Paso a paso

7.4K 967 348
                                    

Yuuri esperó paciente a que el ruso quisiera hablar. Viktor miraba hacia el piso, ni siquiera le prestaba atención a la fotografía, sólo se centraba en ordenar su pensamientos y el japonés le dio todo el tiempo suficiente.

Entre el tiempo, Makkachin se acercó a ellos y se sentó en el lado restante del sofá. Se acostó a su lado, con la cabeza apoyada sobre las piernas de Yuuri, y el japonés no tuvo más opción que también acariciarle.

Suspiró, exaltando  al japonés por un movimiento tan repentino, y volvió la mirada hacia el japonés.

—Cuando te dije que era huérfano, era la verdad —explicó—. Viví ahí toda mi vida, hasta que tuve unos... catorce años más o menos. Fue cuando me volví patinador algo reconocido.

—Pero en aquella fotografía...

—Olga me la dio —interrumpió el ruso —. Hace años... la acepté sólo por cortesía.

Yuuri se removió a su lado y tomó su mano, la acarició con calma.

—En fin... No sabía quiénes eran mis padres, ni el día en que nací, ni las razones por las cuales me dejaron en el orfanato siendo tan pequeño. Suena de telenovela, pero sucede en la vida real.

Viktor se echó hacia atrás, la cabeza apoyada contra el respaldo del sofá y Yuuri le siguió. Sin apartar la vista del ruso, sin dejar de mirarle, sin dejar de acariciar su mano.

—Cuando creces sin saber de donde vienes, también creces desconfiado de toda la gente que te rodea. Pocos se quedan, muchos de ellos... —Miró a Yuuri directamente a los ojos —.  Se van.

Yuuri sintió que le recriminaba...

—Bien... —Viktor suspiró —. ¿Cuándo fue...? Ah, cuando tenía más o menos 15 o 16 años...

Había pasado un poco de tiempo desde que comenzó a patinar. Yakov había hecho de todo para ayudar al ruso, desde ayudarlo a poder pasar a ser legalmente un adulto, a conseguir un lugar para si mismo donde vivir y simplemente ir escalando poco a poco en aquel mundo del patinaje.

Por suerte había logrado llamar la atención de la gente.

Gente que deseaba, gente no deseada que se interesó sólo por su juventud y el atractivo que la prensa quiso explotar. Había escuchado a muchos de los magnates que invertían dinero en los jóvenes talentos del deporte preguntar por él. Durante los banquetes de las competencias donde si no fíes por tener a Yakov a su alrededor, tendría a varios de esos hombres y mujeres intentando arrastrarlo lejos de ese lugar.

Podía ser un huérfano que se estaba esforzando por ganar y sobresalir entre los patinadores, pero tampoco estaba tan desesperado como para venderse a uno de esos sujetos.

—Yakov, voy a irme a casa —informó el joven ruso.

Estaba cansado de los vejestorios tocando su largo cabello, ordenando los mechones que cubrían su cabello y murmurando lo bien que el cabello largo se veía en él.

Le daban escalofríos sus coqueteos.

—¿Tan pronto? —preguntó el entrenador —. Deja que hable un poco más y te iré a dejar...

—No —interrumpió el ruso —. Puedo irme sólo. No te preocupes.

Yakov se quedó mirando al adolescente por un momento, dudando, pero al mirar a su alrededor y notar los ojos de lobos hambrientos sobre el patinador entendía porqué quería irse tan pronto. Viktor podía cuidarse solo, lo sabía, pero aun así el chico despertó en él el sentimiento paterno de protección. 

Al pasar de los añosWhere stories live. Discover now