Capítulo 25: Revancha.

Start from the beginning
                                    

—Llamando a Tierra, Elliot. —Mi amiga chasquea sus dedos delante de mis ojos. Los aparto con mi mano.

—Estoy escuchando.

—Mentira, estabas pensando en alguien rubio, alto y que casualmente es modelo... ¿Me equivoco?—Entorna los ojos y me mira sonriente.

Agacho la mirada procurando ocultar el rubor en mis mejillas e ignoro su pregunta. Ambos sabemos la respuesta.

 Ambos sabemos la respuesta

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Nathan.

—Sólo un poco más... ahh... ya casi llego.

Dejo de aplicar presión en su espalda y Elliot se relaja.

—¡Tienes las piernas cortas, no puedes no llegar! —Demanda Kendra.

—¡Mis brazos también son cortos, genia! —Exclama Elliot, yo suelto una carcajada—. Tú no te rías, modelo de cuarta.

Pero él también está riendo. Le saco la lengua para después ayudarlo a levantarse.

Estamos los tres en el gimnasio para practicar una última vez antes de la pelea. Bueno, yo vengo a mirar. Porque me encanta mirar a Elliot.

Después de calentar un poco más, se venda las manos. Yo decido buscar un lugar donde no moleste y poder observarlo tranquilo.

Nunca fui un fan de la violencia. Por eso verlo entrenando, golpeando la bolsa como si esta hubiese matado a toda su familia, me sorprendía un poco.

Lo observo fijamente desde mi lugar en una esquina, está tan concentrado que me tomo la libertad de estudiar sus facciones; los delicados rasgos de su rostro cubiertos de una capa de sudor, su entrecejo fruncido, sus labios entreabiertos, todo en él parece gustarme. Me pregunto cómo no me di cuenta antes que me gustaba de esta manera.

Noto que de vez en cuando desvía sus ojos hacia mí, como si temiera que me fuese a ir en cualquier momento. Le sonrío cada vez que lo hace.

Mañana era la pelea contra Zack, y yo en su lugar estaría muriendo de nervios, pero se lo ve sumamente decidido a ganar esta vez.

El timbre suena dándole un merecido descanso al peliazul, que se acerca a mí con una toalla en la mano. Abre los brazos queriendo abrazarme y yo me alejo.

—Solo es un poco de sudor, no tengo sarna. —Sonríe maliciosamente y sigue avanzando en mi dirección.

—Ni loco, te bañas primero.

Pero cuando quiero darme cuenta sus brazos me estrechan contra su camiseta húmeda.

Su risa resuena cerca de mi oído y me contagia a mí también. Reímos mientras intento liberarme de sus brazos.

Lo tomo de la cintura y lo alejo unos centímetros para poder ver su rostro. Elliot me mira con una sonrisa totalmente sincera y cariñosa, y con sus ojos achinados. Siento como los latidos de mi corazón se aceleran. Paso la lengua por mi labio inferior para después morderlo, hago lo mismo con los suyos. Noto como se tensa mientras saboreo su boca con gusto a sal.

—Si quieren los dejo solos. —Se escucha una voz risueña desde el otro lado del lugar.

Para mi pesar, mi acompañante se separa y voltea a observar a su amiga.

—Si eres tan amable. —La rubia lo fulmina con la mirada y Elliot ríe— ¿Ya terminó la práctica?

Estira los brazos y luego recoge su bolso. Nos dirigimos los tres en silencio hacia la salida.

Me armo de valor y tomo la mano de Elliot. No estoy viendo su cara pero estoy seguro de que está sonriendo o está sonrojado, quizás ambas. Entrelaza sus dedos con los míos y yo sonrío satisfecho.

Una vez fuera me detengo delante de la puerta de mi auto.

—Bueno, nos vemos mañana supongo. —Dice Kendra y empieza a caminar—. ¿Vienes, Elliot?

Aún no nos hemos soltado la mano. Veo que mira el piso dubitativo.

—Puedes quedarte a dormir en mi casa, si quieres. —Propongo.

Su cabeza se alza de inmediato para mirarme. Luego le dirige una mirada de disculpa a Kendra y vuelve a mis ojos.

—¡Pero solo dormir que tienes una pelea mañana! —Grita ella y estoy seguro de que todo el barrio se enteró.

Elliot sonríe de oreja a oreja y camina hacia el lado del acompañante.

—¿Tu hermano está en tu casa? —Me pregunta una vez estoy dentro.

Coloco el cinturón de seguridad y lo miro confuso.

—No. ¿Vas solo por él? —Me hago el ofendido.

—En realidad, sí. —Alzo mis cejas. Me mira serio durante unos minutos pero no puede aguantar más y se echa a reír—. Quiero darle una golpiza.

—Y esta vez sí se la merece.

En el camino a casa cantamos a todo volúmen cualquier canción que pasen en la radio.

Para cuando detengo el auto, Elliot ya se encuentra acurrucado en asiento, roncando. Me debato entre despertarlo u observarlo dormir toda la noche.

Decido cargarlo hasta la cama.

Abro como puedo la puerta de entrada, tener a un Elliot en brazos y tratar de envocar la llave es más difícil de lo que parece. Una vez dentro, subo las escaleras con cuidado. No quiero que se despierte, quiero mirarlo sin que él sepa que lo estoy haciendo, por muy acosador que eso suene. Pero no puedo evitarlo, se ve tan tierno.

Lo apoyo en las sábanas y me quedo viéndolo. ¿Tengo que desvestirlo? ¿Levantarlo para que coma algo?

Suspiro y me dejo caer a su lado. Iba a despertarlo para que al menos se bañe, pero el sueño se apodera de mí antes de que pueda levantarlo.

Me duermo observando su rostro calmado, sus largas pestañas y escuchando el sonido plácido de su respiración.

Blue. Where stories live. Discover now