24. Verdades sabor a vino

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—Esto me pone nerviosa—murmuró Braden.

—¿Por qué te pone nerviosa? —me coloqué a unos escasos centímetros de ella.

Podía percibir su familiar aroma y las ganas de tomarla en mis brazos y besarla aparecieron.

—Hace tiempo que no estoy a solas con un chico, en un lugar tan...—miró por encima de su hombro—romántico.

—No quiero que estés incómoda. Podemos ir a fuera.

Ella sacudió la cabeza. —Aquí está bien Sam. El problema no es el lugar.

—¿Y cuál? ¿Yo?

—¿Tendré bebida gratis? —señaló el mini bar.

Sacudí la cabeza al notar como ella evadió mi pregunta. Me acerqué al mini bar y empecé a buscar uno de los vinos especiales que mi padre guardaba en este lugar.

—¿De qué año es esto? —Braden señaló una victrola que estaba en la estantería.

—Creo que es de los 60's—encontré la botella que buscaba, y la tomé junto a dos copas.—Perteneció a una de mis abuelas.

—¿Funciona? —pasó su dedo muy suavemente por el casete.

—Probemos—coloqué el vino y las copas sobre la mesita de cristal.

Le di vueltas a la manivela hasta que la música, que era más ruido que armonía, empezó a sonar. Era un bolero, podía distinguir los diversos instrumentos, aunque las voces no se escuchaban claramente.

—Gracias al cielo que nacimos en los tiempos de Youtube—dijo Braden.

—A mí me gustan esas épocas, la ropa, la música, la literatura—me encogí de hombros—¿Te podrías imaginar tú usando sombreros, bufandas, esas faldas de lunares?

Destapé la botella de vino y llené las copas hasta la mitad.

Se rió. —Yo no sería una dama en ninguna época.

Le pasé la copa y nuestros dedos se rozaron. Cinco segundos pasaron mientras nos contemplamos, lo sé porque los conté, porque fueron los mismos segundos que duré sin respirar.

—Tú encajarías perfectamente en la época de los caballeros y las princesas en apuros. Te puedo imaginar con sombrero de copa, abriendo la puerta de un carruaje para una dama en vestido...

—Brindemos porque ambos estamos justo donde debemos estar—levanté mi copa y ella la suya.

—Salud—sus ojos nunca se apartaron de los míos. —Para ser el hombre a quien le abrí mi corazón, se muy poco de tu vida Sam.

—¿Y qué quieres saber?

Se encogió de hombros. —Lo que quieras contarme.

Por un breve momento sentí que éramos los mismos de cuando nos empezábamos a enamorar, y decidí seguir mis sentimientos.

—Te cambio una verdad por otra.

Tomé la copa que me extendía, al empezar a llenar las de ambos, Braden había salido a la cubierta. Tomé las copas y salí tras ella.

—Me parece un buen trato—dijo cuando me vio.

—Adelante, pregunta.

Nos quedamos pegados al barandal con la vista puesta en el negro mar, que estaba pasivo, solo los pequeños movimientos de las olas al chocar con el barco, lo hacían denotar. Braden tomó su copa de mi mano y le dio un pequeño sorbo.

La locura de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora