que ocultaba su ansiedad.

Pero Yuuri notó su nerviosismo.

—Viktor —llamó, e hizo temblar al ruso —.¿Qué sucede? ¿Era mi mamá, no?

—Ah, si, si... Era tu madre, ¿Hiroko, no? — preguntó, Yuuri asintió con una sonrisa  —. Te envió una fotografía.

Los labios  japones formaron una "o", y tras sentarse al lado de Viktor se inclinó a tomar su teléfono a un lado. Pero no lo logró, antes de que pudiera tomarlo, Viktor tomó su mano y llamó su atención.

El ruso se mantuvo unos segundos con la cabeza baja y Yuuri sin saber que le sucedía a Viktor. Frunció el ceño y llamó al ruso en un susurro, saboreando como se sentía el nombre ajeno en sus labios,  preguntando, esperando, pero dejando que el otro pusiera sus pensamientos en orden.

Lo escuchó dar un suspiro antes que sus ojos se posaran en los suyos y se atreviera a hablar.

—¿Qué sucede? ¿Hay algo mal? — preguntó el japones.

—No, solo que... —Entrelazó su dedos y no quitó los ojos de los de Yuuri —. Antes que hagas algo más, quiero contarte algo, Yuuri.

El japones no lo puso en duda, y volvió a sentar correctamente al lado del ruso. El teléfono olvidado en la mesa a un lado, y la atención fija en el rostro ajeno.
Yuuri solo quería escuchar, saber más del hombre del que se enamoraba cada vez más.

—Yo tuve un gran amor —dijo el ruso, Yuuri sintió su cuerpo helarse —. Cuando era niño, yo... Tuve a alguien que quise conservar para siempre.

A cada palabra, Yuuri sentía que la mirada de Viktor se volvía más y más profunda en él. No como cuchilla que traspasaba su piel dañado, no, su mirada lo acariciaba, le hacía sentir un calor aun cuando esa relevancia heló su piel y sus sentidos.

Dejó su cabeza en blanco, sin saber que hacer, que sentir.

—Era un amor infantil, pero fue muy importante para mi —continuó —. Dejo buenos recuerdos en mi, muchos que guardé y que me negaba a dejar ir. Pero, esa persona se fue de mi lado, Yuuri, me demostró como el mundo era, que nada se queda quieto por mucho tiempo, y que todo tiene que cambiar.

Con su sola mano en buen estado, acarició el dorso del japones. Yuuri sintió ese toque como un respiro.

—Como niño lo amé  — Yuuri notó que el ruso sonreía —. Lo amé y lo lloré cuando se fue.

Al pasar de los añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora