The Golden Detective

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La habitación de los dos osos eran un desastre total. Todas las cosas del castaño estaban esparcidas por el suelo o por la cama de éste.

The Golden Boy había estado buscando como loco entre las cosas del ojiazul alguna prueba de que las palabras que salieron de la boca del león eran ciertas.

Se sentía muy sucio al estar metiendo las manos en cosas que no eran suyas, sin embargo, se sentía también traicionado de cierta forma por el castaño al no contarle el supuesto secreto que éste escondía.

Revisó el armario, toda la ropa del ojiazul. Revisó sus libros y útiles escolares. Revisó debajo de su cama y entre las sábanas. Pero no había nada.

Con cierta culpa, se decidió a revisar su cajonera, dónde sabía que Freddy guardaba sus artículos personales. Se acercó lentamente a ésta, y decidiéndose mentalmente a abrirla.

Dentro de ella, primero encontró varias fotos. En la primera foto salía Freddy cuando era un niño, sonriente, con la típica alegría inocente de la niñez, junto a una mujer mayor, de cabellos castaños al igual que su compañero, y de unos ojos ámbar. Suponía que era la madre del chico... Se veían muy felices juntos... Lo que causó cierta nostalgia de parte del ojigris, recordando a su propia madre y sobre cuanto la extrañaba.

En la siguiente foto, era Freddy con su madre nuevamente, y el ojiazul vestía un uniforme escolar que le quedaba perfecto en su cuerpo tan pequeño, y algo que al rubio le llamó la atención, los guantes azules en las manos del pequeño Freddy, y en sus brazos, el oso de peluche que Golden había conocido como "Fred" el segundo día del castaño en el internado.

La última foto, era una foto muy antigua. La sujetó con mucho cuidado de no arruinarla, y pudo ver a tres personas, una que reconocía como la madre de Freddy, con un hombre junto a ella, bastante alto, de cabellos negros, sin embargo, su rostro difuminado por la antigüedad de la foto, por lo que no pudo verlo con claridad. En los brazos de la mujer castaña, había un bebé envuelto en varias mantas, sonriente, de ojos azules.
No tenía que ser un genio para reconocer que aquel bebé era el mismo Freddy, y que el hombre junto a la mujer ojiambar, era el padre de Freddy. O tal vez el tío, o el padrastro, no podía dar nada por sentado.

Dejó las fotos a un lado, sabiendo que no tenía mucho tiempo, pues el castaño podía regresar en cualquier momento.
Rebuscó más dentro de aquel cajón, y encontró miles de cartas que su madre le había mandado. Seguían dentro del sobre, intactas, por lo que el rubio intuyó que el ojiazul nunca las abrió.
También encontró un reproductor de música con unos audífonos. Obviamente el castaño era un fiel amante de la música.
Junto a estos, habían varios libros de mano, unos más gruesos que otros. Uno de ellos llegó a sorprender al rubio, siendo tan grueso, apostando por 800 páginas aproximadamente. Otro de los pasatiempos favoritos del castaño era la lectura.
El ojigris siguió con su búsqueda sin objeto en específico, hasta que se encontró con algo que sobresaltó de inmediato al rubio.
Un frasco con pastillas.
En seguida recordó las palabras del chico de cabellos naranjas y alborotados, que decía que Freddy padecía un trastorno mental. Todo trastorno mental debía ser tratado con medicamentos, ¿no?
Revisó con detalle la etiqueta de las pastillas, sin embargo, no podía descifrar muy bien la clase de medicamento que era ni para que servía. Bueno, no era farmacéutico, ¿qué podía esperar?

Pero de algo estaba seguro, Freddy estaba en tratamiento médico, por alguna enfermedad que no podía dar por sentada si era psiquiátrica o física. Seguía sin poder asumir las palabras de TownTrap como ciertas, quería creer que el castaño no le estaba mintiendo ni nada por el estilo.
Pero, si fuese así, ¿por qué Freddy no le dijo nada sobre su tratamiento? Sea cual sea el tratamiento, no tendría porque guardarlo en secreto, ¿o sí?

Alium | #FNAFHS AU Where stories live. Discover now