Debía hacer el quehacer y con lizzie despierta no podría.

Oh ya lo tengo.

Acomodo varias almohadas sobre el suelo y recuesto entre estas a la pequeña, que por suerte no se queja. Me apresuro a tender la cama, cuando he terminado por suerte Lizzie ha cerrado sus ojos. La tomo en brazos y no dudo en acostarla en la cuna junto a Dylan. Regreso a mis deberes.

Media hora mas tarde, he terminado de cocinar los chilaquiles rojos.

— ¿Crees que les gusten? —señalo con el cucharón la cazuela, Caleb asiente.

— Eso espero —Caleb recarga el palo de la escoba sobre la pared antes de acercar su rostro a la cazuela, aspirando el olor de los chilaquiles—, huele delicioso. Estoy que muero de hambre, espero que...—el ruido en la puerta lo interrumpe—, ire abrir y recuerda, tranquila —besa mis labios antes de ir abrir la puerta, mi corazón se acelera.

— ¡Daddy! —una voz chillona resuena por todo el lugar, estoy segura que ese debe ser Hunter. Me apresuro a la habitación de los bebés, pues, he escuchado el llanto de uno de ellos. Y acierto. Cargo a Dylan y comienzo a meserlo hasta lograr calmar su llanto, el bebé no vuelve a cerrar sus ojos.

— ¡Maya, ven! —camino con pasos torpes hacia la sala, allí mismo están mis suegros, ambos visten de manera elegante, su perfume inunda mis fosas nasales, un perfume bastante dulce. En brazos de Caleb se encuentra el pequeño Hunter. Rubio y de ojos café. Sus grandes ojos me miran con curiosidad, sonrío—, mamá, papá, ella es Maya.

El padre de Caleb se acerca y me extiende una mano, la tomo.

— Eugene Adams —se presenta, luego es su esposa quien remplaza la mano de su marino.

— Cecile —dice, sin más.

— Maya Zurita, es un placer —respondo casi inaudible.

— Hola, ¿tu eres la novia de mi papi? —esta vez fijo mi mirada en el rubio, asiento—, yo soy Hunter.

— Encantada de conocerte.

— ¿Y él es mi hermanito? —señala al bebé que seguía con los ojos abiertos en mis brazos, asiento.

— Se llama Dylan —me acerco a Caleb para que Hunter pudiese ver de cerca al pequeño.

— Se ve raro, ¿por qué esta tan flaquito?

— Porque compartía su comida con sus otros dos hermanitos —responde Caleb por mi.

— ¿¡Otros dos!? —se apresura a preguntar Cecile, Caleb asiente.

— ¡Sorpresa! —chilla Caleb, no veo emoción alguna en los rostros de los padres de Caleb, Hunter es el único que parece feliz por sus otros dos hermanitos.

— ¡Quiero verlos! ¿puedo? —Hunter me mira ansioso, asiento. Caleb lo baja de sus brazos, el rubio toma mi mano, lo dirijo hacia la habitación de los bebés.

— Acerca la silla para que puedas subirte para ver a tus hermanitos —el pequeño asiente, hace lo que digo, lo ayudo a subir a la silla.

— ¡Son bonitos! Parecen de mentiras —rio y asiento.

— Estoy segura que ni siquiera es mayor de edad, ¡Cómo pudiste meterte con una niña, Caleb! —escucho la voz de Cecile reprender a su hijo. Ella le grita en ingles, seguro piensa que no sé el idioma. Pero se equivoca.

— La amo, mamá.

— No puedo creerlo hijo, esperaba más de ti. ¿Para esto querías venirte a estudiar acá?

— No...

Dejo de escuchar y presto atención a Hunter, el pequeño besaba cuidadosamente la cabeza de Lizzie.

— Te quiero hermanita —no evito llorar—, ¿por qué lloras?

— Me da felicidad ver que quieres a tus hermanitos.

— ¿Estas mintiendo?

— No cariño, ¿por qué lo haría?

— Lloras por lo que dice mi abuelita a mi papi, ¿verdad? —un sollozo sale de mi boca, enseguida niego—, no le hagas caso, no sabe lo que dice, eres buena persona.

— Gracias, eres muy lindo —le regalo una sonrisa sincera que me es correspondida. Me limpio las lágrimas enseguida cuando escucho los pasos acercarse—, esto es un secreto ¿vale? —Hunter asiente.

— Hemos venido a conocer a los otros dos bebés —la voz de Cecile resuena por la habitación, se acerca a la cuna y sin decir nada toma en brazos a Michael, el pequeño se remueve en sus brazos, mas no llora—, son muy pequeños.

— Son prematuros mamá —responde Caleb por mi.

— Necesitarán de muchas atenciones, ¿crees poder con eso, Maya?

— No será fácil, señora. Pero con esfuerzo lo lograré.

— ¿No piensas estudiar?

— Si.

— ¿Cómo? ¿Y los bebés?

— Podría llevarlos conmigo.

— Sola no podrías.

— Mayte y Daniel pueden ayudar.

— No, no. Eso no es opción, los bebés podrían enfermarse.

Suspiro.

Esta señora parece no contentarse con nada.

Seguro Eugene no le ha dado sexo y eso la tiene frustrada.

— Tengo una propuesta para ustedes —anuncia la madre, sacándome de mis pensamientos—, quiero que vengan a Estados Unidos con nosotros. Podríamos cuidar a los trillizos mientras ambos estudian, o trabajan —lo último lo dice mientras me examina de pies a cabeza. No quiero ir—, además de esta manera, Hunter volverá a convivir con su padre, no puedes quitarle el derecho a Hunter de estar con su padre, Maya.

Miro a Caleb, quién baja la mirada.

— Tramitaremos los papeles para los bebés —continua—, y en cuánto estén listos, entonces podremos irnos de México. Piensalo, no es mala idea.

Rayos y centellas.

¿Qué debía decir?

— Supongo.

Eso no es lo que esperaba decir.

— Comenzaremos con los trámites mañana, entre antes sea, mejor.

¿Estaba segura de aquello? ¿Dejar México y comenzar una nueva vida en Estados Unidos? Oportunidades como estas no se daban a cualquiera.

Espero que todo salga bien, entonces.

Mi mejor error.Where stories live. Discover now