Un corazón roto

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Después de ocho largas, ansiosas y abrumadoras horas en un avión ya tenía la información necesaria de los lugares donde debía llevar a Braden. Le iba a mostrar los sitios más hermoso y trataría de hacerla feliz. Sabía que ella intentaría reponerse de todo el sufrimiento porque era de espíritu estoico.

Ella se había tardado dieciocho años escribiendo el libro de su vida. Ella decía que era difícil de leer. Pero a mí me gustaban los libros interesantes y complicados. Con el tiempo ella se convirtió en mi libro favorito.

Volví a releer la lista que elaboré en el avión, era tonta, pero era lo que quería hacer en Francia.

· Ir a la Torre Eiffel.

· Besarte en la Torre Eiffel (o en cualquier otro lugar)

· Decir que te amo.

· Ir a un museo (aunque tú preferirás el cine y tengo el presentimiento de que haré lo que me pidas).

· Contar las estrellas (y en un lugar más privado contar tus pecas)

· Volver a decir que te amo.

· Tomar café mientras fingimos que la vida es perfecta.

Volví a guardar la hoja en mi bolsillo. Movía mis pies con nerviosismo. Mi corazón se agitaba ante la idea de la vida que nos esperaba juntos, donde no habría engaños, traición, ni sufrimiento. Porque si ella me lo permitía iba a ser su héroe.

—Hola... hola.

Un chico francés gritaba en mi dirección. Moví mi mano en un saludo para no parecer descortés.

Tu debe ser Samol Henderson.

Se notaba que hacía un gran esfuerzo por hablar mi idioma.

—Mmm si... Disculpa ¿Quién eres?

Soy Arthur, hijo de Ben.

Benjamín era el encargado de los trámites para los intercambios estudiantiles. Lo había visto en fotos y no se podía negar el parecido entre padre e hijo.

—¿Podemos esperar un poco?, mi novia llega en el siguiente vuelo. No tarda en llegar. Viene por otra aerolínea pero aterrizan en este mismo aeropuerto y... —me callé al perder el hilo de lo que estaba hablando.

—¿También es de intercambio?

—No, eso es algo que hablaré con Benjamín.

—Supongo que podemos esperar.

Se sentó a mi lado y recogió un periódico que estaba abandonado. Después de unos minutos Benjamín llegó, nos saludamos, intercambiamos unas cuantas palabras y volví a mi mundo de espera. Cuando estabas lejos de la personas que amaba, los minutos se convertían en largas horas de incertidumbre.

De la entrada donde se suponía que ella llegaría, la gente empezaba a salir. Me puse de pie con la vista buscando reconocerla por su cabello rojo, me dio una punzada en el corazón al recordar como esas personas se lo habían cortado.

Esperé.

Esperé.

Esperé.

—Creo que lo dejaron plantado—dijo Arthur en francés a su padre.

—Calla, él habla francés—le contestó Benjamín.

Mi pulso estaba acelerado. Necesitaba verla, necesitaba que ella apareciera por esa puerta. Caminé de prisa hacia la puerta, el guardia me detuvo.

—¿Quedan más personas sin salir? —pregunté en francés.

—Sí señor.

Me quedé ahí de pie, miraba a todos los demás salir. Dos ancianitos a los cuales ayudé a llevar su equipaje a su taxi. Regresé y ya no salía nadie.

—Disculpe señorita, quisiera saber quiénes vinieron en ese avión.

La recepcionista me miró como si estuviera loco, pero volvió a sonreír, era parte de su trabajo.

—Eso no está permitido, señor.

—Es que mi novia tenía que estar en ese vuelo y no la veo salir.

Miles de pensamientos llegaron, si algo le pasó no me perdonaría el haberla dejado. Debí haberme quedado hasta el siguiente vuelo.

—Lo siento.

—Samuel si necesitas usar mi teléfono móvil. Cubre llamadas internacionales.

Benjamín me extendió si móvil, lo tomé sin dudarlo dos veces.

—Te pagaré la factura, lo prometo.

Marqué el número de ella inútilmente, había perdido su móvil varios días atrás. Llamé a Zack quién contestó casi de inmediato.

—Hola.

—Soy Sam.

—Oh amigo—dijo con la voz apagada.

—Braden nunca llegó, ¿Sabes qué pasó? ¿Está bien? ¿Por qué no está aquí?

—Sam... ella misma te explicará.

"No, idiota"

"Se lo debes, no seas cobarde"

Escuché como discutían.

—Sam.

Al escucharla sentí alivio al saber que nada le había sucedido, pero al mismo tiempo me invadió la decepción.

—Braden, no estás aquí—dije como idiota.

—Era lo mejor.

—¿A qué te refieres?

—Tendrás éxito y serás feliz.

—¿De qué hablas?

—Esto terminó Sam, olvídate de mí.

—No puedes terminar nuestra relación, dijiste que me amas. A menos que fuera mentira.

—Porque te amo es que te dejo, mereces ser feliz y a mi lado solo habrá dolor.

Mis manos se convirtieron en puños, cada latido de mi corazón dolía.

—Lo planeaste todo ¿verdad?—mi voz sonaba más fría de lo que pretendía—¿Cuándo cambiaste el vuelo?

—Lo siento Sam, ódiame si quieres—suspiró—. Te deseo lo mejor.

—¿Escuchas ese sonido?—dije con  enojo—Es mi corazón rompiéndose.

Me quité los lentes, mis ojos picaban y sentía un agujero en el pecho. Colgué la llamada y me quedé con la vista clavada en el suelo. Siempre fui muy iluso, todo el tiempo terminaba con el corazón hecho trizas.

Esta era la última vez que me rompían el corazón, me prometí.

La locura de JulietaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant