Epílogo

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Epílogo

Esa noche, una tormenta se posó sobre la casa Kim. Por un lado, SunHee lloraba inconsolable en los brazos de su madre, mientras su padre caminaba furioso de un lado a otro, prometiendo demandar a Baekhyun, al señor Lee, a la compañía vinícola, y al mismo Dios si fuera posible. En medio de aquel drama, llegó SunMi, ahogada en ira también, para darle a su familia la noticia de su inminente divorcio. Al parecer, ChanYeol también sería demandado. El pobre chico se había quedado en la casa que compartía con su futura ex esposa, la cual quedó prácticamente destruida después de su espantoso berrinche. Él mismo había sufrido los efectos de tal cólera, al recibir un par de golpes y algunos rasguños. Quería sentirse mal, culpable quizá, pero no lo lograba. Mientas empacaba sus cosas, seguía sonriendo como un estúpido. Sólo de pensar que por fin podía estar con BaekHyun, sin tener que ocultarse de nadie, lo hacía el hombre más feliz.

Los siguientes meses fueron difíciles, pero el señor Lee arregló todo con amabilidad y diplomacia, y con la ayuda de los mejores abogados que pudo contratar. El señor Kim no se dio por vencido tan fácilmente, el honor y los caprichos de sus hijas gobernaban su vida. Sin embargo, las autoridades no encontraron ningún crimen o falta para perseguir, y desestimaron todas las demandas impuestas. El mal sabor de boca que la derrota les había dejado, no duró mucho. Pronto, SunMi encontró un nuevo juguete, el heredero de una famosa marca de ropa coreana que, por algún motivo, se había enamorado perdidamente de ella. SunHee, por otro lado, se fue a viajar por el mundo. En Italia conoció a otro chico que la hizo perder la cabeza. Y así, la familia Kim recobró la paz.

Para BaekHyun y ChanYeol las cosas no fueron tan fáciles. Había un trauma, una herida que debía cerrarse. Cada jueves, en punto de las diez de la mañana. BaekHyun se encargaba de llevar a su novio al psicólogo. Como ya vivían juntos en su departamento, no le resultaba difícil levantarlo de la cama. Su terapia iba viento en popa. Ahora tenía un trabajo en la compañía de su nuevo suegro, así que también podía ver a BaekHyun ahí, aunque se reservaban las muestras de cariño para la casa.

Un año después, ChanYeol estaba listo para enfrentar a su padre. Era el último paso de su terapia, después de eso, podría dar por terminado el tratamiento. Una tarde de abril, visitó al señor Park en prisión. El hombre ahora parecía tan pequeño y frágil, no quedaba nada del monstruo asesino que le echó a perder la vida. Hablaron durante casi una hora, era el tiempo necesario para pedir perdón y ser perdonado. Cuando salió de la prisión ChanYeol se sintió más liviano, como si la gravedad se desvaneciera bajo sus pies. BaekHyun lo esperaba en el auto, con una sonrisa hermosa. Jamás se había visto más guapo.

—¿Todo bien? —preguntó, al ver al más alto subir al auto con una expresión algo extraña.

—Todo es perfecto, tan perfecto como tú —respondió ChanYeol, inclinándose para besarlo.

—Soy feliz cuando tú eres feliz, lo sabes —replicó BaekHyun, respondiendo al dulce beso.

—Lo sé. ¿Y sabes qué cosa me haría extremadamente feliz ahora? —preguntó el pelirrojo, mientras metía la mano al bolsillo de su abrigo.

—Mm... quizá, ¿quieres que vayamos a celebrar a tu restaurante favorito? —intentó adivinar el presidente.

—No. Lo que me haría extremadamente feliz ahora, es que me digas que aceptas casarte conmigo.

La sonrisa pícara en el rostro de ChanYeol derritió el corazón de BaekHyun, aún más que el anillo de oro que exhibía frente a él. La expresión en su rostro era de pura sorpresa, realmente no lo vio venir.

—¡Vamos, Baek! Me estás poniendo nervioso.

BaekHyun se mordió el labio para no llorar. El adolescente estúpidamente enamorado de su mejor amigo, que vivía dentro de él, gritaba de emoción.


—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —respondió, rodeando a su novio con los brazos, llenando su rostro con pequeños besos.



ChanYeol lloraba desconsolado. Estaba sentado en la cama, sosteniendo la mano de BaekHyun, quien se encontraba acostado junto a él, mientras sus ojos se cerraban despacio.

—¡Baek! ¡No te vayas! Por favor, quédate conmigo —suplicaba ChanYeol, besando la mano de su esposo.

—Es inevitable, Chan... Lo siento —replicó BaekHyun con esfuerzo, sus párpados se hacían cada vez más pesados.

—Puedes aguantar un poco más. Te necesito. ¡Acabamos de casarnos, por Dios!

ChanYeol cerró los ojos también, mientras recordaba la sencilla y discreta boda que habían tenido en Francia seis meses atrás. Eligieron un hermoso jardín en mitad de la primavera. Los padres de BaekHyun y algunos amigos del trabajo los acompañaron. Fue el día más feliz para ambos, y un año después, los pocos invitados aún comentaban lo adorable que se veían.

—¡Baek!

—¡Basta, ChanYeol! No me dejas dormir con tus lloriqueos. Sabes que tengo que enlistarme la semana que entra. Cada día te pones peor. ¿Acaso crees que a mí no me duele dejarte? Te llevaría conmigo si pudiera —BaekHyun volteó su cuerpo desnudo para rodear la cintura de ChanYeol con el bazo que tenía libre—. Ven a dormir conmigo, muero de sueño. Esta vez, me tomaste como un toro en brama, me duele todo el cuerpo.

ChanYeol obedeció a su esposo y se escurrió entre las sábanas junto a él. Cada día que pasaba, le pesaba más el hecho de que BaekHyun debía irse para servir al ejército. Él ya había hecho su parte, pero el presidente aún no se libraba de aquella obligación. Era el último año que le quedaba para cumplir con ella, y había recibido una notificación por correo. Ya no podía posponerlo más.

—Serán sólo dos años, mi cielo —dijo BaekHyun, acurrucándose contra el cuerpo desnudo de ChanYeol—. Podremos vernos en las vacaciones. Quiero que me lleves comida y quiero que hagamos el amor en cada oportunidad.

—Está bien —lloriqueó de nuevo ChanYeol, rodeando con sus brazos al otro.

La mano de BaekHyun se deslizó hacia el sexo dormido de su esposo, con movimientos suaves, logró despertarlo.

—Quizá podamos practicar ahora lo que haremos cuando vayas a visitarme, ¿qué te parece?

La sonrisa traviesa de BaekHyun reconfortó al muchacho llorón, quien lo beso despacio, atrayéndolo hacia él.



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