Capítulo 4: Enano.

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Nathan

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Nathan.

Ni yo estaba seguro de por qué le había dicho al mocoso ese que fuera mi representante.

Ese pensamiento no me había dejado en paz desde el sábado, cuando nos cruzamos en el bar The Hell Hole. Ni que me importara tanto perdonarlo. No me interesaba en lo más mínimo, pero entonces, ¿por qué le había dicho de ser mi representante? Por alguna razón quería seguir viéndolo y que trabaje conmigo era una excusa perfecta. Y sí, era verdad que necesitaba un representante, después de todo Carol había intentado acostarse conmigo y, como yo la rechacé, ella había amenazado con contar mentiras sobre mí a la prensa. Tuve que despedirla, nunca me había caído bien.

Volviendo al tema de Elliot.

Si bien quería que pagara por lo que le hizo a mi rostro, había algo en él que hacía que me fuera imposible verlo sufrir. Y no entendía que es lo que podía tener un enano como él como para que llamara mi atención.

Llego al colegio y, como es costumbre, todos giran al verme bajar del auto, no sólo por el lujoso vehículo, sino también por mí. Escucho algunos gritos femeninos, y sé que me han reconocido.

No tengo que esperar mucho a que Elliot aparezca, y cuando lo hace lo primero que veo en él son los cortes que tiene en la ceja y el labio.

Creo que mi cara lo dice todo.

—¿Qué miras? —Pregunta arisco.

—Buenos días a ti también, enano. —Digo irónicamente, sé que le molesta ese apodo.

Estaba por subir al auto cuando una mano me agarra del brazo de la chaqueta. Maldigo para mis adentros. Está arrugándome la chaqueta.

Sin embargo, cuando me giro, no es Elliot el que me sostiene. Una bonita chica con unos grandes ojos azules, me mira un poco (demasiado) sonrojada. Un brillo en sus atractivos ojos me dice que es una fan. Su melena rubia se agita cuando comienza a decirme cosas tan rápido que no llego a entenderla.

—¿De verdad eres Nathan Cooper? ¿El verdadero? ¿Cómo es que nunca te vi por aquí? ¿Puedes firmarme un autógrafo? No, mejor una foto. No, ambos. —Sus manos temblaban y ya no me importa tanto la chaqueta.

La tomo de los hombros y la alejo.

—Ahora estoy un poco ocupado —Por un momento veo desilusión en su mirada—, pero ¿qué dices si algún día de estos vamos a tomar algo?

Creo que la chica está por desmayarse. Es tan tierna.

—Oye, no juegues con los sentimientos de mi amiga. —Dice Elliot, sosteniendo a su amiga.

—Lo decía en serio. —¿Por qué nadie se fía de mi palabra?

—Sí, claro. Vámonos. —Se despide de la rubia y se sube al auto sin esperar a que lo invite.

Blue. Where stories live. Discover now