Dentro de este se encuentra Danaya y la levanto entre mis brazos, mientras él arranca el vehículo.

―Gracias. ―Sonrío.

―De nada, no sabía dónde dejarla, no me quedo otra que traerla ―me aclara el rubio.

―No hay problema ―le respondo y la vuelvo a apoyar en donde estaba, ya sintiéndome mareado―. ¿Dónde conseguiste la sillita de bebé? ―pregunto curioso.

―Es increíble lo que se puede conseguir teniendo contactos ―me dice, pero continúa concentrado en la conducción.

―¿A dónde vamos? ―cuestiono, reconociendo el camino.

―Con el único que te puede desintoxicar sin culparte de que estés en algo raro ―me cuenta y le entiendo perfectamente.

―Perfecto, porque tengo que hablar unas cosas con él también.

~~~

Bajamos del coche y le digo que se quede dentro cuidando a Danaya, ya que ese antro de mala muerte, no es para que circule un bebé. Me adentro en el lugar y el barman me reconoce, así que se va directo a informarle a su jefe. El castaño sale de la puerta escondida junto con Russel, entonces me ofrecen un asiento y lo acepto con gusto.

―Señor E, no pensé verte nunca más. ―Se ríe Neill y enciende un habano mientras el morocho se queda parado, acompañándolo―. S ya me pagó y la Sociedad de las Letras se destruyó, así que no tenemos nada que ver, no entiendo cuál es el motivo de tu visita. ―Me mira, detenidamente―. Uh, ya sé cuál es. ―Hace una carcajada―. ¿Esa es de las mías, no? ―exclama, refiriéndose a las drogas.

―Todas son suyas, jefe ―acota Russel alegre y este otro vuelve a reír.

―Ciertamente, y entonces, ¿necesitas desintoxicarte? ―Se lo piensa―. ¿Cuánto me vas a pagar?

Todo es dinero en esta vida.

―Te voy a pagar, pero no por eso ―le aclaro.

Frunce el ceño.

―De igual forma no te voy a desintoxicar si no me pagas.

―Edgard dijo que sí lo harías, en realidad... ―Miro a Russel―. Dijo que tú sí lo harías.

El morocho se relame los labios.

―Por el guapo de Edgard cualquier cosa. ―Se gira―. Espérame aquí. ―Y se va a buscar lo que necesito a la habitación.

Neill rueda los ojos y sigue fumando su habano.

―¿Cómo es que mis empleados terminan siendo tan poco negociadores? ―Luego se ríe―. Pobre Russel, Edgard no le da ninguna chance. ―Hace una pausa y exhala el humo―. Pero volviendo al tema, ¿a qué te refieres con que me vas a pagar? ¿Qué necesitas de mí?

―Que cambies unas muestras de ADN, el Rey de la droga debe saber cómo infiltrarse en un laboratorio ―exclamo con confianza y él vuelve a reír.

―Eso te saldrá muy caro, ¿tienes el dinero?

―Tengo mucho dinero. ―Sonrío con malicia y Neill levanta una ceja―. ¿Aceptas?

Entrecierra los ojos.

―¿No estarás mintiendo, Rockefelle? ¿Verdad?

―Puedes creerme o no, ese es tu problema ―le aclaro y sigo con mi aire de superioridad―. Ahora, ¿aceptas sí o no?

―Si no me pagas, te asesinaré ―advierte.

―Lo sé, te pagaré, ya te lo dije. ―Aumento mi sonrisa―. Tengo el dinero.

―¿Y de dónde lo has sacado? ―Sigue desconfiando―. Eres un exestudiante de psicología, cuando trabajabas conmigo el dinero me lo quedaba yo, nunca aceptaste ni un centavo de tu padre y ni mucho menos de tu posición como Señor E. ―Hace una pausa y agrega―: Perteneces a este mundo, pero no eres como todos.

―Me investigaste. ―Me río―. Pero hay cosas que no sabes de mí. Deja de desconfiar y acepta que puedo abrir mi caja fuerte para pagarte una gran suma. Créeme, no estoy mintiendo. ―Continúo alegre.

―Bien. ―Bufa y deja el habano en el cenicero―. Aunque necesito la información del lugar al que quieres que envíe al especialista.

―Te la consigo. ―Hago una pausa y agrego―: Te enviaré los datos pronto, ya lo verás.

Estrechamos las manos y veo regresar a Russel con una jeringa.

Auch, eso va a doler.

~~~

Una vez que termino allí, vuelvo al auto. Siguiente parada, la comisaria.

―Es hora de visitar a Demetrio ―le aviso a Edgard y este asiente.

Por lo que sé, Galván se encarga del caso de mi padre, sospecha de Merche a toda costa, si cambio los resultados del laboratorio, voy a poderla liberar del embrollo en que está metida con la justicia y Neill será de mucha utilidad.

Al llegar a la sucursal de aquel policía, vuelvo a dejar que Edgard se quede en el auto cuidando de Danaya. Pobre, lo uso de niñero y chófer a la vez. Le voy a tener que devolver el favor de alguna manera.

Cuando entro a la jefatura, me dicen que está ocupado, que lo espere, que en un rato me va a atender. Momento más tarde, me sorprendo al ver quien sale de la oficina, sin parecer delincuente, ni prófugo. Visualizo al hombre de ojos grises y cabello oscuro, vestido formal. Está tranquilo, como si no ocurriera nada.

―Señor T ―exclamo sorprendido.

―No ofendas al señor Tyrus. ―Demetrio sale de su oficina―. Fue un gran malentendido lo que ocurrió. ―Lo mira calmado el oficial.

¡¿T no es prófugo?! ¡¿Qué?! ¡¿No ha sido culpado de nada?!

―Ah, no me ofendo ―exclama el morocho―. Solo estoy contento de que se haya aclarado el malentendido, no puedo creer que me hayan culpado injustamente. ―Sonríe de manera amplia―. Espero que encuentren al verdadero Señor T, da mucho miedo esa situación ―aclara calmado―. Si me disculpan. ―Nos mira a ambos―. Tengo mucho trabajo que hacer. ―Se retira y yo lo miro desconcertado mientras se va por la puerta.

Maldito infeliz.

Eso me recuerda, ¿dónde está Luke? No lo he visto en un tiempo.

Olvidando el tema, tengo una charla con el oficial obsesivo y logro sacar la información que necesito. Aunque la verdad empiezo a sospechar de este tipo, demasiadas coincidencias. Cuando termino, salgo de la comisaria, mi celular suena, atiendo tranquilamente y sonrío, ya no me molesta hablar con él, ahora que Merche recuperó la memoria. Mis celos se han esfumado.

―Hola, William. ¿Qué sucede?

―¿Podrías venir? Tengo asuntos que atender contigo.

Se oye importante, y urgente. ¿Qué será? 

Perversa Oscuridad: Enfrentadas [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora