Cálido y frío invierno

27.6K 1.9K 1K
                                    



Los inviernos en Rusia eran fríos. Muy fríos, te hacían sentir solitario cuando no había nadie a tu lado, cuando al volver a donde vivías te esperaba un cuarto lleno de niños en tu misma situación, o peor, y con ninguno podías hablar de lo que sentías, de cuan frustrado estabas. No, solo debías soportar el frío y la tristeza por ti mismo.

Pero ahí. En ese lugar, sobre esas cuchillas que se resbalaban con tanta gracia por el hielo y le hacían sentir como si volara. Sonriendo y riendo de verdad, llevando con cuidado por el hielo a ese niño cuatro años menor que él que parecía amar tanto el hielo como él, aun cuando caía, caían juntos y las risas aumentaban.

Fue un invierno tan cálido.

—¡Viktor! ¡Vamos a intentarlo otra vez! —El nombrado sonrió.

Incluso si estaba agotado, ¿cómo podía decirle que no a ese pequeño de seis años? No, no podía. Después de todo, ese pequeño había convertido su décimo invierno en uno de los más cálidos.

—Yuuri~... Ya van unas siete veces, ¿no estás cansado? —Él lo estaba. Sus piernas temblaban pero intentaba disimularlo, sonreír, fingir que era fuerte frente al pequeño por mucho que quería tirar sobre el hielo a descansar un poco.

—¡Pero Viktor! ¡Solo una vez más, por favor!

Viktor suspiró. No podía decirle que no a esos ojos café que tanta inocencia le trasmitían. Una vez más, se dijo a sí mismo, enseñarle a girar sin perder el equilibrio y ya luego podría descansar.

—¡Bien! Pero será la última vez, ¿si, Katsudon? —El niño chilló, y resbalándose lo más rápido que podía sobre el hielo, llegó hacia donde estaba el mayor. Lo abrazó, y se separó balbuceando que en esa oportunidad si o si mantendría el equilibrio.

Viktor sonrió.

Había conocido al pequeño en uno de los viajes que la pista de patinaje le ofrecía al orfanato del cual venía. Desde hace un mes que su orfanato visitaba cada sábado la pista de hielo, y la primera vez que llegaron; además de dejar impresionado a cada uno de los huérfanos, Viktor se topó con ese pequeño niño que lo siguió con la mirada hasta que el mayor se acercó a él.

A Viktor siempre le había gustado el patinaje, desde que lo veía algunas veces en la televisión del cuarto de recreación, siempre quiso practicarlo, y en cuanto pisó esa pista de hielo, y comprobó que las pocas rutinas estaban pegadas en su cabeza; comprobó que tenía talento, y un pequeño niño que llevaba en Rusia desde casi su nacimiento, se quedó prendado a él, le pidió que le enseñara algunas pocas cosas para su edad, y así lo había estado haciendo desde hace cuatro semanas.

Yuuri Katsuki, como se presentó ese día. Viktor sabía que el niño era japonés, además de todas sus características asiáticas, pero había quedado impresionado al escuchar el perfecto control del idioma ruso que el niño tenía, equivocándose en solo pocas palabras, pero algo muy normal a su edad. Lo había apodado Katsudon en su segundo encuentro, cuando su madre trajo un poco de esta comida para él y su hijo luego de escuchar a su pequeño hablar de su nuevo amigo. No había podido estar más agradecido; sabía delicioso, y le provocaba un sentimiento cálido, como de familia que no tenía y siempre quiso tener, y pudo reconocer el mismo sentimiento al estar enseñándole al pequeño desde el primer momento. Claro, ocultó el verdadero motivo del apodo, y solo le dijo a Yuuri que lo apodaría así porque el mismo niño le contó (con toda la emoción que tenía), que esa era su comida favorita.

Patinaban juntos, siempre bajo la mirada atenta de la madre de Yuuri, comiendo un poco de katsudon o de lo que trajera la mujer mientras dejaba a su hijo entretenerse con su amigo. Viktor se dedicaba a enseñarles cosas básicas, las mismas que veía por televisión y consideraba que tanto como él y Yuuri podían hacer. Era divertido, y no podía dejar de repetirse lo mucho que le gustaba el sentimiento que al estar con el pequeño lo invadía. Cuando tomaba su mano al patinar, cuando lo abrazaba de improviso o porque tropezaba, cuando le pedía ensayar una vez más o su madre los llamaba para tomar un bocadillo.

Al pasar de los añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora