Las catacumbas de París

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[...]

—Os lo juro —dijo Dinah—, los franceses no saben conducir.

Habíamos seguido andando y de camino al hotel habíamos pasado por una pastelería a coger lo que más necesitábamos todas, chocolate, ahora volvíamos, todas con una magdalena o un volcán en la mano.

—¿No serás tú, mi vida, la que no sabe? —dijo Normani desde atrás.

Dinah la miró tratando de matarla con la mirada pero finalmente una sonrisa tonta se le escapó y Normani le dejó un beso en la mejilla. Eran adorables.

—Chicas —dijo Ally.

Después de salir del restaurante, Ally había estado muy ausente, su pastel estaba intacto entre sus manos, no había mostrado ningún tipo de emoción y mientras que habíamos estado hablando las demás sobre alguno de los vestidos que yo había estado enseñándoles en una revista, ella no había dedicado ni una mirada.

—Creo que Troy me oculta algo —dijo y Dinah frenó de golpe haciendo que Normani chocara con ella.

—¿Cómo que te oculta algo? —preguntó Dinah— No te estará poniendo los cuernos, porque si no te juro que...

—No, no —interrumpió Ally—. Es que hoy, cuando he terminado de ducharme, él estaba hablando por teléfono con alguien y ha dicho cosas como que estaba hasta los huevos de la situación, que no le compensaba y no sé qué más.

—¿Con quién piensas que podría estar hablando? —le pregunté.

—No lo sé, no tengo ni idea, luego estaba muy raro cuando le he preguntado, me ha dicho que era de trabajo pero sé que me mentía —dijo Ally—, y no es la primera vez que lo hace.

Ally parecía estar rota y yo me sentía culpable por no haberme dado cuenta antes. Además de estar lidiando con la situación que todas vivíamos, sabía que Troy, el hombre del que había estado enamorada toda su vida, le estaba mintiendo.

—Quería contarle toda la verdad, pero después de eso... —siguió Ally— no sé si puedo confiar en él.

—Ally —dijo Normani—, ¿estás diciendo lo que yo creo que estás diciendo?

Una lágrima salió del ojo derecho de la más bajita mientras que nosotras tres, pasmadas por lo que Ally estaba insinuando, nos quedamos sin decir ni una sola palabra mientras que la gente, ajena a lo que estaba pasando, andaba a nuestros alrededores.

Ally, más fuerte de lo que nunca había imaginado que podría ser, secó sus lágrimas y se puso recta.

—Pero me da igual, ya habrá tiempo para eso —dijo.

Le quitó el pequeño papel que contenía el pastel que aún estaba en sus manos y se lo metió entero en su boca.

—Ahora —tragó—, tenemos algo que hacer.

Dicho esto, nos cogió a Normani y a mí de los brazos y todas comenzamos a andar de nuevo hacia el hotel.

Admiraba a Ally, pero sabía que por dentro estaba rota, tan rota o más como yo lo estaba, pero tenía razón, yo debía dejar mis demonios fuera y ella los suyos, debíamos estar preparadas.

Cuando llegamos al hotel aún quedaban veinte minutos para la hora acordada, por lo que decidimos sentarnos en la pequeña terraza del hotel donde estuvimos hablando de nuevo sobre temas normales, sin llamar la atención y tratando de que el tiempo pasase más rápido. Nos sentíamos observadas y pensaba en lo difícil que sería irnos y entrar en ese coche sin que nadie se diera cuenta, pero iba a ser complicado. Estábamos nerviosas y alguien que realmente nos conociera como nos conocíamos las unas a las otras podía darse cuenta. Ally jugaba con una de las pulseras que llevaba mientras que Dinah se salivaba los labios una y otra vez y la pierna de Normani se movía a gran velocidad.

Where is Lauren?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora