-Te diré una cosa, Norberto...- dijo Dionisio, volviendo su atención al hombre que tenía en frente.- Tienes mi ayuda por un año.- accedió.- Sí no aprovechas esta oportunidad, que te quede muy claro que me quedare con tus tierras al cumplirse ese plazo.

-Pero, Dionisio...- protesto el hombre.

-Es eso o no hay trato.- sentencio Dionisio.- Quiero a tu hijo libre de problemas para que su único enfoque en la vida, sea hacer feliz a mi hija. Por eso lo hago.- aclaro.- Así que piénsalo...- sugirió antes de unirse a Alejandra quien estaba lista para pasar el resto del día con él, su padre.

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El bebé pataleaba y agitaba las manitos contento, mientras su madre lo llenaba de mimos. Sus ojitos brillaban de alegría y a Cristina le causaba una ternura infinita verlo sonreír como lo hacía. Cada día que pasaba, se iba pareciendo más y más a Dionisio. Sus gestos, sus manías, a pesar de ser tan pequeño indicaban que sería igual de viril que su padre. Su pequeño hombrecito, como ella lo llamaba, crecía a pasos agigantados.

-Si sigues así de inquieto, te caerás de la cama, mi amor.- dijo Cristina, tomando a Lobito y colocándolo al centro de la amplia cama por milésima vez.- Papá no debe tardar...- aseguro, sonriendo tiernamente.

El bebé la miro atento y sonrió ante las palabras de su madre, haciendo pequeños ruiditos, comunes en una criatura de su edad. Dionisio entro a la recamara en el momento justo para presenciar la tierna escena entre madre e hijo. Cristina alzo la mirada, viéndolo deshacerse de su chaqueta mientras se acercaba a la cama para unirse a ellos. Un tierno beso para ella, costumbre que no fallaba y para nada molestaba a ninguno de los dos. 

-¿Cómo se porto mi pequeño Lobito?- pregunto Dionisio juguetón, tomando al bebé entre sus manos y alzándolo alto, causando la risa del bebé.

-Bien como su padre.- respondió Cristina, sonriendo mientras observaba como se divertían los amores de su vida.- Aunque muy activo también...

-Cuando menos lo esperemos andará correteando por toda la casa.- dijo Dionisio, ahora arrullando a su hijo entre sus brazos, sentado en la cama y sintiendo como Cristina se acercaba a su lado, pasándole un brazo sobre sus hombros.

-¿Cómo te fue con Alejandra, mi amor?- pregunto ella, colocando el chupón en la boquita del bebé.

-Muy bien.- respondió Dionisio en casi un susurro pues Lobito comenzaba a cerrar sus ojitos en señal de sueño.- Al fin tuvimos tiempo de platicar, y de ponernos al día...- agrego, Cristina escuchándolo atentamente.- Alejandra es una muchacha, al igual que Acacia, muy madura para su edad y de un gran corazón.

-Ambas han tenido grandes pérdidas y eso las ha hecho fuertes y capaces de vencer cualquiera adversidad.- comento, acariciando la cabecita de Lobito y notando que se había quedado dormidito.

-Así es. Una vez más intente convencerla de consultar con un especialista para que le ayude a superar sus...- Dionisio pauso, no le gustaba pensar en lo que aquel infeliz había sido capaz de hacerle a su hija, jamás terminaría de lamentar el no haber estado presente para evitarlo.- Traumas.- continuo.- Pero se negó. Ella asegura que con Germán es suficiente.

-Y así será, mi amor.- le animo, Cristina.- Por lo menos por ahora. No hay nada que el amor no lo pueda, y además Germán es un gran muchacho que hará lo necesario para hacer feliz a tú hija.- aseguro.- Igual como tú haces todo por mí.- comento, inclinando su rostro sobre el de él y besándolo lentamente en los labios.

-Mmm...- gimió Dionisio.- Y tú por mí.- dijo, disfrutando del roce de los labios de su mujer.- ¿Te he dicho lo bella que te ves esta noche?- pregunto entre besos, su tono peligrosamente seductor y refiriéndose al corto camisón que Cristina vestía y él deseaba despojar.- Acuesto al niño y vuelvo.- interrumpió él muy a su pesar, saliendo de la cama con Lobito en brazos.

La Mujer Que Yo RobéWhere stories live. Discover now